Hablar sobre el dolor en un medio artístico es, en definitiva, un arma de dos filos. Por un lado, aquellos que empaticen con la situación, ya sea a un nivel empírico o por mera emocionalidad humana, podrán validar los elementos dramáticos de la obra, incluso si esta alcanza niveles melodramáticos; por otro lado, los ajenos a la situación, quizá, tendrán una mirada mucho más objetiva hacia los métodos artísticos y técnicos de la obra, puntuando aquellos elementos que sobrepasan el límite de lo humano para convertirse en lo que se denomina como un filme tearjerker o tragedy porn, donde la exposición del dolor y sus causas se exponen como un método extremo para hacer sufrir a la historia y a su audiencia, con el objetivo de llenar butacas.
Con esto en mente, la primicia de Un Dolor Real – como mencionada en los párrafos siguientes – puede leerse como una clásica antesala para un cuento de este tipo, donde la lección de la historia, aunque visible desde el segundo uno, te mantiene en el asiento por la naturaleza del morbo en el dolor, quizá arrojando algunos pensamientos interesantes al respecto, pero diluidos en el efecto de los hechos visuales, superados por la mera naturaleza de la tragedia por ser triste y no por sus orígenes o repercusiones. Afortunadamente, este no es el caso.
Jesse Eisenberg, actor recientemente integrado como director, presenta lo que es su segunda obra autoral, donde precisamente decide abordar el dolor como una conversación ruidosamente silenciosa, a través de un filme que, ya adelantando conclusiones, debería haberse colado entre las nominadas a Mejor Película para los Oscar 2025.
Así llega Un Dolor Real. Dirigida y protagonizada por Jesse Eisenberg (El Proyecto Colibrí, Batman v Superman: El Origen de la Justicia), en conjunto con Kieran Culkin (Succession, Solar Oposites), Will Sharpe (The White Lotus, Landscapers), Jennifer Grey (Red Oaks, En tus Ojos), Kurt Egyiawan (Beasts of No Nation, 007: Skyfall), Liza Sodovy (Sweent Todd: El Barbero Demoniaco, Emma) y Daniel Oreskes (La Ley y el Orden: Crimen Organizado, Ray Donovan).
En esta comedia dramática seguimos la historia de David (Jesse Eisenberg) y Benjamin Kaplan (Kieran Culkin), dos primos que se embarcan en un viaje a Polonia para visitar el antiguo hogar de su recién fallecida abuela. A través de su viaje, y rodeados de simpáticos personajes, deberán hacer frente a sus historias más allá del legado de una nación históricamente herida.
En la carrera de los Oscar 2025, Un Dolor Real fue nominada por Mejor Guion Original y Mejor Actor de Reparto que, aunque poco, será suficiente para guiar nuestra reseña. Comencemos.
No hay mejor forma que decirlo directamente, y es que Kieran Culkin – nominado a Mejor Actor de Reparto – entrega una excelente interpretación en un personaje que, fácilmente, podría haber terminado como un ser molesto y falso. Las intenciones con el personaje, narrativamente hablando, son completamente claras desde la primera secuencia del filme – algo que hace transparente a la película en cuanto a si esta es presuntuosa, lo que eleva sus logros narrativos, pero esto será mencionado más adelante.
Culkin encarna a su personaje a la perfección como lo que es: un remolino, una tormenta, un relámpago embotellado. Es veloz en la palabra, pero lento en sus expresiones, construyendo un ser dominado por su propio dolor, alguien que claramente mantiene una lucha psicológica contra sí mismo en más de una manera, con destellos de esta lucha escapando de su interior en determinados detalles, como una palabra, una mirada, un movimiento, los cuales escalan hasta monólogos provocativos e interesantes que, si bien podrían ser catalogados como berrinches sin sentido, en realidad exponen verdades y pensamientos que valen la pena considerar.
La caracterización de Culkin suma, sostiene y contrasta de manera excelente con la de Jesse Eisenberg, cuya naturaleza seria y reservada aparece como emocionalmente retraída, construyendo la imagen de una bomba de tiempo en necesidad de ayuda. La mancuerna entre ambos actores es espectacular, complementándose de manera excelente en toda escena que comparten.
Esta excelente construcción actoral no sería posible sin un guion de calidad, el cual se construye con una serie de conversaciones inteligentes y afiladas, sin temor a contrastar preocupaciones psicológicas sobre la mortalidad o la memoria con algo que podría ser mundano, como subir a un tren. La magia del diálogo brilla en estos momentos, pues la escena guía a la audiencia a través de una serie de chistes que evolucionan a una conversación seriamente no seria. Estos pensamientos se mantienen como un tema regular en la historia, planteando diferentes ángulos sobre el dolor, desde una perspectiva histórica, arquitectónica, social, mecánica, hasta llegar al nivel personal de la memoria, el legado y la otredad histórica, creando un verdadero campo de opiniones que valen la pena visitar y analizar una vez terminada la película.
La construcción del filme recuerda mucho a la de Aftersun (Dir. Charlotte Wells, 2022), película que podría pasar como aburrida o casi presuntuosa por una exposición del dolor y la depresión mucho más poética y sensorial; Un Dolor Real toma una avenida similar sobre estos temas al momento de exponerlos dentro de sus personajes, pero con la decisión de hacerlos hablar y confrontarse sin la necesidad de llegar a una resolución, y eso es lo mejor, pues es la audiencia la que puede, y debe, llegar a su conclusión sobre el tema y la aventura, sobre las implicaciones del dolor en la vida y cómo decidimos afrontarlo, hablarlo y, de cierta manera, hacerlo parte de nosotros, para bien o para mal.
Es una pena que Jesse Eisenberg no haya sido nominado como mejor director, pues su trabajo en el manejo de actores y en el movimiento cinematográfico es excelente, especialmente en sus decisiones sonoras y de montaje. Al mismo tiempo, la cinematografía opta por dos métodos, un estilo fotográfico documental y la cámara en mano, con estos representando estados emocionales, memorias y haciendo del escenario un personaje silencioso que da peso a las palabras de los personajes.
Al final, Un Dolor Real es una excelente película sobre, precisamente, el dolor y su origen, su trascendencia en la historia individual y colectiva, repleta de diálogos y personajes inteligentes y entrañables, simple en su ejecución, pero no por eso menos importante. Se trata de una historia reflexiva que vale la pena revisitar en diferentes etapas de la vida.
Es una verdadera lástima, pero este filme merecía la nominación a Mejor Película.
10/10