El pan de muerto es una pieza fundamental dentro de las ofrendas del Día de Muertos, colocadas el 1 y 2 de noviembre, y tiene una profunda tradición que se remonta a tiempos prehispánicos. Pero en Puebla también se le conoce como hojaldra y te decimos por qué.

En aquella época, los pueblos indígenas realizaban ofrendas con panes ceremoniales hechos de amaranto o maíz, conocidos como "papalotlaxcalli" o pan de mariposa, y "pan ázimo", un pan de maíz seco y tostado.

Con la llegada de los españoles, el pan de muerto adquirió una nueva forma. Se dice que, horrorizados por los sacrificios humanos en los rituales indígenas, los conquistadores decidieron sustituir estos actos con un pan de trigo cubierto de azúcar roja, que simbolizaba el corazón de la doncella sacrificada.

Este gesto representaba una adaptación de las costumbres locales a la fe católica, conservando el simbolismo de la muerte y el sacrificio.

En México, existen diversas formas de preparar el pan de muerto, como el uso de ajonjolí en Puebla, el relleno de chocolate en la Ciudad de México, y el pan de yema decorado con alfeñique en Oaxaca. Cada variante refleja la rica diversidad cultural del país.

¿Por qué le dicen hojaldra al pan de muerto?

En algunas regiones de México, especialmente en Puebla, el pan de muerto también es conocido como "hojaldra". Esta denominación tiene raíces históricas que datan de la época virreinal.

De acuerdo con el arqueólogo Eduardo Melo, Durante este periodo, el hojaldre, una masa laminada de origen europeo, comenzó a incorporarse en la elaboración de panes ceremoniales. Con el tiempo, se horneaban panes que representaban calaveras con rasgos bien definidos, acompañadas de huesos que recordaban las banderas piratas.

El término "hojaldra" surgió de la incorporación de este hojaldre en la masa, y eventualmente el nombre fue adoptado para referirse al pan de muerto en algunas zonas. Aunque su receta actual no necesariamente usa hojaldre, el nombre persiste.

La hojaldra, al igual que el pan de muerto, simboliza el ciclo de la vida y la muerte. El centro del pan, una bolita, representa el cráneo del difunto; las tiras en forma de cruz simbolizan los huesos humanos y las lágrimas derramadas por los seres queridos; mientras que la esencia de azahar que a veces se añade, recuerda a los muertos y sus almas.



Hoy en día, el pan de muerto tiene múltiples variaciones, desde el clásico cubierto de azúcar hasta versiones modernas rellenas de sabores como chocolate, zarzamora, o rompope.

Sin importar su presentación, sigue siendo un elemento lleno de simbolismo que une a los mexicanos en su tradición de honrar a los muertos y celebrar la vida.

La conmemoración del Día de Muertos en las comunidades indígenas mexicanas, celebrada el 1 y 2 de noviembre, fue inscrita en la lista del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO el 7 de noviembre de 2003.

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