El estudio cinematográfico A24 continúa destacándose internacionalmente en su propuesta de producción y distribución artística, con este filme siendo un nuevo añadido dentro de su amplia colección de filmes arriesgados, pero llenos de sentido y propuestas artísticas.

En palabras del propio director italiano, Paolo Sorrentino, Parthenope presenta el final de una trilogía temática concentrada en el homenaje y análisis de Roma y Nápoles como escenarios artísticos, históricos y filosóficos, donde personajes de diferentes orígenes tienen que navegar a través de las calles, y la vida en sí misma, para encontrarse a sí mismos y, en su conjunto, hallar el significado de su propia existencia.

Cada uno de sus filmes anteriores, La Gran Belleza (2013) y Fue la Mano de Dios (2021), recibieron ovaciones y galardones internacionales, llegando a la selección finalista del premio Oscar a Mejor Película Internacional, con La Gran Belleza llevándose el máximo premio en 2014. Con esto en mente, el final de esta trilogía generó gran expectativa en el mundo del cine de arte, donde la máxima pregunta es: ¿podrá Sorrentino mantener la calidad de sus filmes al mismo tiempo que invita a una gran introspección?

Así llega finalmente a las pantallas de cine mexicanas Parthenope. Dirigida por Paolo Sorrentino (La Gran Belleza, Juventud) y protagonizada por Celeste Dalla Porta (Red Mirror, Fue la Mano de Dios), Daniele Rienzo (Morrison, Ripley), Dario Aita (Primadonna, La Ley de Lidia Poët), Luisa Ranieri (Diamanti, Nuevo Olimpo), Silvio Orlando (El Nuevo Papa, Ariaferma), Gary Oldman (Oppenheimer, Las Horas más Oscuras), Isabella Ferrari (Cortina Express, El Robo de Mussolini) y Peppe Lanzetta (007: Spectre, Los Bastardos de Pizzofalcone).

En este drama italiano seguimos la historia de Parthenope (Celeste Dalla Porta), una hermosa joven napolitana que recuenta su vida en tres capítulos importantes: su adolescencia, cuando la filosofía dominaba su mente y escapaba del amor platónico proveniente de su hermano Sandrino (Dario Aita), pasando por su desvío hacia una vida como actriz junto a la estrella Greta Cool (Luisa Ranieri), hasta llegar a su aventura con el ambicioso obispo Tesorone (Peppe Lanzetta) en su búsqueda por el significado final de la antropología.

Si hay algo que inmediatamente hace especial a Parthenope como filme es, en definitiva, su aspecto y calidad cinematográfica y técnica. El manejo de los colores, el control especializado de la cámara, y el uso de encuadres a planos completos y primeros planos constantes, recuerdan al uso del cine europeo de los 90’s e inicios de la primera década de los 2000, donde este recurso establecía un vínculo directo entre los personajes y su escenario.

La película utiliza este recurso inmediatamente para establecer un enlace entre el viaje de los personajes, su desarrollo emocional y psicológico, y el entendimiento de la ciudad, en este caso Nápoles, como un ente vivo que se nutre de su gente y los refleja como claros miembros de su ciudadanía y, mucho más íntimamente, de su geografía.

Al encontrarnos en el Mediterráneo, el estilo de arte y la fotografía optan por encapsular la energía paradisíaca de la costa, apelando, al mismo tiempo, al aspecto artístico más estereotípico de la región, romantizando las costas, las colinas, el mar y las calles como un claro ejemplo poético que, en esencia, complementa el sentimiento y el diálogo de los personajes. Este método es efectivo la mayor parte del tiempo, pero crea un gran agujero al momento de la interpretación del filme al dejar muy en claro que se opta por una reacción situacional de la audiencia en lugar de una interpretación directa, y esto es tanto lo mejor, como lo peor de la película.

Por lo anterior, la historia y guion de Parthenope, se entrelaza profunda e íntimamente una serie de propuestas filosóficas que sí pertenecen a corrientes existentes, con cada personaje, situación, escenario y tiempo ampliando el abanico de teorías, experiencias y argumentos en el espectro intelectual de la materia, creando dos respuestas posibles: una verdadera introspección con lo que sucede en pantalla si se logra vincular y entender el apartado filosófico, o una desconexión total de la experiencia al identificar el objetivo de la escena y la emocionalidad de los personajes como un punto obvio o una divergencia en el pensamiento y objetivo directo de la escena. Como experiencia inmediata y artística, esto puede significar un grave problema; sin embargo, también debe considerarse como una oportunidad única y fascinante.

Bajo la idea de la fluctuación conceptual de la historia, el guion propone que la audiencia, y su experiencia fílmica, evoluciona al lado del paso del tiempo, invitándolos a visitar la película en diferentes puntos de la vida para nutrir bilateralmente el contacto con la obra y llegar a diferentes conclusiones y perspectivas. Resulta interesante darse cuenta de la presencia de este diálogo filme-audiencia, especialmente cuando la película aborda el tema central del significado de la antropología, cuyas diferentes definiciones a través del diálogo en las tres etapas de la vida de la protagonista no sólo ofrecen un argumento sobre la edad, sino que lo expanden hacia la vida y tergiversan por medio de la sensualidad del ser humano.

Lo anterior también es punto clave, pues la historia utiliza a la belleza natural de la protagonista como un vehículo narrativo que detona una segunda ola de preguntas y situaciones cuestionables. Por un lado, tenemos una historia que recuerda a la mitología griega con el amor platónico entre hermanos, donde la belleza se plantea como una maldición, mientras que, más adelante, cuando la filosofía del filme abandona los conceptos clásicos y los aterriza en un mundo capitalista antropocentrista, posiciona a la belleza como una moneda de transacción, una herramienta para atravesar la vida de la manera más cómoda y solitaria posible. Esta dualidad temática, presente en más temas dentro del filme, subrayan la necesidad del filme para ser vista más de una vez, pues sólo así se podrá completar el rompecabezas de su mensaje.

En términos actorales, no existe miembro del cast que no haya entregado una cátedra sobre el silencio dentro del filme. Cada momento necesario donde los personajes deban gritar a través de sus ojos, su respiración y sus movimientos, resulta completamente efectivo con una sutileza meticulosa. Celeste Della Porta entrega una interpretación que sabe balancear a la perfección el elemento de la belleza y la sensualidad, pasando incluso por el erotismo, a través de una comunicación corporal asombrosa, la cual resalta aún más cuando cada uno de sus diálogos es entregado con precisión y verdadero pensamiento.

Gary Oldman y Peppe Lanzetta se destacan como personajes viejos que aportan un gran valor filosófico respecto al sufrimiento, la perspectiva de la corporalidad, la soledad y la ambición. Es increíble como en tan poco tiempo de participación, estos actores logran entregar personajes redondos con suficiente contexto tridimensional como para prestar absoluta atención a sus reflexiones y demandas.

La edición del filme, aunque eficiente, cuenta con algunas escenas cuestionables dado que da la impresión de que han sido recortadas en un margen alarmante, dejando acciones y reacciones con muy poco margen de respiración, dando una ilusión de urgencia y rapidez sofocante en ciertas secuencias. Esto podría ser un indicativo de que la película era mucho más larga en su primera versión, sufriendo un recorte masivo para ajustarlo a una duración rentable. Afortunadamente, este elemento, aunque visible, no afecta al filme en su ritmo general.

Al final, Parthenope resulta una grata experiencia en el cine. Se trata de un diálogo íntimo lleno de cuestiones filosóficas de todo tipo, desde lo más simple hasta el existencialismo puro, dotada de una serie de elementos técnicos, cinematográficos y actorales que recuerdan al mejor cine de arte de décadas pasadas. Es emocionante identificar cómo la película invita al espectador a ser parte de la historia a lo largo del tiempo, con la esperanza aportar una nueva perspectiva de la vida cada vez que sea visitada.

Un filme que vale la pena ver al menos una vez en la vida.

9/10

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