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No Hables con Extraños

Un muy buen remake que no logra escapar de los tropos convencionales del cine hollywoodense

Especial
27/09/2024 |13:41

En 2022, el mundo del cine internacional fue tomado por sorpresa con el estreno de Speak No Evil (Dir. Christian Tafdrup), una película danesa de suspenso y terror psicológico que se concentraba en el deterioro y reconciliación de una familia en medio de un episodio de horror que involucraba el acoso mortal por parte de una pareja neerlandesa. Con actuaciones sólidas y contundentes, una cinematografía europea que es tanto íntimamente invasiva como perturbadoramente abierta, un guion muy bien desarrollado en compañía de una edición metódica y cuidadosamente construida para generar giros inesperados, tensión efectiva en el espectador y una crudeza vil que te fuerza a ser parte del crimen, todo aderezado con un brutal y efectivo final que encierra a los temas retratados de manera ideal de una forma que solo el cine extranjero, y ocasionalmente el nacional mexicano, sabe hacer.

Con esto en mente, no es de extrañarse que el anuncio de un remake estadounidense resultara un poco preocupante, pues mientras que Hollywood se encarga muy bien de realizar filmes con presupuestos altos y de potencial de franquicia, mientras que directores más íntimos u artísticos saben utilizar la narrativa americana para su propio beneficio pensando en la audiencia promedio del continente, es bien sabido que las historias íntimas con estructura diferente al común denominador de la industria hollywoodense tienden a ser menospreciadas por temor a dos cosas íntimamente relacionadas: el alejamiento del público por ser algo diferente, y el fallo en taquilla, lo cual se traduce en pérdidas monetarias para los inversionistas.

Lo anterior da como resultado una larga lista de remakes que abandonan la esencia de la película original con tal de satisfacer al público de la manera más básica: Cuarentena(Dir. John Erick Dowdle, 2008) no es nada como Rec (Dir. Jaume Blagueró & Paco Plaza, 2007), Secretos de una Obsesión (Dir. Billy Ray, 2015) falla en entender la esencia de El Secreto de sus Ojos (Dir. Juan José Campanella) y Amigos por Siempre (Dir. Neil Burger, 2017) no tiene el corazón que caracterizó a Amigos Intocables (Dir. Olivier Nakache & Éric Toledano, 2012). Por supuesto que no todos los remakes han sido malos, pero el punto persiste en que se trata de una moneda al aire en cuanto a la calidad y la fidelidad de lo que hace especial a una película desde su concepción. ¿Será acaso que este filme escape de la lista negra de las adaptaciones hollywoodenses?

Así llega No Hables con Extraños. Dirigida por James Watkins (La Dama de Negro, Atentado en París), y protagonizada por James McAvoy (Eso – Capítulo 2, Glass), Scoot McNairy (Blonde, Un Lugar en Silencio – Parte II), Mackenzie Davis (Terminator: Desino Oculto, Blade Runner 2049), Aisling Franciosi (El Último Viaje del Demeter, Criaturas de Dios), Alix West Lefler (El Ángel de la Muerte, Con la Marea) e introduciendo a Dan Hough.

En este siniestro viaje seguimos a Ben (Scoot McNairy) y Louise Dalton (Mackenzie Davis), quienes junto a su hija Agnes (Alix West Lefler) conocen a Paddy (James McAvoy), su esposa Ciara (Aisling Franciosi) y su hijo Ant (Dan Hough) durante unas vacaciones en Italia. Tras entablar amistad, los Dalton se encaminan a un fin de semana con Paddy en los campos ingleses, donde descubrirán que su relación como familia está tan podrida como las mentiras de Paddy, quien poco a poco deja ver su verdadero rostro en una noche de horror.

La cinematografía, el color y el diseño de producción destacan por completo dentro de la película, estableciendo una serie de temas particulares que la definen como si fuera un filme extranjero alrededor de toda la identidad que emana durante los primeros dos actos.

La iluminación cálida en compañía de los encuadres naturalistas hacia elementos de paisaje es casi calcada de la cinematografía ibérica, donde la arquitectura y el diseño de interiores también destacan por un buen manejo de elementos rústicos que juegan con los espacios y las sombras para influenciar la sensación de claustrofobia e incertidumbre en el espectador de manera continua.

Pero si hay dos elementos que establecen la calidad de la película, y que contrastan por completo con su contraparte danesa, son sus actuaciones y su guion.

En el rubro actoral, James McAvoy lo hace de manera espectacular como siempre. Ofrece una versatilidad de tonos y reacciones que ya son marca personal del actor, expandiendo sobre ellas con el rango de su voz, gesticulaciones y entonaciones, lo que ofrece una mirada tridimensional del personaje al hacerlo más complejo desde un punto de vista criminal.

Podemos notar como su energía y carisma se desborda de la pantalla cuando la escena lo requiere, y como logra cambiar de extremo a extremo en instantes con el mínimo cambio de respiración, la tensión de un músculo, o incluso con un leve cambio en el ángulo de su mirada. Todo esto lo convierte en una verdadera presencia que encarna lo que es su personaje, un depredador que sabe se encuentra en su elemento y no hace más que jugar con su comida, disfrutándolo lentamente hasta el final.

Esta fuerza en la actuación de McAvoy se engrandece gracias al soporte del resto del casting, cuyas debilidades y fortalezas como personajes ayudan a construir la imagen de este ser como una verdadera fuerza de temer y sospechar, incluso en sus escenas más carismáticas.

Aisling Franciosi le sigue el paso a McAvoy con un contraste atenuado completamente impregnado en sutilezas de carácter libre, rebelde y, al mismo tiempo, inocente, lo cual aporta su propia pizca de incertidumbre en momentos de tensión. Dan Hough, por su parte, interpreta de maravilla la dificultad de un personaje mudo, retratando la desesperación por la comunicación y la libertad en su rostro y movimientos, aunque pecando, desde el principio, de delatar la situación extraña alrededor de la familia debido a una serie de direcciones que asemejan al patrón de “niño en peligro” que otras películas similares establecen dentro del cine estadounidense. Esto prepara a la audiencia con la idea de un giro preestablecido hacia la comodidad de saber qué tipo de experiencia que recibes en el cine, pero arruina la sorpresa de descubrirlo poco a poco, con la caída del encanto de los personajes incluido.

La familia Dalton, en su conjunto, interpreta su papel de manera correcta, pero sus personajes caminan por el borde del estereotipo de una familia disfuncional teniendo que descubrir su falta de química hacia una ruptura que, en esencia, resultaría más saludable. En este sentido, los arcos de personajes son predecibles a kilómetros, pero es la interpretación de McAvoy la que encadena los eventos hacia una espiral de tensiones que te invita a preguntarte si lo que pasará después será como lo piensas o habrá algún giro inesperado. Existente o no, es suficiente como para mantenerte al filo del asiento.

En términos de guion, No Hables con Extraños sigue muy de cerca lo establecido por su contraparte danesa, al menos dentro de los primeros dos tercios. En estas secciones es notoria la narrativa extranjera, enfocada en el desarrollo de una situación que, más que jugar con elementos de suspenso o terror mezclados con música típica del género y jump scares innecesarios, prefiere desenvolver sus temas y amenazas por medio de situaciones sutiles y diálogos, contrastando las normalidades de los personajes para generar espacios incómodos que te hagan sentir inseguro con los prejuicios y la duda razonable de que lo que está pasando definitivamente no es común.

Es en estas dos secciones donde la película brilla como su contraparte extranjera, moviendo las piezas poco a poco hacia una espiral de horror y confrontación; sin embargo, la versión estadounidense no logra aterrizar su tercer acto de la mejor manera posible, pues la versión original queda completamente descartada en favor de una estructura completamente convencional que se aleja del brutalismo, la crudeza y el eterno retorno retratado por el filme europeo, y lo cambia por un final hollywoodense lleno de acción, resolución y la esperanza de un final feliz.

El final estadounidense, más que complementar o sumar a la experiencia, falla en darle un cierre a los elementos temáticos propuestos por la historia en sus primeros dos actos, dejando inconclusos algunos arcos de personajes y cambiando la perspectiva por completo, lo cual afecta a dos personajes para relegarlos a una típica enseñanza sobre el funcionamiento de las relaciones contemporáneas con tal de aportar un final mucho más común, y aceptable, para las audiencias americanas, lo cual contrasta por completo con la versión original, cuyo final oscuro aporte un camino circular para los personajes, concluyendo en una verdadera resolución de cada arco con apoyo de unas últimas escenas mucho más realistas.

Esta diferencia es importante, pues también está impregnada en las actuaciones: el cine europeo, en contraste, no se interesa en la construcción de una realidad ficcionada, por lo que es común encontrar que los filmes se basan en un reflejo completamente fiel al exterior humano, lo que incluye finales brutales y relativamente tristes – algo similar ocurre en Asia, Latinoamérica y África, solo que el primero lo combina con elementos literarios de la región, resultando en un espejismo que parece más apegado a la ficción; el segundo solo lo aporta al cine independiente, con los finales trágicos, pero completos, siendo cosa de la época dorada de la cinematografía de cada nación; mientras que el tercero es mucho más honesto y brutal con sus finales, sin temor a retratar la cotidianeidad en las pocas oportunidades que su cine tiene para expresarse – pero con la conciencia firme de completar un arco y expresar un argumento; el cine hollywoodense, la mayor parte del tiempo, no se preocupa mucho por estas situaciones, pues considera al cine más como un escape hacia el entretenimiento. No es algo que dañe la experiencia, pero sí se obtienen lecturas completamente diferentes de cada versión a pesar de ser, básicamente, la misma historia.

Dejando estos elementos de lado, el tercer acto aporta una confrontación satisfactoria donde el juego del gato y el ratón se vuelve más peligroso y entretenido, lo suficiente como para recompensar la atención de la audiencia.

Al final, No Hables con Extraños no escapa de las convencionalidades del cine estadounidense, pero, definitivamente, no cae en la lista negra de los remakes. Se trata de una versión interesante que mantiene cerca de sí lo suficiente del filme original como para causar impacto y conmoción, acompañada de su propio toque particular que satisface el deseo de un final concreto y “feliz” para una historia lúgubre y siniestra.

Las actuaciones, así como la calidad de su producción, definitivamente hacen que valga la pena la experiencia, y si algo más aporta esta película es que es funciona como una motivación enorme para animarse a ver la cinta original.

8/10