La antigua penitenciaría de San Javier es una de las construcciones más viejas y colosales de la ciudad de Puebla. Este recinto alberga una de las leyendas más populares, pues se dice que el alma de cientos de criminales aún rondan en la que fue una de las cárceles más estrictas del país.
Este inmueble está ubicado en la avenida Reforma número 1035 en el Centro Histórico de la capital poblana.
Este edificio fue construido para albergar originalmente al Colegio de San Francisco Javier, que fuera la última gran construcción que hicieron los Jesuitas en Puebla antes de ser expulsados del país.
Los Jesuitas formaron parte importante de la vida de Puebla, fueron los encargados de la educación de los indígenas por varios años y de la formación de miles de generaciones de personas.
Tras ser expulsados los jesuitas en el siglo XVII, a un costado de la institución fue construido un panteón para llevar a las víctimas de la epidemia de cólera en los años 1812 y 1813.
Fue hasta 1840, que se convirtió en una penitenciaría que, al ser concluida, casi es destruida por los franceses en 1863.
Hasta la fecha las huellas de las balas que atravesaron esos muros siguen ahí. En 1864 un sismo dañó las estructuras, de por sí averiadas por la batalla. Fue cuando nació la prisión, con la inspiración de los centros penitenciarios que comenzaban a surgir en Estados Unidos.
Los arquitectos a cargo fueron Eduardo Tamariz y Juan de Calva y Zamudio, que se basaron en los trazos de José Manzo, para concluir la obra en 1880, con celdas para hombres y mujeres, bóvedas, escaleras, oficinas y pabellones.
Pero este lugar tiene más allá de lo que uno se imagina, puesto que surge una leyenda que dice que en esos muros los reos fueron utilizados como conejillos de india y usados para varios experimentos.
Se dice que cuando Porfirio Díaz estaba de presidente, vio en Puebla a esta prisión de San Javier como un lugar para que científicos y médicos practicaran lo que habían visto en Europa en cuanto a identificación criminal.
Se cuenta que, hasta la fecha, en sus pasillos se escuchan los lamentos de los reos y surge otra leyenda, la del "Capitán Fantasma" , quien fue un criminal vestido de militar que, gracias a sus lazos con el diablo, desapareció un día de su celda sin dejar el menor rastro.
Lejos de estas leyendas, la antigua penitenciaría de San Javier fue la primera en el país que utilizaba un sistema de vigilancia para los delincuentes.
Además el 1 de abril de 1891 fue la primera en México en abolir la pena de muerte.
En 1984 dejó de ser una cárcel y dio un paso a convertirse en lo que hoy conocemos, un espacio que alberga actividades culturales e inclusive oficinas de gobierno.