El Barrio del Carmen es uno de los más antiguos de la ciudad de Puebla y se ubica al sur del Centro Histórico.
De acuerdo con cronistas, este barrio nació en 1548 con la donación de terrenos para dedicar una ermita a Nuestra Señora de los Remedios. Con la llegada de las Carmelitas Descalzas a Puebla en 1586, se les otorgó el cuidado de la ermita de la Virgen de los Remedios.
Poco después, gracias al obispo Diego Romano, esta ermita obtuvo tres porciones de terreno más, con lo que se logró la construcción de un convento y una iglesia dedicada a la Virgen del Carmen.
El 5 de febrero 1844, los frailes Carmelitas iniciaron la construcción del panteón que recibió el nombre de Santa María del Carmelo, a un costado de su convento, lugar donde actualmente es la 16 de Septiembre, entre la 17 y la 21 Poniente.
En el libro “Las Calles de Puebla” de Hugo Leicht, describe al cementerio de Santa María del Carmelo como un lugar grande y de forma octagonal, con árboles y flores en el centro, además de cuatro corredores, columnas góticas y un gran portón estilo Dórico. A un lado de este arco había dos figuras femeninas que representaban a “la parca”.
Estas dos esculturas romanas fueron llamadas lloronas o comadres, ya que según las historias, estas mujeres cobraban vida y se les escuchaba discutir durante la noche, y se callaban hasta el amanecer. Además de pelear, estas figuras se movían de su punto para asustar a cualquier persona que anduviera de noche por el cementerio.
Dicen que el alma de dos mujeres, penaban por castigo divino, ya que antes eran mejores amigas, pero una comenzó a sentir celos de la otra, hasta crear una enemistad llena de odio. Un fraile, que se percató de las discusiones violentas de estas dos mujeres, tuvo que intervenir y las sentenció: “Si no les basta esta vida para superar las diferencias, vagarán por toda la eternidad ensimismadas en estériles discusiones”.
Este relato fue sacado de Fernando Mario Salazar Aranda, fundador de la página de Facebook “Lo que quieres saber de Puebla”.
La segunda leyenda de este Panteón cuenta que los muertos cobraban vida para cuidar de sus pertenencias, y es que en aquellos tiempos las personas adineradas eran enterraras con sus tesoros más preciados, joyas, relojes, dinero, entre otras.
Cuenta la leyenda que el padre Moreno Rodríguez, párroco de la iglesia de San Miguel, al morir, fue enterrado con grandes joyas en el panteón del "El Carmen", con una cruz de marfil y llena de rubíes y diamantes.
Desafortunadamente, ambas tumbas fueron profanadas, causando consternación a los habitantes del barrio de El Carmen, pues se decía que para robar las joyas, los ladrones, le habían cortado las manos y dedos a sus víctimas.
Con el aumento de robos, los frailes carmelitas solicitaron la intervención de las autoridades para detener las profanaciones y encarcelar a los culpables.
Un día comenzó a circular el rumor de que, el profanador de tumbas era Fernando de Urdanivia y Peñafiel, quien era conocido por hacer préstamos y se dedicaba a la compra venta de joyas.
Los rumores apuntaban a que Don Peñafiel vendía en su tienda algunas de las joyas que habían sido robadas de las tumbas, ya que uno de sus sirvientes aseguró haber visto la cruz de marfil entre las cosas de Don Fernando. Aunque la cruz fue evidenciada, no hubo forma de demostrar que se trataba de la misma del padre Moreno.
Aunque Don Fernando se juró inocente, los rumores eran ciertos. Hace dos años, en una de sus andadas por los bares, conoció en el barrio de San Antonio a una mulata de la que se enamoró, la dama le pedía y exigía más de lo que Don Fernando le podía dar, así que en esos dos años nuestro personaje comenzó a saquear tumbas.
Tras verse en la ruina por los rumores, decidió huir a Xalapa, pero necesitaba dinero. Entonces decidió dar un último golpe.
La noche de Navidad, alrededor de las 12:00 de la madrugada, acudió al cementerio donde se topó con la tumba de Agustina del Haro y Tamariz, una dama de la sociedad poblana adinerada.
Mientras sacaba la tierra, rogaba por encontrar algún objeto de gran valor. Al abrir el féretro descubrió que Doña Agustina llevaba puesto un guardapelo antiguo de oro, una pulsera hecha de monedas de oro, collares de perla y de oro, así como un anillo de zafiro.
Al disponerse a cortar el dedo de Doña Agustina, escucho un “no” en medio de la oscuridad. Rapidamente comenzó a sudar frío, revisó a su alrededor y al no ver más que tumbas, continuó con su fechoría.
–“Te dije que no”, se escuchó nuevamente.
En ese momento, el cadáver cobró vida, lo tomo del cuello “maldito, maldito, decía la muerta, no te llevarás lo mío” le dijo. Aterrado, trató de huir del panteón, pero se vio rodeado por todos cadáveres a los cuales había saqueado, “Maldito Peñafiel “devuélveme mis joyas”, “entrega mi anillo”, gritaban todos.
A la mañana siguiente, el lugar era un completo desastre, pues varios cadáveres fueron encontrados fuera de su tumba. Cerca de la Iglesia se encontró el cuerpo de Fernando Peñafiel, junto a todas las herramientas que utilizaba en sus saqueos profanos.
Al quedar completamente desacreditado, el Panteón del Carmen fue cerrado y clausurado. En su lugar se edificaron casas y se construyó un parque que hoy es conocido como el Jardín del Carmen.
Esta Leyenda fue basada en el libro: "Otras Casas y Lugares Malditos de Puebla", escrito por Orestes Magaña.