Este 20 de julio se celebra el natalicio de Gilberto Bosques Saldívar, quien naciera el 1892 en Chiautla de Tapia, Puebla.
Profesor, periodista y político, Bosques Saldívar, participó en la rebelión de Aquiles Serdán en 1910 y tras el triunfo de la Revolución Mexicana, se convirtió en político.
Con una gran vocación pedagógica, fue un vehemente defensor de la dignidad de las personas, pero sobre todo de los perseguidos durante el fascismo y nazismo en la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1939 y 1944, se desempeñó como cónsul general de México en París, Bayona y Marsella, nombramiento que le otorgó el entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río.
Y fue desde este cargo, donde ayudó a miles de personas que fueron enviadas a México como refugiadas y donde pudieron comenzar una nueva vida, dejando atrás los horrores de la guerra.
Una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, el mandato presidencial era ayudar a los mexicanos que tuvieran problemas en la zona.
Conforme avanzaba el conflicto armado, también aumentó la ayuda a otros grupos vulnerables, en especial los refugiados españoles, judíos sin visa y otros europeos que querían escapar de la guerra.
La tarea de Bosques consistía en reportar las condiciones de guerra en Francia y Europa.
En junio de 1940 el cónsul poblano debió salir de París, cuando la ciudad estaba a punto de ser tomada por los alemanes.
Teniendo la instrucción de establecer el consulado donde le conviniera, viajó primero al sur y después a la costa norte.
Así pudo restablecerlo primero en Bayona, pero cuando los alemanes ocuparon la zona se trasladó con su familia y el consulado entero a Marsella, en el Mediterráneo, dentro de la zona del Gobierno francés de Vichy, independiente de los alemanes.
Siguiendo las instrucciones del presidente Cárdenas del Río, su primera preocupación fue defender a los mexicanos residentes en la Francia no ocupada. Pero pronto protegió también a otros grupos.
Apoyó a libaneses con pasaporte mexicano y a refugiados españoles que buscaban huir de los nazis.
Existe la creencia de que fue Gilberto Bosques, quien convenció al presidente Lázaro Cárdenas de abrir las puertas de México a los republicanos españoles.
Cuando en esa parte de Europa se supo de la ayuda que brindaba el cónsul mexicano la afluencia de refugiados que buscaban una visa mexicana se desbordó, por lo que Bosques alquiló dos castillos (el de Reynarde y el de Montgrand) para convertirlos en centros de asilo mientras se arreglaba su salida hacia México.
Entre 800 u 850 fueron alojados en uno de los castillos, mientras que en el otro quedaron 500 niños y mujeres.
Así fueron abandonando Europa los exiliados, a los cuales el Gobierno mexicano les ofreció la nacionalidad mexicana de inmediato en caso de que quisieran adoptarla.
Foto: Archivo El Universal
Los oficinas del consulado mexicano se encontraban en el mismo edificio en que estaban los representantes españoles del gobierno de Francisco Franco y la representación diplomática japonesa, ambos aliados de Alemania
Razón por la que tuvo que enfrentar el hostigamiento de españoles, japoneses y las autoridades pro alemanas francesas y el espionaje de la Gestapo.
A pesar de ello, Gilberto Bosques amplió su apoyo a los refugiados antinazis y antifascistas, a quienes les concedió visas mexicanas, para que las autoridades francesas los dejaran salir del país.
El caso de los judíos fue más complicado, sin embargo el consulado mexicano ocultó, documentó y tambipén les dio visas, pero era mucho más difícil sacarlos de Francia.
Documentos del Senado de la República, señalan que cuando México rompió las relaciones diplomáticas con el Gobierno de Vichy, el consulado fue tomado por tropas de la Gestapo alemana.
Se confiscó ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación.
Además Bosques, su familia (su esposa María Luisa Manjarrez y sus tres hijos: Laura María, María Teresa y Gilberto Froylán; entonces de 17, 16 y 14 años, respectivamente) y las 43 personas que formaban parte del personal del consulado, fueron trasladados hasta la comunidad de Amélie-les-Bains.
Después, violando las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al pueblo Bad Godesberg, y se les recluyó en un “hotel prisión”.
Allí destacó la actitud de Bosques ante un funcionario alemán:
"Le manifesté que todo el personal mexicano se sometería al reglamento que acababa de leernos, porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban ellos con los prisioneros."
Siendo aún prisioneros, Bosques llegaría a organizar conferencias e incluso una ceremonia del Grito de Independencia el 15 de septiembre. Después de poco más de un año, los mexicanos de Bad Godesberg serían canjeados por prisioneros alemanes.
Bosques regresó a México en marzo de 1944. Miles de refugiados españoles y judíos lo esperaban en la estación de ferrocarril Buenavista de la capital del país el 29 de marzo de 1944 para recibirlo.
Se estima que salvó alrededor de 40 mil personas de prisión, tortura y muerte, con lo cual, Gilberto Bosques SaldÍvar, escribió algunas de las más brillantes páginas de la diplomacia mexicana.
Falleció el 4 de julio de 1995 en la Ciudad de México.