Actualmente, al transitar sobre la avenida Juárez todavía es posible identificar un olor azufre y a la altura de la 17 Poniente, una torre de metal que se encuentra atrás de la sucursal de un banco.
Eso es lo que queda del Balneario La Paz, del cual hay registros de publicidad de 1934 y recuerdos de decenas de internautas que lo disfrutaron en las décadas siguientes.
El atractivo ha sido recordado en publicaciones del grupo de aficionados a la historia en Facebook de Puebla Antigua.
En un recorte de periódico de hace casi 90 años se observa un mensaje de feliz Navidad y próspero 1935 por parte del balneario.
Esa imagen publicada en la red social en 2020 desató que varios poblanos contarán lo que ahí vivieron.
Casi todos tienen recuerdos de las décadas de los 50 y 60, pero también de los 70 cuando comenzó el decline de este centro de recreación.
Entre lo rescatado de sus memorias destaca que funcionaba con aguas sulfurosas que venían de la zona de Rancho Colorado y que le daban al agua un aspecto verdoso.
El Balneario La Paz tenía una piscina de agua dulce que era muy profunda y un trampolín de hasta 10 metros de altura.
Había también albercas de aguas sulfurosas y espacios privados para rentar que aprovechaban las familias.
Muchos usuarios conocieron a Gustavo Amatzali, un trabajador que era salvavidas e instructor de natación para los visitantes que en muchos de los casos ahí aprendieron a nadar.
Algo que recuerdan de él es que era sordomudo y que con los años se convirtió en un personaje especial del balneario.
Otros internautas hacen referencia a que ese trabajador fue un luchador profesional que en los cuadriláteros llevó por nombre Demon Steel.
Por su ubicación, el balneario fue también el destino de quienes se iban de pinta, aunque el azufre no ayudaba, pues al volver a casa los delataba el olor.
Además de los atractivos acuáticos, el balneario contaba con un salón de baile que llevaba por nombre Hollywood. Abría los sábados, domingos y lunes y en él estuvieron agrupaciones como la orquesta de Tapia Rocha, la de Moy Hernández, Pancho Vidal y Pedro Gómez.
La memoria de quienes conocieron el balneario y su salón de baile es tan clara que hay quienes recuerdan que había un peculiar letrero en el que se instaba a no tirar las colillas de los cigarrillos prendidas para evitar que se quemaran los pies de las damas.
Sobre su cierre, algunos usuarios comentaron que se debió al deterioro del inmueble y de sus aguas, aunque hay también quien se pregunta si no se debió a un accidente trágico.
Al pasar por ahí, en las 5 Poniente 1708, ahora se puede observar un estacionamiento de fachada amarilla, lo que queda de la torre de trampolines y hay quien asegura que también quedaron desniveles y muros donde antes estaban los barandales de la alberca.