En lo profundo de la Sierra Mixteca, en el municipio de Tehuacán, Puebla, existe una antigua leyenda que ha pasado de generación en generación: la historia del Puente de los Duendes.

Estos pequeños seres mitológicos, conocidos en la tradición mexicana como aluxes, xocoyoles o chaneques, han sido descritos tanto como amigables como aterradores, y se dice que habitan ciertos rincones de la naturaleza, siendo capaces de interactuar con los humanos de maneras misteriosas e inquietantes.



En el folclore de la región, los xocoyoles son especialmente conocidos. Se dice que son criaturas aladas con rostros de niños que vagan desnudos y habitan en las cimas de los cerros y peñascos.

Algunos creen que estos seres son los espíritus de niños que murieron antes de ser bautizados, y que tienen la capacidad de controlar las tormentas. Estos misteriosos seres, se les puede encontrar en los estados de Morelos, Puebla, Estado de México y Tlaxcala.

Por ello, en Tehuacán la leyenda de estos duendes ha quedado entrelazada con la historia de un famoso puente de piedra.

La leyenda del Puente de los Duendes

El Puente de los Duendes es una estructura que fue construida hace mucho tiempo para que los habitantes del lugar pudieran cruzar el río sin mojarse, llevando sus carretas con seguridad.

Sin embargo, con el paso del tiempo, surgieron rumores sobre la presencia de duendes malévolos que habitan debajo de este puente.

Según las historias locales, estos duendes arrastran a hombres y mujeres hacia las sombras, y aquellos que caen en sus manos rara vez logran escapar.

Solo una persona, según cuenta la leyenda, ha logrado sobrevivir a este aterrador encuentro. Se trata de un hombre que solía frecuentar las fiestas del pueblo y volvía a casa muy tarde y ebrio.

Una de esas noches decidió ir a buscar leña cerca del puente, ignorando las advertencias sobre los duendes. Mientras caminaba de regreso, una misteriosa gallina apareció frente a él, cacareando ruidosamente.

El hambre lo llevó a perseguirla, pero lo que empezó como una caza fácil, terminó siendo una trampa, pues la gallina lo condujo directamente al puente.

Una vez en el puente, la estructura pareció derrumbarse bajo sus pies. El hombre fue arrastrado por una fuerza invisible hacia la oscuridad. Escuchó risas malvadas y vio cómo la gallina se transformaba en un pequeño hombre con ojos brillantes y maliciosos. Mientras el duende lo arrastraba hacia abajo, el hombre, desesperado, comenzó a rezar:

Al oírlo rezar, el duende soltó al hombre y se desvaneció en las sombras, dejando escapar a su presa. A la mañana siguiente, el hombre despertó en un campo cercano, cubierto de plumas ensangrentadas, con las piernas llenas de arañazos.

Desde entonces, la gente de Tehuacán evita cruzar este puente durante la noche, pues dicen que las criaturas aún habitan el lugar, y que sus risas y voces se pueden escuchar en la oscuridad.

Otros aseguran haber visto pequeños seres observando desde las sombras, listos para atrapar a cualquier desafortunado que se acerque demasiado.

Aunque algunos creen que estas historias son simples leyendas, la atmósfera misteriosa y las experiencias de aquellos que han tenido encuentros cercanos con los duendes mantienen viva la fascinación y el miedo en torno a este lugar.

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