La nonagésima séptima entrega los Premios de la Academia tendrá lugar este domingo 2 de marzo, y se trata de una de las ceremonias con más polémicas en la historia de los Oscar. Desde todo lo que tiene que ver con Emilia Pérez, hasta el uso IA para mejorar actuaciones, todo parece indicar que la credibilidad de la premiación está por los suelos; sin embargo, aún entre el escándalo, existe espacio para que el verdadero arte pueda ser reconocido, aún si es solo con la nominación del filme.
El Brutalista es precisamente eso. Una película que tuvo que sobrevivir al complejo desarrollo de la producción, enfrentando la polémica de su duración – tres horas y media – y el posible rechazo de las audiencias al ser una historia mucho más contemplativa, pero ¿qué la enmarca como una experiencia artística? ¿Vale la pena ofrecerle todo ese tiempo de atención?
Así llega El Brutalista. Dirigida por Brady Corbet (La Infancia de un Líder, Vox Lux) y protagonizada por Adrien Brody (Blonde, Asteroid City), Felicity Jones (Inferno, Rogue One: Una Historia de Star Wars), Guy Pearce (Iron Man 3, La Máquina Infernal), Joe Alwyn (Tipos de Gentileza, El Souvenir – Parte 2), Raffey Cassidy (El Sacrificio de un Ciervo Sagrado, Tomorrowland), Stacy Martin (Ninfomaníaca, La Última Fotografía), Alessandro Nivola (Kraven: El Cazador, Amsterdam), Isaach de Bankolé (Pantera Negra, Shaft) y Jonathan Hyde (La Cumbre Escarlata, La Momia).
En esta épica histórica seguimos la historia de Lásló Tóth (Adrien Brody), un celebrado arquitecto húngaro-judío que escapa del Holocausto hacia los Estados Unidos. Apenas sobreviviendo en las calles de Filadelfia, Lásló es reconocido por el multimillonario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), quien lo contrata para crear su máxima obra arquitectónica, la cual tomará décadas de su vida, debatiéndolo entre la pasión, la ambición y la oscuridad física y filosófica de la Tierra de las Oportunidades.
El Brutalista cuenta con 10 nominaciones en los Oscar 2025: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actor, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guion Original, Mejor Score Original, Mejor Diseño de Producción, Mejor Cinematografía, y Mejor Edición. Estos serán nuestros enfoques a lo largo de la reseña.
Comencemos con la actuación. Adrien Brody – nominado a Mejor Actor – ofrece una interpretación multifacética y fascinante, pero sumamente reconocible. Es innegable el talento que Brody derrama en pantalla, con una interpretación que parte desde los extremos más emocionales y se va reconstruyendo conforme la realidad norteamericana impacta con la ambición del personaje; sin embargo, estos dotes y viajes emocionales se comparan demasiado con la máxima obra actoral de Brody en su currículum: El Pianista (Dir. Roman Polanski, 2003).
Las similitudes entre personajes son obvias a primera vista: artistas que sufren el peor aspecto de la Segunda Guerra Mundial, logran huir y sobrevivir bajo sus propios métodos, reconstruyendo su vida a través del arte que creyeron jamás volver a ver. El desarrollo emocional que ofrece Brody durante la primera mitad de la película se concentra demasiado en este patrón, repitiendo, hasta cierto punto, las mismas características que su personaje en El Pianista: mismos manierismos, volumen de voz, la forma en la que interactúa con sus alrededores – con un toque de esperanza y miedo de la realidad –, lo cual ofrece un sentido de familiaridad extraña, pues es como volver a ver la misma película dos veces.
Por otro lado, la segunda mitad del filme es donde se encuentra el aspecto más fascinante de la actuación de Brody, pues confronta la emocionalidad del personaje, aterrado por su nuevo ambiente y la incertidumbre del futuro, con las dificultades políticas, sociales y económicas del paso del tiempo, dando como resultado una serie de interacciones y evoluciones mucho más contrastantes e interesantes, donde el hombre asustado ahora debe ser astuto y seguro con sus decisiones, hacer valer sus opiniones y sedimentarse como una voz que vale la pena ser escuchada en el eco del tiempo.
Esta evolución, sin embargo, no sería tan interesante sin la existencia de sus dos pilares más importantes en la historia: Felicity Jones – nominada a Mejor Actriz de Reparto – y Guy Pearce – nominado a Mejor Actor de Reparto –. Pearce se construye como la máxima fuerza antagónica del filme, una representación absoluta de un sistema – la economía capitalista –, su política y la perspectiva de la sociedad que la habita como una insignia nacional. De manera brillante, Pearce construye un ser elocuente y siniestro, ambicioso y encantador, impoluto en palabras y acciones, pero despreciable en reacciones y gesticulaciones, planteándose ante Brody como un ídolo de esperanza que alimenta el ego de la ambición en el nuevo mundo, sólo para deconstruirse lentamente como un ser envidioso y vanidoso que busca someter a todo aquello que sea ajeno de su realidad.
Jones, por otro lado, actúa como una brújula moral y nostálgica en la vida del personaje de Brody, ofreciendo un soporte emocional que irradia propósito al aspecto más artístico del personaje, personificando pasiones y miedos: desde la memoria del hogar que perdió, pasando por las pesadillas de la guerra, hasta llegar a la esperanza y la ansiedad del futuro y su posible legado. Con una voz mucho más suave, miradas más contemplativas y diálogos suficientes, el personaje de Jones se planta desde la primera secuencia como una luz al final del túnel, rivalizando con Pearce en escenas que generan una tensión más que palpable.
Lo anterior es resultado de un excelente trabajo de dirección por parte de Brady Corbet, quien no solo logra balancear las personalidades y propósitos de los personajes con una serie de arcos completos e interconectados de manera brillante, sino que va más allá hacia una construcción ambiental fenomenal que hace de los espacios urbanos y naturales un agasajo arquitectónico como ningún otro.
Corbet decidió grabar el filme en VistaVision, un formato de resolución fílmica de 35 mm creado en 1954, aportando un aspecto ratio de 1:85:1, lo cual ofrece más espacio horizontal y vertical para la información, dando como resultado una serie de encuadres masivos que permiten a la arquitectura dominar los cuadros como si de estructuras titánicas se trataran. Lo anterior se suma a una calidad de imagen que goza del uso de grano para un aspecto mucho más anticuado que le suma a la experiencia del filme, aportando un aspecto de archivo y volumen que se extraña en el cine contemporáneo.
La cinematografía se construye a partir de estos elementos, aprovechando la luz natural de los espacios para iluminar escenarios masivos y de verdadera complejidad arquitectónica. Rebotes y reflejos son los elementos característicos y completamente aprovechados para obtener un aspecto rígido y limpio, el cual va evolucionando junto a la historia y al personaje de Brody, vinculando arte y artista como una verdadera expresión de su emocionalidad, un escape a través del cual su mente puede verdaderamente hablar. Este diseño de producción resulta brillante, con cada material reflejando una textura e identidad distinta y única en pantalla, con un significado puntual para cada espacio y tiempo determinado.
Lo anterior demuestra un manejo de guion excepcional, así como un reto al momento de observar el filme. La historia está completamente vinculada a una narrativa secundaria que toma a la arquitectura como verdadero punto de expresión emocional e histórica, pero esta no es el enfoque principal de la cámara ni de la narrativa, creando una trampa visual. Mientras que la atención se basa en las conversaciones y en las gesticulaciones, la verdadera lucha emocional y representación del tono y tema del filme suceden al fondo, lo que hace necesaria ver la película más de una vez para observa la historia en su totalidad.
Al ser un filme de casi cuatro horas, el guion escribe su historia sin prisa alguna, desarrollando los hechos paso a paso y con meticulosidad precisa para no perder ningún momento en el desarrollo emocional, psicológico y físico del personaje y sus alrededores. En este sentido, la edición es perfecta, tomando su tiempo en momentos contemplativos, jamás interrumpiendo las emocionalidades ni los paisajes, creando un ritmo constante que toma a la audiencia de la mano a través de una experiencia serenamente intensa, siendo benevolente con un intermedio en el momento preciso para reflexionar sobre la historia y pensar en lo que vendrá.
Toda esta construcción suma al núcleo de la historia, sedimentado en la idea del legado. Más allá de la superación de la oscuridad del tiempo y perseguir la pasión artística, el filme se interesa en preguntar a la audiencia sobre lo que hacemos con nuestro tiempo en el gran panorama de la historia mundial, tomando a la arquitectura como uno de los elementos principales para que la humanidad deje un vestigio existencial, un propósito y legado que pueda perdurar.
El score es titánico, pero quizá no suficiente para su propia escala en términos de duración. Los tonos son altos y bombásticos, con una orquesta que engrandece los hechos, pero estos temas no participan demasiado, optando por situaciones sin música que deja a los personajes experimentar el momento.
Finalicemos con la polémica: El Brutalista fue señalada por el uso de IA para mejorar la interpretación lingüística de los actores cuando estos hablaran húngaro, y esto, definitivamente, es lamentable. No solo es notable en ciertas escenas, con el audio convirtiéndose en una versión mucho más limpia en segundos y regresar con pequeños tonos de ruido a la espera de que nadie lo note, sino que demerita el trabajo de otros actores en la industria, quienes, siendo extranjeros, han tenido que adaptarse por completo al inglés para conseguir papeles, mientras que nativos del inglés no se comprometen en comprender un idioma para el papel. El uso de IA mata la idea de una interpretación genuina, amenazando con matar la experiencia en medio de escenas importantes.
Al final, El Brutalista es, con todo el derecho, una épica histórica a la vieja escuela, repleta de escenarios y técnicas cinematográficas imperdibles, una experiencia tanto familiar como diferente, con una historia que valdrá la pena repetir más de una vez para comprender y admirar la verdadera narrativa arquitectónica que propone. Se trata de una increíble obra que merece todo el reconocimiento como arte.
9.8/10