Cuando hablamos sobre biopics, o películas biográficas, que hablan sobre figuras y tiempos históricamente relevantes, podemos esperar que los directores, guionistas y estudios estén completamente de acuerdo y a bordo de una narrativa política específica que será transmitida a través de la dramatización en pantalla. En este sentido, los protagonistas, y sus antagónicos históricos, reciben un tratamiento que potencializa sus cualidades y defectos, llevándolos, en situaciones extremas, al terreno del heroísmo y la villanía absoluta, lo cual también modifica la visión histórica del tiempo y el espacio para apoyar el drama de los hechos.

Por ejemplo, Corazón Valiente (Dir. Mel Gibson, 1995) modifica por completo al personaje histórico de William Wallace para hacerlo la viva imagen del guerrero heroico lleno de honor y esperanza, mientras el Rey Eduardo I se vuelve su antítesis absoluta en términos de moral y ética en una historia que enaltece la rebelión y la libertad. Por otro lado, Amadeus (Dir. Milos Forman, 1985), lleva al extremo el antagonismo entre Mozart y Salieri para reafirmar una historia sobre el arte, los peligros de las aspiraciones y la condena de los celos. Vice (Dir. Adam McKay, 2018) construye sobre los peores aspectos de Dick Cheney para hablar sobre la guerra, Gandhi (Dir. Richard Attenborough, 1982) idolatra el mito del hombre en favor de la libertad, El Código Enigma (Dir. Morten Tyldum, 2014) modifica la personalidad de Alan Turing para crear un héroe incomprendido, entre otros ejemplos.

Sin embargo, una cosa es hablar sobre estos temas dado el paso del tiempo, cuando es más sencillo detenerse y analizar las causas y consecuencias detrás de la historia, pero ¿qué pasa cuando los hechos que retrata una película son recientes? ¿Qué sucede si la figura a analizar está viva y es una de las más controversiales en la política contemporánea? ¿Dónde está la línea narrativa? ¿Cómo podemos diferencias entre propaganda, crítica y arte?

Así llega a los servicios de Streaming El Aprendiz. Dirigida por Ali Abbasi (Shelley, La Araña Sagrada) y protagonizada por Sebastian Stan (Capitán América y el Soldado del Invierno, Un Hombre Diferente), Jeremy Strong (Succession, Maestro), Maria Bakalova (Guardianes de la Galaxia Vol. 3, Muerte muerte muerte) y Martin Donovan (Ant-Man, Tenet).

En esta curiosa biopic seguimos la historia de un joven Donald Trump (Sebastian Stan) en su búsqueda por convertirse en un hombre de negocios consagrado que pueda vivir a las expectativas de su padre. Tras conocer al infame abogado Roy Cohn (Jeremy Strong), la vida de Trump toma un vertiginoso giro ascendente que lo llevará hasta la cima del egocentrismo estadounidense.

Iniciemos con el apartado técnico, el cual es absolutamente brillante en todo sentido. La cinematografía es lo primero que salta e invade al espectador con un manejo de cámara y edición de imagen completamente lleno de personalidad y propósito, construyendo su narrativa a través de un aspecto ratio 4:3 en conjunto con una calidad de imagen completamente saturada de grano y con un gran contraste entre iluminaciones y sombras, lo cual, en conjunto, simula el aspecto clásico de las películas de los 70’s y 80’s, creando la idea de ser una verdadera cápsula del tiempo que evoluciona mínimamente mientras la película progresa en el tiempo y en el desarrollo de su personaje titular.

Lo anterior es llevado a una propuesta mucho más elaborada cuando se agrega el manejo de cámara a mano o handheld, agregando dos aspectos importantes a la narrativa visual: el primero siendo una calidad urbana en el sentido de que la audiencia forma parte de la multitud neoyorquina, forma parte de la ciudad en sí misma, mientras que el segundo es un motivo de calidad documental que juguetea con ángulos típicos de los reality shows de los 90’s, homenajeando, principalmente, al propio programa estilo reality que Trump tenía sobre negocios en la misma década.

Combinar estos elementos técnicos y cinematográficos da como resultado una perspectiva mucho más cruda, urbana y hasta clandestina de lo que vemos en pantalla. Invita al espectador a ser un ojo curioso entre la multitud y el espacio mismo para observar todo aquello que no debería.

El cambio en la calidad de imagen del filme no es el único indicador del paso del tiempo, pues el diseño de vestuario y el diseño de producción – entiéndase como la construcción de sets y escenografías – son un retrato perfecto del tiempo, con una atención al detalle espectacular, creando un verdadero agasajo al ojo de la audiencia, lo cual mejor aún más cuando estos dos departamentos son abordados como verdaderas narrativas secundarias que nos hablan sobre el cambio en la ambición de Trump como personaje. Mientras que el vestuario es más obvio en este sentido, con una clara evolución de un traje o vestido barato hacia uno caro en su ascenso hacia el poder, los interiores no hacen más que crecer, literal y figurativamente, pues una vez que inicia el recorrido ascendente de Trump, los escenarios comienzan a ubicarse cada vez más altos sobre la ciudad, llegando al punto en el que la calle jamás es tocada de nuevo más allá de la segunda mitad del filme, con el horizonte de la ciudad siendo el nuevo límite perpetuo.

La edición y el montaje del filme es de precisión cronométrica. Juegan con la idea de una edición completamente basada en los reality shows noventeros, agregando vertiginosidad, tensión y velocidad a la película con cortes precisos, ayudando a construir una narrativa compartida en el ritmo de la ambición de Trump. Muchas secuencias se sincronizan a la perfección con música popular y con un score claramente siniestro, lo que le da una calidad mucho más puntual al ritmo de la película, cautivando la atención de la audiencia y llevándola en un viaje rítmico perfectamente coordinado.

Las actuaciones son brillantemente brutales. Sebastian Stan desaparece por completo detrás de su interpretación, la cual es una maestría absoluta en cuando a métodos de actuación se refiere, pues logra imitar a detalle todo tipo de manierismo corporal, expresión facial, muletilla y movimiento posible para personificar a Trump; si bien es cierto que elige no imitar el acento, esto en definitiva es un punto a favor, pues sería demasiado distractorio y podría caer en el ámbito de la parodia. La emocionalidad que Stan lleva a la pantalla es digna de estudiarse, capaz de ser un ser despiadado, brutal y directo al mismo tiempo que porta una máscara que apela al encanto, resultando aún más fascinante cuando estas facetas se combinan, interactúan y cambian por segundos hasta ser completamente transformados por arrebatos de ira y emocionalidad pura en cuestión de segundos, sólo para volver a su estado ficticio tan pronto salieron a la luz.

Jeremy Strong, por su parte, es absolutamente siniestro como Roy Cohn. A diferencia de Stan, la actuación de Strong se basa en la comunicación a través de sus ojos, los cuales, desde la primera secuencia te dan toda la información que necesitas sobre el personaje, tanto en su naturaleza despiadada, como en el triste, pero quizá merecido final que él mismo se buscó. Resulta una actuación completamente calculada hasta el mínimo detalle, igual de brutal y salvaje que Stan, lo cual crea una hermosa danza cuando ambos están en pantalla. Observar la energía, la química y la fuerza entre ambos actores cuando entran en acción juntos resulta verdaderamente fascinante.

Llegamos al punto crítico, el guion. La escritura y dramatización de los personajes está a la altura de la calidad técnica del filme, siendo un logro absoluto el no combinar afiliaciones u opiniones políticas para no encasillar a Trump o a Cohn en tropos estereotípicos que se lean como villanos absolutos. El filme entiende que no es su trabajo decirte que lo que hacen está mal, porque obviamente lo está, por lo que aprovecha esa obviedad en su favor para construir la naturaleza de los personajes como seres naturales, logrando engañar a la audiencia en un viaje del héroe retorcido de manera efectiva.

Con lo anterior, nos referimos a que la película, estructuralmente hablando, te venda la idea de un Trump inocente que vivió la corrupción de su persona a manos de Cohn, pero esto no te lo dicen los hechos del filme, los cuales evidencian la naturaleza de Trump desde el primer momento, sino que esto te lo cuenta la iluminación. Aprovechando el contraste de sombras, el filme es lo suficientemente inteligente como para iluminar a Trump como un ser sin poder, el cual, recibe todo tipo de luz al avanzar la historia, lo cual revela toda su identidad. Es un recurso brillante, porque, a pesar de que logres identificar la naturaleza del personaje de inmediato, visualmente crea curiosidad, invitándote a observar hasta el final.

El gran problema del filme, a pesar de todo esto, es su propósito. Como biopic, queda claro que no es una propagando a favor de la figura de Trump, en especial al retratar momentos violentos como violaciones; sin embargo, tampoco se trata de un filme de protesta ni de denuncia, tampoco es una advertencia ni un viaje emocional de entendimiento. Podría pasar como una colección documental de recuerdos, pero incluso si este es el objetivo, aún persiste el por qué detrás de arriesgar todo por una producción como esta, la cual fracasó en la taquilla. Quizá la respuesta esté tras múltiples observaciones.

Al final, El Aprendiz es una excelente película repleta de genialidades técnicas en todo sentido. Una película digna de ser estudiada y analizada, llena de ejemplos y consejos narrativos y cinematográficos, la cual cuenta con un guion fascinante, vertiginoso y complementado con una gran historia. Una película absolutamente redonda, bien construida, pero que quizá no sabe para qué público está dirigida, en especial cuando parece no preferir una postura política absoluta – en este sentido, quizá sea como El Lobo de Wall Street (Dir. Martin Scorsese, 2014), donde Scorsese mencionó que no se trataba de una película aleccionadora donde fueran necesarios diálogos que satanizaran lo que claramente ya estaba mal, sino que es tan solo un retrato, un recordatorio de que los villanos, los antagonistas, existen en la vida real, nos guste o no.

Es una pena que este filme no fuera tomado en cuenta en la temporada de premios, pues se trata de una verdadera propuesta artística.

9.8/10

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