En el Puebla de finales del siglo XIX, el río Atoyac era un lugar de belleza serena y cristalinas aguas.
Los habitantes de la ciudad solían disfrutar de sus márgenes, aunque raramente se aventuraban a caminar por ellos. Sin embargo, una antigua leyenda rodea a este río, una historia que ha sido transmitida a lo largo de los años y que revela un misterio fascinante.
Cabe mencionar que está fascinante historia, se encuentra en el libro Leyendas de Puebla (2004) por Salvador Momox Pérez y Roberto Vélez de la Torre.
La leyenda comienza un domingo, cuando Basilio, un hombre de 50 años, decidió llevar a sus sobrinos a dar un paseo por la orilla del río. Al acercarse al sur, se encontraron con un espejo de agua a unos 100 metros del caudal principal. Basilio, intrigado, se acercó con los niños y descubrió una pequeña laguna de tonos azul y verde, adornada con peces de colores que nadaban alegremente.
Deslumbrado por la belleza del lugar, Basilio y los niños se despojaron de su ropa y se sumergieron en el agua. Sin embargo, pronto notaron algo inquietante: los peces comenzaron a formar la palabra “auxilio”.
Alarmados, salieron rápidamente del agua y regresaron a su hogar, donde compartieron su experiencia con familiares y conocidos. La noticia se propagó rápidamente, pero a pesar de los esfuerzos por encontrar la laguna de nuevo, nadie pudo localizarla.
La laguna, ahora conocida como "la laguna encantada del Atoyac", se convirtió en un enigma para los pobladores. Algunos creen que la laguna fue sepultada con el crecimiento de la ciudad y la entubación de partes del río. Otros sugieren que los peces estaban tratando de advertir sobre el triste futuro del río debido a la contaminación y la industrialización
El Río Atoyac en la actualidad
El río Atoyac, también conocido como el río Balsas tiene una longitud aproximada de 200 kilómetros cuadrados. El Río Atoyac nace en la sierra Nevada del estado de Puebla, desciende y se interna al suroeste de Tlaxcala, hasta descargar sus aguas en la presa Valsequillo.
En la época colonial y el siglo XIX, el río era caudaloso y se le comparaba con el Nilo por su fertilidad y su capacidad para favorecer la producción de maíz y trigo. Las aguas cristalinas albergaban una rica fauna, incluyendo peces, ranas, sapos, charales y ajolotes, y una vegetación útil para la alimentación y la medicina.
Hoy en día, el río Atoyac enfrenta una grave contaminación debido a las descargas de aguas residuales de industrias textiles, agrícolas, metalúrgicas y automotrices, así como la mala disposición de residuos sólidos y la expansión desordenada de la región.