Dependiendo de la perspectiva, seis años puede ser mucho tiempo. Incontables cosas pueden cambiar en ese lapso, y dentro de la industria cinematográfica ha existido una gran serie de altibajos artísticos y corporativos que modificaron por completo el panorama del medio.

A manera de resumen, completamente relevante en los adentros de la presente crítica, podemos enunciar que en ese tiempo se ha observado la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney, un declive importante en la calidad de la mega franquicia transmedia del Universo Cinematográfico de Marvel – señalado y criticado internacionalmente desde el inicio de su Fase 4 en 2021 –, el cuestionamiento pertinente sobre la existencia de una fatiga del género de superhéroes – y de su más reciente concepto introducido a las audiencias masivas: el multiverso –, y la máxima pregunta en un mundo rodeado por el Streaming: ¿vale la pena seguir yendo al cine?

Así llega a las salas de México la más reciente propuesta de Marvel Studios: Deadpool & Wolverine. Dirigida por Shawn Levy (Free Guy: Tomando el Control, 2021; Gigantes de Acero, 2011), y protagonizada por Ryan Reynolds y Hugh Jackman, quienes regresan en sus respectivos roles titulares de la franquicia mutante, en conjunto con Emma Corrin (The Crown, A Murder at the End of the World), y Matthew Macfadyen (Succession, Orgullo y Prejuicio).

En esta aventura, la tercera dentro de la franquicia del Mercenario Bocón, Wade Wilson/Deadpool (Ryan Raynolds) se encuentra sin un propósito en la vida hasta que es abducido por un comando de la Autoridad de Variación Temporal (AVT) a cargo del misterioso Sr. Paradox (Matthew Macfadyen), quien coloca una terrible revelación sobre los hombros de Deadpool, obligándolo a viajar por el multiverso hasta encontrar al Wolverine (Hugh Jackman) correcto que le ayude a salvar su mundo. Esto si no es que Cassandra Nova (Emma Corrin) logra destruirlo primero junto al resto del multiverso.

La existencia de esta película es, por mucho, un milagro, justo como lo fue el estreno de su primera parte en 2016. Mientras que en esa época se debatía la existencia de una película clasificación C de superhéroes por temor a la baja recaudación que podría ofrecer – hecho completamente desmentido por la propia película y sucesores como Guasón –, hoy en día el panorama presenta retos mucho más complicados, con una audiencia retadora que ha acompañado el crecimiento de la franquicia por 16 años, y cuya tendencia de atención, mal alimentada por el entretenimiento en general, radica en la nostalgia. Aunado a esto, Marvel Studios mantiene la enorme presión de tener de vuelta en su poder el control completo de los personajes que antaño había vendido a la ahora difunta 20th Century Fox, estudio que creó la tan amada, y cuestionada, franquicia cinematográfica de los X-Men.

Por cinco años desde 2019 se ha mantenido el suspenso de lo que hará el UCM con los mutantes, con muchos esperando la confirmación de una nueva película del equipo insignia lo más pronto posible, por lo que saber que el primer proyecto oficial era una tercera parte de Deadpool, con el regreso de Hugh Jackman y la conservación de la clasificación para adultos, fue toda una sorpresa, y las dudas solo crecieron hasta germinar respuestas este 25 de julio, las cuales, afortunadamente, son extremadamente positivas.

Deadpool & Wolverinees, en su núcleo, una road movie, donde dos personajes abandonan su hogar en un viaje que altera su perspectiva de la vida y de sí mismos, a lo largo del cual se encuentran con diferentes personajes que ayudan a modificar ese enfoque. En ese sentido, la película mantiene el corazón emocional que ha distinguido a la franquicia más allá de los chistes irreverentes y la violencia extrema, observar a Deadpool lidiar con obstáculos, físicos y emocionales, que reafirman su vínculo con quienes ama, llenándolo con una identidad relacionable para las audiencias, lo cual invita a seguir su odisea.

En ese contexto, la actuación de Ryan Reynolds sigue siendo espectacular. Él encarna al personaje en cada línea que dice, cada gesticulación agrega un detalle extra al personaje, ayudándolo a crear su propia aura que se vuelve por completo dominante en la película de la mejor manera posible. Aquellos momentos emocionales continúan siendo formidables porque Reynolds entiende cuando retroceder en el volumen de la energía de su personaje, permitiéndose revelar una faceta frágil que se agradece dentro de un ritmo tan alocado como el que ofrece esta aventura.

Hugh Jackma, por su parte, es Wolverine. Ha hecho suyo al personaje después de interpretarlo por 23 años, y resulta fascinante que cada vez que regresa tiene la oportunidad, y la habilidad, de mostrar una nueva cara del personaje, y es en esta versión en donde encuentra un balance de todas las facetas previas, agregando, y abrazando sin miedo, un aspecto que solo el UCM puede ofrecer y que los fanáticos han esperado tanto tiempo por observar en pantalla: el lado más fiel al cómic. El traje, los movimientos, las expresiones, la manera en la que se relaciona con su ambiente; todo se siente completamente orgánico dentro del desarrollo del personaje, y es como si jamás hubiera dejado el papel.

En términos de acción, esta película lo tiene todo: las coreografías son superiores a las de las dos películas anteriores, no solo en cuestión de ritmo y manejo de cámara, donde ahora se nos permite tener un festín de imágenes que no oculta nada al espectador y además juega con ángulos diversos y entretenidos que suman a los chistes, a la tensión, y a la diversión. Si bien los sets no son tan elaborados como en la segunda parte, en esta se aprovecha lo que se tiene, y se hace al máximo, exprimiendo el potencial de las situaciones para ofrecer a la audiencia una experiencia que deje huella.

Esta es una película sobre el multiverso, y como tal, los fans esperan un sinfín de cameos que cumplan con todas sus expectativas y sus sueños más alocados. Deadpool & Wolverine cumple, y lo hace de la mejor manera posible. Resultaría sencillo inundar a esta película con tantas caras familiares como fuera posible, convirtiéndola en un camino rocoso donde cada rostro reconocido no fuera más que un desesperado grito de atención, pero la inclusión de los cameos, los cuales en sí son participaciones especiales que nadie se hubiera imagino posibles, funcionan orgánicamente dentro de la película y a un nivel diferente bajo el metacomentario. Y es aquí donde, quizá, la película encuentra una de sus debilidades.

Los chistes meta dentro de Deadpool & Wolverine son de lo mejor, en especial cuando se abordan hacia temas como el propio UCM, Disney, la antigua Fox, cultura popular, entre otros, pero a medida que la película avanza, estos chistes se vuelven mucho más complejos, en donde, en ocasiones, es necesario tener un contexto extra sobre la relación de los actores, rumores pasados de películas de superhéroes, conocer sobre la historia de producciones pasadas de Marvel, etc., y aunque puede sonar tedioso, esto no interrumpe el ritmo ni la gracia de la película, pero si conoces sobre estos temas, definitivamente es un detalle extra que se valorará en cada momento.

El resto del humor funciona la mayoría del tiempo, con solo algunas situaciones que podrían sonar confusas o nada graciosas acompañadas de pequeñas pausas donde se siente que la película espera a que la audiencia pare de reír. Afortunadamente, estos momentos son pocos, y son acompañados por una ráfaga de chistes y situaciones que ayudan a balancearlo y esconderlo en ocasiones. Se tiene que estar consciente sobre el tipo de humor que se maneja, el cual, por naturaleza del personaje, se basa completamente en lo ofensivo, pero es gracias, nuevamente a la actuación de Reynolds y Jackman, que esto se entrega de manera efectiva.

Si hablamos de puntos negativos, los antagonistas – Cassandra Nova y el Sr. Paradox – son quienes entran en el tema. Si bien ambos trabajan de manera espectacular en pantalla, con Emma Corrin entregando una antagonista sin escrúpulos, atemorizante y divertida de ver en sus interacciones, y Matthew Macfadyen divirtiéndose en un papel corporativo que no oculta sus intenciones al creerse a sí mismo como el bueno, la película falla en construir una verdadera aura de presencia alrededor de ellos a lo largo de la historia. Tenemos consciencia de que continúan allí afuera amenazando a la meta de los protagonistas, pero no son personajes que impulsan el movimiento de la trama, sino que esperan a que esta llegue a ellos, dejándolos estáticos por mucho tiempo, haciendo que su efecto disminuya y la atención de la audiencia fluya hacia otros aspectos.

Además, los temas y arcos de la película que abordan tanto a Deadpool como a Wolverine no son tan novedosos. El primero ya ha contado con el cuestionamiento de su heroísmo en sus dos películas pasadas, supuestamente dejando en claro el tipo de héroe que quiere ser, y aunque aquí se añade el tema del propósito en la vida, no alcanza a cocinarse bien debido a todo lo demás que aborda la película en nivel visual. Por otro lado, el viaje de Wolverine como “el hombre equivocado para el trabajo que debe saltar a la acción por su corazón” ya fue brillantemente utilizado en Logan, y aquí no se aborda un ángulo nuevo más allá de tener elementos más apegados a la mitología mutante en su sistema. El viaje de ambos recuerda un poco a la búsqueda de propósito de Loki en su serie de Disney+, pero en ella fue la culminación de una narrativa de diez años, y aquí es un desarrollo de 124 minutos que ya había sido explorado antes.

En niveles técnicos, el soundtrack es imperdible, lleno de canciones reconocidas que suman al ritmo y a la diversión de la película. Los efectos funcionan de forma espectacular el 90% del tiempo, con algunos momentos siendo cuestionables solo por breves instantes; lo cierto es que la calidad es muy similar a las dos películas anteriores. La edición es frenética y te absorbe por completo sin dejar de soltarte en ningún instante; cuando la película se detiene lo hace en los momentos correctos, y son esos suspiros los que ayudan a elevar la acción y la emocionalidad dentro de la película.

Finalmente, esto funciona como una verdadera carta de despedida a todo lo vivido en la era mutante de 20th Century Fox. Una forma de parte de Marvel Studios de agradecer a los fans por seguir en esto desde 2001, agregando momentos verdaderamente especiales que funcionan como una antesala para lo que pueda venir en el futuro; afortunadamente, esto no daña la integridad de la película como producto único, pues no se observa como un comercial hacia le próximo proyecto del estudio, sino como un verdadero festival de diversión entregado con pasión y que ofrece, en muchos aspectos, un final satisfactorio.

Al final, Deadpool & Wolverine es un espectacular momento en el cine. Un viaje por una emocionante montaña rusa para disfrutar, reír, recordar en ocasiones, que te deja al filo de tu asiento durante sus mejores escenas, y que hace lo que una película de una gran franquicia debe hacer: satisfacer a la audiencia y dejarla emocionada por lo que sigue después, no porque lo promocionaran durante la película directamente en los ojos de las personas, sino porque hacen que ames y te importen los personajes, que te preocupen, y que genuinamente quieras ver qué les depara el futuro.



La máquina llamada Universo Cinematográfico de Marvel aún tiene energía dentro de ella, y esta película es prueba contundente de ello. La fatiga de los superhéroes quizá no exista, y es la fatiga en malos guiones y en la falta de pasión lo que siempre ha sido verdad. Quizá no sea la película mesiánica que salve por completo al UCM después de sus tropiezos, pero es un gran inicio hacia un mejor camino.

Y sí, aún vale la pena ir al cine.


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