Cuando una persona fallece, la creencia generalizada es que el alma se separa del cuerpo, lo que lleva a suponer que se trata de un elemento físico y no intangible que podría tener un peso. De ahí que, durante más de un siglo, se señale que el alma podría pesar 21 gramos.
De hecho, este dilema llegó al cine en 2003 con “21 gramos”, una película dirigida por Alejandro González Iñárritu y escrita por Guillermo Arriaga.
En general, el alma se considera intangible, incorpórea e independiente del cuerpo. El alma y el cuerpo son dos conceptos distintos de una misma sustancia.
La afirmación de que el alma pesa 21 gramos tiene su origen en un estudio realizado por el doctor Duncan MacDougall en 1907.
MacDougall fue un médico y farmacéutico de Massachusetts que creía que el alma tenía un peso físico y que podría medirse mediante la diferencia de peso en un cuerpo antes y después de la muerte. Para determinar el peso del alma, midió el peso de seis pacientes terminales en un hospital en el momento de su muerte. Con el fin de medir la pérdida de peso con precisión, utilizó una balanza especialmente diseñada con una capacidad de medición de 0.01 gramos.
MacDougall concluyó que los pacientes perdieron un promedio de 21 gramos en el momento de la muerte, y, en consecuencia, interpretó que esa pérdida de peso se debía a la salida del alma del cuerpo.
De esta manera, a lo largo de un siglo, este dato ha permanecido como una referencia popular, aunque hasta el momento no se ha realizado un estudio serio y profundo para determinar si el alma tiene peso o no.