Por lo general, cuando una película con cierta temática religiosa católica-cristiana llega a la temporada de premios, se espera que esta caiga en una de tres categorías, la primera siendo un filme que favorezca a la fe y a la iglesia como institución como el mejor camino de redención y bondad; la segunda siendo una épica de gran escala con elementos históricos; y la tercera donde se expongan los crímenes y escándalos de la institución y su eventual impacto en la crisis de fe de los creyentes alrededor del evento; todo esto siguiendo un contexto global que sitúa a la película como un argumento directo de la industria del entretenimiento occidental, patrocinado por las academias cinematográficas más relevantes de Estados Unidos, donde se establece la postura pública de los medios, nuevamente, con respecto a la fe y a la institución.
Por ejemplo, las dos últimas películas con temática religiosa que más revuelo provocaron durante su respectiva temporada de premios fueron En Primera Plana (Dir. Tom McCarthy, 2015) y Los Dos Papas (Dir. Fernando Meirelles, 2019), donde la primera abordaba el desarrollo periodístico del periódico The Boston Globe para exhibir los crímenes sexuales de la iglesia en Massachussets durante 2001, y la segunda trataba la relación entre el Papa Benedicto XVI y Francisco I previo al ascenso del segundo. Ambos filmes, extremadamente opuestos en tema y tono, sirvieron como estandarte mediático durante sus respectivos tiempos, con En Primera Plana ganando el premio a Mejor Película en una época cuando la administración de Francisco I comenzaba a revelar los crímenes y encubrimientos de la iglesia sobre abusos a nivel mundial; mientras que Los Dos Papas surgía en medio de un periodo donde se promovía la unión de la institución para apoyar a las reformas de Francisco I, utilizando la imagen de aprobación de Benedicto XVI a pesar del surgimiento de las acusaciones en su contra por encubrimiento.
Con lo anterior, se crea la imagen de que Hollywood impulsa una historia de este tipo si y solo si existe un mensaje de tipo político, social y filosófico que se mantenga en una posición que quieran dar y que resulte relativamente relevante para las masas desde su perspectiva, lo cual, usualmente, ignora los aspectos técnicos de la composición cinematográfica para darle peso a la construcción temática de un guion.
En este sentido, surgen los siguientes cuestionamientos respecto a Cónclave: ¿en qué categoría cae? ¿cuál es el mensaje o estructura que la han llevado a ser una contendiente en la temporada de premios? ¿existe valor en ella como película o es solo un argumento, y en caso de serlo, es sólido?
Así llega Cónclave. Dirigida por Edward Berger (Sin Novedad en el Frente, Jack) y protagonizada por Ralph Fiennes (El Gran Hotel Budapest, El Menú), Stanley Tucci (La Terminal, En Primera Plana), John Lithgow (Interestelar, Los Asesinos de la Luna), Sergio Castellitto (Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian, Enea), Isabella Rossellini (Enemigo, Problemista), Lucian Msamati (La Materia Oscura, Juego de Tronos) e introduciendo a Carlos Diehz.
En este thriller político seguimos la historia del Cardenal Thomas Lawrence (Ralph Fiennes), a quien se le ha encomendado la organización y administración de un Cónclave tras la reciente muerte del papa en función. Con la llegada de cardenales de todo el mundo, Lawrence se enfrenta a la innegable crisis de la iglesia como institución, donde cuatro miembros clave – Aldo Bellini (Stanley Tucci), Joseph Tremblay (John Lithgow), Goffredo Tedesco (Sergio Castellitto) y Joshua Adeyemi (Lucian Msamati) – luchan por el papado para definir la nueva dirección de la iglesia en el mundo.
A fecha de esta reseña, las nominaciones para los Oscares 2025 aún no han sido emitidas, sin embargo, Cónclave se perfila para ser una multinominada del evento tras su mención en 6 categorías de los Globos de Oro 2025, considerados la antesala de la Academia. En esta premiación, el filme fue nominado por Mejor Película de Drama, Mejor Actor, Mejor Actriz de Reparto, Mejor Director, Mejor Score Original y Mejor Guion, el cual ganó; tomaremos estos rubros como los elementos principales del análisis.
Comencemos con las actuaciones. Ralph Fiennes, nominado por Mejor Actor, hace un trabajo espectacular dentro de su interpretación, creando la imagen de un clérigo fiel, firme en sus creencias básicas en términos morales y éticas, bajo una crisis de fe que sacude su visión de la iglesia como templo ideológico e institución, cuya dinámica y conflicto se refleja a la perfección en sus acciones y deseos, especialmente en lo que Lawrence, su personaje, quiere hacer como persona contra lo que debe hacer como miembro de ideología.
A partir de aquí, Fiennes aprovecha cada momento para crear capas distintas dentro de su personaje, desde la reflexión silenciosa conjunta a una articulación serena y reflexiva que hace eco de pensamientos bien comunicados bajo el mero contexto, hasta nutrirse del excelente trabajo de sus compañeros de reparto durante sus interacciones en pantalla para entregar diferentes perspectivas del mismo ser, sereno y centrado, interactuando con personalidades múltiples y variadas, creando un segundo diálogo en la narrativa, donde se personifica a Lawrence como una duda razonable de la fe y la institución confrontada contra varias perspectivas de los mismos elementos personificadas en los demás personajes, representando desde lo que podría llamarse pensamientos retrógrados – aunque históricamente sedimentados en la identidad política de la iglesia – hasta reformas liberalmente contemporáneas. En este panorama, Fiennes logra entregarse por completo a la narrativa y entregar, nuevamente, un excelente trabajo.
Por otro lado, Isabella Rosellini, nominada a Mejor Actriz de Reparto, no destaca tanto dentro del cast, y tampoco lo hace dentro de la categoría; sin embargo, existe una trampa en este comentario que quizá fue la razón por la que llegó a ser nominada. El personaje de Rosellini, la Hermana Agnes, en realidad es un personaje incidental, lo cual significa que no cuenta con una presencia completa dentro del desarrollo de los hechos en la trama, llegando a ser incluso menor que un personaje secundario, y siendo destinada a ser un recurso narrativo que pretende ordenar, vincular, exponer o retardar algún punto de la historia; en este sentido, Rosellini cuenta con un tiempo en pantalla extremadamente insignificante en comparación con sus compañeros de reparto – énfasis en el género masculino de la palabra –, con su personaje siendo un argumento sobre la representación femenina dentro de la iglesia y el valor de las monjas como humanos que deben ser vistos, reconocidos, escuchados y respetados dentro del funcionamiento de la iglesia, contando con una serie de momentos que escalan hasta un pequeño monólogo que explica el punto anterior.
Sin embargo, este diálogo es el momento cumbre del personaje y de la subtrama de la inclusión de género, siendo rápidamente ahogado por el resto de la película, pues sucede a tres cuartos de su duración, lo cual deja un sabor insípido, pues se siente como la película cometiera el mismo pecado de dejar de fuera la participación de las mujeres a pesar de abordarlo como ingrediente de su eje temático central. Más allá de ello, Rosellini es directa y efectiva en sus breves instantes, lo cual ayuda que ese pequeño momento de la Hermana Agnes sea todo menos aburrido.
A partir de lo anterior, Edward Berger como director es admirable. Trata a la cámara y a sus actores como si se trataran de instrumentos delicados, cada uno finamente preparado para una tarea específica, siendo esta tarea la personificación de una actitud y una ideología dentro de la misma iglesia. En términos de cámara, esta opta por cuadros estáticos que prefieren que la imagen fluya como si se tratara de una pintura dentro de los edificios del Vaticano, utilizando una serie de técnicas de iluminación y color que fortalecen a las sombras y a la saturación, creando una vibra artística visualmente reconocida como religiosa.
Todos los actores en el filme son grandes de la industria, por lo que, si queremos notar aún más el talento de Berger como director, entonces hay que poner atención a Carlos Diehz. Este es el primer rol importante del nuevo actor mexicano, quien se desenvuelve de manera mayúscula, como si estuviese haciendo esto por mucho tiempo. Berger, supo aprovechar sus dotes actorales, especialmente en la voz, lo cual ayudó a construir al personaje de manera diferente, en especial hacia el final de la historia.
El score, como nota fugaz, es un elemento fundamental e imperdible, destacado por composiciones relativamente simples, pero que logran mantener y crear el suspenso y la tensión en una escena, incluso cuando esta sólo es alguien observando por la ventana. La manera en la que la edición supo utilizar la música como guía emocional para la audiencia es emocionante.
Con respecto a su guion, el cual también le valió la nominación a Mejor Película, presenta un desarrollo de la historia interesante al abordar el tema como una disputa institucional al más puro estilo de un combate político en temporada de elecciones, lo cual es precisamente el valor dentro de la película.
Al abrir con Lawrence bajo una clara crisis de fe, en medio de una alarmante crisis piramidal tras la muerte del papa, y con los primeros diálogos discutiendo el futuro de la iglesia como voz política-social en el mundo, realmente establece un tablero donde las piezas se mueven hacia la guerra sucia de campañas, deconstruyendo la idea de la iglesia como templo de fe y argumentando con la audiencia hacia qué ideología y candidato apoyan en medio de lo que se ha transformado un proceso jurídico más.
Esto es lo fascinante de la película. Al abordar a la iglesia de esta manera, se le permite explorar diferentes puntos de vista – conservadores y liberales – que reflejan el estado general del mundo contemporáneo, y al establecerlo como un juego de poder, la audiencia puede digerir aún mejor las posturas y decidir por su conclusión, lo cual es revertido bajo el tercer acto, donde la temática de la fe entra al juego bajo un monólogo que roza lo aleccionador, pero que mantiene una línea reflexiva real e interesante.
Es este detalle del filme de decidir alejarse del debate de la fe, y mantenerse al margen con la plática política, lo que podría catalogarla como tibia, sin embargo, su trabajo como pieza no es ofrecer respuestas al respecto – y esto es claro que nunca le intereso participar como esto – sino ser el punto de partida para el diálogo y la investigación personal.
Al final, Cónclave resulta una historia fascinante donde se contraponen las ideas que componen la fe religiosa y el bienestar institucional para mantenerla en pie durante tiempos inciertos y de cambio; a pesar de no ahondar profundamente en estos temas, propone el diálogo suficiente para la reflexión, invitando a la audiencia a pensar más allá de la obra.
Una gran película que, si bien no ganará mucho en la temporada de premios, merece, parcialmente, la nominación.
9/10