Gracias a filmes como Bohemian Rhapsody (Dir. Bryan Singer, 2018) y Rocketman (Dir. Dexter Fletcher, 2019), el género cinematográfico del biopic musical se encontró de frente con una revitalización masiva que ha dado como resultado una serie de proyectos que buscan inmortalizar a las leyendas más grandes de la música en la pantalla grande, con uno de sus últimos exponentes llegando hasta la ceremonia de los Oscars 2025 en la forma de Un Completo Desconocido (Dir. James Mangold, 2024), retratando la historia de Bob Dylan.
El lado negativo de esta tendencia es que se establece a sí misma bajo una formula repetitiva que busca destacar a través de un solo elemento diferenciador por película, sea este un actor famoso como estrella, un director reconocido, alguna técnica narrativa, o cualquier elemento que pueda llevar el proyecto a flote en la taquilla lo suficiente como para recuperar lo invertido, consiguiendo esto a través de un uso superficial de la música del artista bajo una narrativa cliché, delimitada por los periodos de ascenso al estrellato, la llegada de la fama, el espiral de excesos, y la redención hacia el día de hoy.
En su mayoría, los elementos diferenciadores no logran sustentar ni levantar la formula narrativa, estancando al filme en un producto mercadológico hecho con el único propósito de obtener dinero con base en la fama del artista. Better Man era visualizada como una de estas películas.
Existe un elemento sumamente promocionado y cuestionado durante el recorrido teatral de este filme, y es la decisión de representar al protagonista, Robbie Williams, como un mono, literalmente utilizando un gran presupuesto para reemplazar a Williams con la imagen de un simio que interactúa con la realidad durante toda la historia. La crítica internacional señaló esta elección artística como un error gigantesco, lo cual afectó la taquilla internacional del filme irreparablemente, pero ¿realmente fue una mala decisión? ¿Será que el hecho de que el protagonista se aun mono es suficiente como para justificar la existencia de la película? ¿Es este un biopic musical que vale la pena o sólo uno más del montón?
Así llega Better Man. Dirigida por Michael Gracey (El Gran Showman, Pink) y protagonizada por Robbie Williams (Life thru a Lens, Escapology), Jonno Davies (Kingsman: El Servicio Secreto, Ben-Hur), Steve Pemberton (Doctor Who, Shameless), Kate Mulvany (Elvis, El Gran Gatsby), Alison Steadman (King’s Man: El Origen, Las Aventuras del Barón Munchausen), Damon Herriman (Mortal Kombat, Érase Una Vez en Hollywood), Tom Budge (Larry Crowne: El Amor Llama Dos Veces, The Pacific), Raechelle Banno (Hidden Jewel, Ruby), Caster J. Murphy (Coronation Street) e introduciendo a Adam Tucker.
En este electrificante biopic musical seguimos la historia de Robert “Robbie” Williams (Robbie Williams) en su camino a través de la juventud para convertirse en la leyenda del pop rock británico que es hoy en día, confrontando los demonios que forjaron tanto sus miedos, como su talento.
Las cosas claras: a pesar de contar con la misma estructura narrativa mencionada en la introducción de esta reseña, sin más que agregar a ella que una interacción padre-hijo interesante, Better Man hace algo que muy pocas películas en el género hacen: entretener, y en este sentido, el filme es una grata sorpresa, llena de creatividad, energía y corazón, lo suficiente como para provocar una montaña rusa de emociones a pesar de que la audiencia sabe lo que pasará – conozcan al artista o no.
Better Man aprende de lo hecho por Rocketman en 2019, donde se apuesta por una estructura musical donde las interacciones del artista con el mundo se enfocan en los puntos clave de la carrera y el desarrollo personal/emocional, alcanzando un crescendo exponencial en el que el diálogo y la gesticulación no son suficientes para expresar la emocionalidad, lo cual implica el involucramiento de números musicales explosivos que reflejan la personalidad del artista en una breve exploración de su mente. Es decir, estamos ante un musical que sabe como construirse a sí mismo y ofrecer una verdadera experiencia de artística.
Al igual que Rocketman, Better Man utiliza la discografía del artista para poder interpretar las letras en el contexto emocional, e incluso contextual, bajo el que fueron creadas, inyectando una multidimensionalidad a la evolución del personaje – referido como elemento fílmico –, aprovechando estas secuencias para ir más allá de un número musical tradicional, rompiendo la barrera de la realidad hacia la fantasía y el surrealismo, creando espacio para métodos de edición y ritmo verdaderamente eficientes que distinguen a la experiencia como verdaderamente única.
Las coreografías son excelentes, llenas de vida y personalidad, contando una historia por sí mismo en conjunto con la evolución de los escenarios, de tal manera que un solo número musical te ofrece el desarrollo personal del personaje que habría experimentado en años de tiempo real, aprovechando todas las herramientas posibles para mejorar la experiencia.
Robbie Williams, quien se interpreta a sí mismo, es electrizante en el papel. Dado que se trata de una dramatización de su propia vida, Williams aprovecha para aumentar la emoción de las interacciones, saliendo a la luz como si se tratara más como la interpretación de una memoria que la de una escena convencional, agregando mucho más peso al trabajo de voz.
La decisión de representarse a sí mismo como un mono viene de la autopercepción de Williams hacia su persona, afirmando que el mono es una manera de mostrar a la audiencia su sentir como un ser hecho para el entretenimiento, obligado y apasionado por ello, en referencia a la práctica del uso de simios en los circos. En retrospectiva, esta lectura suma muchísimo a la experiencia que es Better Man, creando una segunda narrativa mucho más dura, cruda y honestar, a pesar de que resulta evidente que muchos hechos fueron bajados de tono para la pantalla.
Las actuaciones, más allá de Williams, por supuesto, son efectivas y emocionantes, construyéndose como pilares necesarios para la vida del protagonista, cada uno enseñando o reafirmando puntos concretos en el crecimiento artístico y personal. De entre ellos, destacan Steve Pemberton y Alison Steadman, quienes interpretan al padre y abuela de Williams, respectivamente; ellos utilizan cada segundo de su tiempo en pantalla para actuar como fuerzas antagónicas y salvadoras, creando un espacio de confort y estrés instantáneo con su presencia, aportando un gran desarrollo en la narrativa de Williams como personaje.
El manejo de cámara es divertido y espectacular, atreviéndose a utilizar los sets con dinámicas distintas y nada inmóviles, ofreciendo vida a los cuadros.
Al final, Better Man es un verdadero espectáculo, la evolución de la grandeza establecida por Rocketman en el género del biopic musical. Se trata de un entretenimiento electrizante, lleno de vida, corazón, emoción y pasión, creando su propia atmósfera distintiva que podría dejar huella referencial en el futuro. Un gran homenaje a una de las mayores estrellas del mundo.
9/10