La iglesia católica celebra cada 29 de septiembre el día de los Arcángeles, recordando a San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Según cuenta la tradición, fueron creados por Dios para que sean sus siervos y mensajeros de anuncios importantes.
En las últimas horas del día 28 y las primeras del 29 de septiembre de cada año, en diferentes poblados del territorio mexicano se celebra la fiesta patronal de San Miguel Arcángel, quien es conocido como el líder de los ejércitos de ángeles.
La tradición oral refiere que este día el diablo se escapa de su prisión, que suele ser el interior de un cerro del poblado, y es este arcángel quien con su espada vence al mal, encerrándolo en las entrañas de la Tierra.
Santo Patrono de Puebla
San Miguel ha sido reconocido desde hace mucho tiempo como el protector y guardián de la Iglesia misma y como el ángel del Santísimo Sacramento.
De acuerdos con datos históricos, la ciudad de Puebla celebró su segunda fundación el 29 de septiembre 1531.
La fuente de San Miguel Arcángel fue diseñada por uno de los arquitectos más famosos en la ciudad durante el siglo XVIII, Juan Antonio de Santa María de Inchaúrregui y tallada por los maestros de talla de piedra Anselmo Martínez y José Francisco Rabanillo, fue inaugurada el 23 de junio de 1777.
Fue de suma importancia para esa época porque era el centro de abastecimiento del agua. Tiempo después, en 1873, la Fuente fue trasladada a Paseo de San Francisco, pero en 1962 volvió al zócalo con la celebración del Centenario de la Batalla del 5 de Mayo.
Actualmente, la Fuente de San Miguel es uno de los monumentos históricos más importantes de la capital poblana.
Fiesta de San Miguel en Atlixco
Cada 29 de septiembre la Capilla de San Miguel recibe a cientos de fieles que acuden con motivo de la fiesta del Arcángel San Miguel y disfrutan de la romería y antojitos típicos de la región.
Se dice que el diablo anda suelto antes de la fiesta del Arcángel San Miguel y que él lo amarra el día de la celebración.
Cuenta la leyenda que hace muchos años en Atlixco se tenía la tradición religiosa de hacer una representación de la lucha de San Miguel en contra del diablo cada 29 de septiembre.
Esta tradición constaba de colocar en la capilla una pequeña estatua del diablo de color negro; esta era amarrada a un tubo, se colocaba contra la pared y se quedaba ahí durante la noche.
Lo extraño de esto no solo era aquella figura, sino también que al día siguiente, cuando acudían a quitar el diablito de la pared, este amanecía con muchos mensajes escritos por adoradores de aquella estatua.
Con el paso de los años aquel ritual parecía perder su efecto, pues los accidentes y la delincuencia iban en aumento. Al ver que todo comenzaba a descontrolarse, el sacerdote de la iglesia decidió encerrar para siempre la figura color negro del diablo en el sótano de la parroquia.
Años más tarde un hombre robó la pequeña figura y nadie pudo detenerlo, se dice que la efigie nunca más se volvió a ver. Los habitantes del pueblo dicen que desde que esto sucedió, la noche antes del 28 de septiembre, el diablo sale a hacer maldades.
Pero al amanecer del 29 de septiembre, con los primeros rayos del sol, se libra una batalla donde el arcángel sale vencedor y se lleva a encerrar a Belcebú en un pozo que se encuentra al lado de su capilla, en la cima del cerro, para mantenerlo ahí custodiado durante todo el año.