Para los católicos y creyentes, el Viernes Santo es el día más importante de la Semana Santa, porque ese día se desarrollan Vía Crucis, procesiones y representaciones de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

En el Pueblo Mágico de Atlixco, a 30 minutos de la ciudad de Puebla, el Viernes Santo se vive una de las celebraciones más impactantes tanto para los asistentes como para los penitentes, se trata de la Procesión de los Engrillados.

Pocos saben que esta procesión de Atlixco, que tiene más de 100 años de realizarse, surgió por un acto de brujería que hizo un hombre que se encaprichó por el amor de una mujer.

¿Qué es la Procesión de los Engrillados de Atlixco?

Se trata de una acto de fe que en un inicio solo lo realizaban hombres, pero desde hace un par de años ya también participan mujeres, quienes caminan por las calles de Atlixco con el rostro cubierto, el cuerpo descubierto y con grilletes en los tobillos soportando las altas temperaturas.

La penitencia consiste en cargar cadenas que cuelgan en el cuello, que llegan a pesar cerca de 50 kilos, así como pequeñas cactáceas con espinas clavadas en brazos, espalda, pecho y en ocasiones hasta las piernas, así como una corona de espinas en la cabeza.

Para esta edición 2025 se preve la participación de 40 penitentes, quienes iniciarán su recorrido a las 10:00 horas, el viernes 18 de abril, desde la parroquia de Santa María de la Asunción Acapetlahuacan, también conocido como el ex convento de San Francisco.

Algunos descalzos o con sandalias deberán hacer una marcha de casi 4 kilómetros a través del barrio de San Juan de Dios, pues el propósito es cumplir con su manda que, a su decir, les ayude a limpiar sus pecados.

¿Cómo surgió la procesión de los engrillados de Atlixco?

Pocos conocen que esta procesión surgió a raíz de un acto de brujería que hizo José Muñoz Ariza, un hombre originario de Huaquechula, perteneciente a la región de Atlixco, a quien apodaban "La Becerra" porque era rubio, blanco, de ojos verdes, muy diferente al común de los hombres de finales de principios de los años 1900.

Su oficio era panadero, pero como muchos otros de la época, en sus ratos libres jugaba cartas, estaba en las cantinas, fumaba, le gustaba la fiesta y su perdición eran las mujeres y no había quien se le resistiera, salvo Lucrecia Cruz.

En el libro “Antología de Cuentos y Leyendas 2”, escrito por Guillermo Molina Reyes, se menciona que por el amor de esa mujer es que "La Becerra" hizo un hechizo de brujería para que Lucrecia se enamorara de él, lo cual consiguió ya que se casaron y tuvieron cinco hijos: Beatriz, Asunción, Magdalena, Teresa y Nicolás.

El hechizo consistió en robarse el dedo izquierdo de un muerto recién sepultado, así como huesos y tierra de panteón para el hechizo. Tenía que ser el dedo donde se colocan los anillos de matrimonio. Además, decir unas oraciones de magia negra y salir del panteón sin voltear.

José o "La Becerra" tenía 19 años de edad cuando hizo ese hechizo que le dijo una bruja, quien también le advirtió que habría consecuencias en algún momento de su vida, lo cual él recordó cuando su hijo Nicolás, a los 22 años de edad, murió de manera trágica a causa del amor de una mujer.

A partir de entonces, José, quien no era muy creyente, prometió que por 50 años consecutivos se colocaría cadenas cruzadas en el pecho y una corona de espinas en la cabeza, llenaría su cuerpo con espinas del monte o huisoche y daría vueltas descalzo en el atrio del exconvento de San Francisco, para recibir el perdón por el hechizo que hizo.

Así lo hizo hasta que murió sin cumplir con los 50 años de penitencia, por lo que sus nietos, mucho tiempo después de conocer la historia, decidieron retomar esa promesa y es ahora la procesión de los engrillados que cumple más de 100 años de haberse retomado.

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