Puebla es un territorio prolífico en leyendas famosas de terror, amor, novohispanas y de la época prehispánica.
A continuación te compartimos algunas de las más famosas leyendas de Puebla.
La historia cuenta que don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, quien ostentó el cargo de virrey en la Nueva España entre 1621 y 1624, mandó traer a una joven procedente del continente asiático, para convertirla en su dama de compañía.
Durante el viaje que la jovencita hizo desde China hasta el continente americano, fue raptada por unos bucaneros, quienes trataron de venderla. Por suerte, la chica escapó y logró llegar al territorio que hoy se conoce como el puerto de Acapulco.
Ahí, uno de los comerciantes se la vendió a Don Miguel de Sosa, quien prontamente la hizo su esclava. La muchacha quien fue conocida como Catalina de San Juan, vivió poco tiempo al lado de su nuevo amo, ya que este falleció repentinamente.
A pesar de ello, dejó estipulado en su testamento que a su muerte se le diera la libertad. Así se hizo y Catalina se fue a vivir a un convento hasta el día en que murió.
Actualmente, se le conoce al Templo de la Compañía como el sitio donde descansan los restos de la China poblana.
Se dice que luego de su muerte, varias mujeres comenzaron a imitar su estilo de vestir, pues era algo totalmente sui generis.
Corría el año de 1875 cuando, en una madrugada dominada por una fuerte lluvia, Don Anatasio Priego, el acaudalado dueño del Mesón de Priego, se vio obligado a dejar su casa en búsqueda de Doña Simonita, la mejor partera del barrio de Analco, pues su esposa estaba a punto de dar a luz.
A pesar de las condiciones climáticas y de la insistencia de sus sirvientes por que aceptara ir acompañado, Don Anastasio decidió emprender camino por su cuenta, sin importarle los peligros a los que pudiera enfrentarse. Así, con sombrero, capa y espada, dejó su hogar y se adentró en la oscuridad de las altas horas de la madrugada.
Don Anastasio se dirigió a la Parroquia de Analco, que en aquel entonces también era un panteón, y cruzó hacia la calle de Santo Tomás. Una vez que llegó al antiguo callejón de Yllescas, un malhechor se interpuso en su camino de forma tempestuosa y amenazó con arrebatarle la vida si se negaba a entregarle todo su oro.
Por desgracia para el asaltante, Don Anastasio era conocido por ser uno de los mejores esgrimistas de su época y no dudó un segundo en defenderse; lleno de destreza, el hombre que estaba por convertirse en padre desenfundó su espada y en un dos por tres atravesó el corazón de su atacante, dejándolo tendido en aquel callejón.
Presuroso y sin saber a ciencia cierta el destino del criminal, Don Anastasio fue al encuentro de Doña Simonita, con quien regresó a su casa por el Puente de Ovando, evitando pasar por el lugar del fatal acontecimiento y llegando justo a tiempo para que la partera ayudara a recibir a los gemelos de Don Anastasio y su esposa, Doña Juliana Domínguez.
Al finalizar la labor de la partera, Don Anastasio la llevó de vuelta a su casa, oportunidad que aprovechó para saber qué había ocurrido con el hombre del callejón. Al llegar, vio que el destino del ladrón había sido la muerte y que un grupo de curiosos se encontraban rodeando el cuerpo rogando por su alma. Desde entonces, los lugareños comenzaron a referirse al sitio como “el Callejón del Muerto”.
Fue así que se comenzó a contar que todo aquel que pasara por dicho lugar a altas horas de la noche se encontraría con el alma en pena del asaltante, por lo que se colocó una cruz blanca en el sitio y Don Marcelino Yllescas mandó a oficiar misas por su descanso; no obstante, el espíritu continuó apareciendo.
Tiempo después, un hombre le rogó al padre Francisco Ávila, Panchito, como la gente le llamaba cariñosamente, que lo confesara en el Templo de Analco. Aunque el sacristán estaba a punto de cerrar las puertas, el padre accedió a entrar al confesionario. Cuando el sacristán regresó, no pudo encontrar ni al sacerdote ni al misterioso hombre.
La mañana siguiente, el padre Panchito no se presentó a oficiar la misa de las siete de la mañana, por lo que el sacristán y el párroco del templo fueron a buscarlo directamente a su casa, encontrándolo gravemente enfermo de tifo y con los nervios alterados.
Cuando el párroco confesó al sacerdote, éste afirmó que había absuelto de sus pecados a un hombre que había muerto hacía mucho tiempo y que estaba buscando el perdón de Dios para que se alma pudiera descansar. El padre Panchito no pudo soportar la impresión de ver desaparecer al hombre tras recibir el indulto y murió un día después.
El hombre jamás volvió a aparecer en el lugar donde fue abatido, pero la leyenda continúa hasta nuestros días en el Callejón del Muerto.
Mixtli era una hermosa princesa, pretendida por Axooxco, un hombre cruel y sanguinario.
Ella estaba enamorada de un guerrero llamado Popoca, quien la amaba también.
Popoca salió a combatir para conquistar el título de Caballero Águila y así disputar la mano de Mixtli a Axooxco. Mixtli le dijo que esperaría por él.
Sin embargo, Mixtli fue engañada pues le dijeron que Popoca había muerto. Al perder a su amado, la princesa se dejó morir de tristeza.
Popoca volvió triunfante, pero encontró muerta a su amada.
El guerrero desolado tomó el cuerpo de la princesa y le mandó hacer una gran tumba sobre un enorme cúmulo ante el Sol, amontonando 10 cerros, y colocó sobre ellos el cuerpo recostado de Mixtli.
Popoca tomó una antorcha humeante y le prometió que permanecería eternamente arrodillado junto a ella, a sus pies, velando así el sueño de su amada, la mujer dormida. La nieve los cubrió a ambos, convirtiéndolos así en dos enormes volcanes.
Maximino Ávila Camacho, quien fue gobernador de Puebla de 1937 a 1941, construyó en esta zona su casa de verano.
Uno de los caballerangos de Maximino Ávila Camacho tenía dos hijos, una niña y un niños, de seis y siete años, respectivamente. Ambos eran muy amados por su familia y los pobladores.
Un día una tormenta azotó esta zona de la ciudad de Puebla, justo cuando los niños se dirigían hacia la escuela. Los menores nunca llegaron.
Al paso de las horas y al ver que los niños no regresaron a casa, sus padres y vecinos de Xonaca salieron a buscarlos.
La búsqueda duró días pero no se encontró rastro alguno de los pequeños. Con pena y dolor, todos dedujeron que debido a la fuerte lluvia, los niños cayeron en un pozo de agua aledaño a la casa del general Ávila Camacho.
Al enterarse de lo ocurrido, el general, quien tenía en muy alta estima a su caballerango, ordenó que se construyera una fuente con azulejos de talavera y un pedestal con dos figuras de niños, justo en la zona donde se cree que cayeron sus cuerpos.
Se dice que por las noches, las figuras inanimadas de la Fuente de los Muñecos cobran vida para jugar, correr por las calles empedradas de Xonaca; algunos vecinos incluso aseguran que su risa se escucha por todo el barrio hasta al amanecer, cuando de nuevo regresan al pedestal de talavera para petrificarse.
Una niña pastora acostumbraba llevar a sus borregos cerca de una barranca.
Una tarde al alistarse para volver a casa, la niña se percató que uno de sus borregos se perdió. La pastorcita lo buscó hasta que empezó a oscurecer, pero no pudo encontrarlo.
Una vez entrada la noche, el borrego regresó empapado. Esto le llamó mucho la atención a la pastora, pues en la zona no había cuerpos de agua ni pozos. Tampoco había llovido esa tarde.
Al día siguiente, el borrego volvió a desaparecer y nuevamente regresó mojado por la noche.
La niña estaba muy intrigada por lo que ocurría con su borrego, así que le colocó un cascabel al cuello para poder seguirlo.
A la mañana siguiente, cuando el borrego se alejó, la pastorcita lo siguió guiándose por el ruido del cascabel.
El borrego bajó a la barranca y comenzó a beber agua de un charco que estaba en el centro de ésta. A la niña le sorprendió la existencia del charco, pues no era época de lluvias. Así que intrigada por la presencia del agua, comenzó a escarbar y escarbar.
Cuando la pastorcita tocó el charco, el agua comenzó a subir su nivel, hasta inundar completamente la barranca.
La leyenda cuenta que la niña pastora se ahogó y posteriormente se transformó en una sirena, gracias al agua encantada de la laguna de Aljojuca.
Con información de Unión Puebla