La mañana del 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo y Costilla hizo un llamado al pueblo mexicano para levantarse en armas en contra del gobierno español.
Fue en la plaza principal, ubicada frente a la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, donde Miguel Hidalgo llamó a sublevarse contra el "mal gobierno".
Este episodio marca el inicio de la lucha de Independencia de México y es el génesis de una de las ceremonias más arraigadas en los mexicanos: el festejo del Grito de Dolores.
Aunque Hidalgo realizó el llamado a las armas el 16 de septiembre, la ceremonia del Grito de Independencia se realiza la noche del 15.
En torno a esta fecha existen varias creencias, mitos y mentiras. Te compartimos la verdad sobre alguna de estas.
Una de las creencias más generalizadas es que el Grito se da el 15, debido a que Porfirio Díaz lo movió de día, aprovechando que su cumpleaños coincidía con el 15 de septiembre.
Sin embargo, este hecho es falso.
Desde que se celebra oficialmente el inicio de la Independencia, los festejos se realizan los días 15 y 16.
Inicialmente la celebración tenía lugar en la Alameda, debido a su extensión y a que podía reunirse mayor cantidad de gente.
El 15 de septiembre por la noche se realizaba una serenata en la Plaza Mayor y el 16 había salvas de artillería, repique general a vuelo, ceremonia en la Catedral y paseo cívico.
Crónicas de historiadores han podido aclarar diversos pasajes de este momento histórico, como el hecho de que no fue Miguel Hidalgo quien hizo sonar las campanas de la parroquia de Dolores.
El personaje que verdaderamente tocó la campana fue José Galván, el campanero de la parroquia, mientras Hidalgo y Costilla realizaba el llamado desde la entrada de la parroquia de Dolores.
Los restos de los personajes que participaron en el inicio de esta lucha descansan juntos en la columna del Ángel de Independencia.
Sin embargo, hubo fuertes rivalidades entre ellos. El ejemplo más claro fue el de Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Ambos personajes compartían el anhelo de libertad, pero tenían ideas muy distintas de cómo lograrlo.
Allende, militar de carrera, consideró como una improvisación y error táctico que Hidalgo reclutara a las masas en las filas del Ejército Insurgente, incluso, criminales podían unirse a la causa.
Para Allende los saqueos, tumultos y asesinatos de un grupo sin disciplina y mal armado debilitaban al movimiento insurgente. Para Hidalgo era un mal necesario que había que tolerar, incluso, lo consideró como un "aliciente" para unirse y permanecer en el movimiento.