Originalmente los vestuarios de los huehues en los carnavales eran sencillos, donde bailaban vestidos de diablos o gente con máscaras que se burlaban de los españoles o de las personas blancas.
En Puebla, dichas cuadrillas provenían generalmente de los barrios pobres, entonces se vestían como podían.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esa tradición tomó mucha fuerza y los trajes comenzaron a realizarse más elegantes.
Desde los siglos XVIII y XIX, se utiliza una máscara hecha de cedro, cortada en una misma pieza, tallada y pintada a mano, con las medidas exactas de cada persona.
Además, las personas ocupan una capa o pechera, adornada con chaquira y con figuras de flores en diferentes colores y tamaños.
También, usan sombreros hechos de milpa y se les adecúan las plumas a manera de penacho.
Pero conforme pasa el tiempo, esos trajes tradicionales se han vuelto unas verdaderas obras de arte.
Ahora, se agregan paraguas, látigos y van vestidos hasta de catrines o con vestuarios exóticos, además de corbata o pañuelo.
De igual forma en las cuadrillas siempre un hombre se viste de mujer y con una muñeca para recordar a “las diosas de la fertilidad”, denominándola maringuilla.
En los últimos años, los grupos de huehes han adoptado los mosquetones, sin embargo, de acuerdo con el historiador Eduardo Merlo, esos instrumentos son una copia de las danzas que se hacen en Valencia, España, pero no son accesorios de la tradición.
“Los mosquetones no tienen nada que ver con el carnaval, y ahora menos porque contaminan demasiado, pero en Puebla ya se oyen los disparos en el carnaval”, lamentó.