En el Día de la Candelaria, que se celebra cada 2 de febrero, es costumbre comer tamales para celebrar la presentación del Niño Jesús en la Iglesia.
Es además, la fecha con la que concluyen las celebraciones de diciembre que inician con la Navidad y continúan con el Día de Reyes y la partida de la Rosca, donde quien saque al Niño Jesús tiene el compromiso de pagar los tamales de este día.
Los tamales son un platillo prehispánico, cuyo nombre proviene del náhuatl tamalli (“bollo de maíz envuelto en hojas y cocido al vapor”) y que se consumía en todo el territorio mesoamericano.
Al fusionarse las culturas prehispánicas con la católica, se adopta este platillo, como la ofrenda para los festejos del fuego: las candelas o velas de la Virgen de la Candelaria y el nacimiento del Sol de los indígenas, que además coincide con el inicio de temporada de siembra.
Preparados con masa de maíz y cocidos al vapor, los tamales son uno de los platillos más representativos de nuestro país y del que se tienen aproximadamente 500 variaciones a lo largo de todo el territorio nacional.
Y aunque un tamal se debe disfrutar sacándolo de su hoja de maíz para comenzar a degustarlo, hay quienes prefieren que vaya en medio de un bolillo, en lo que también se conoce como ‘guajolota’
Esta manera de comer los tamales surgió en Puebla, de acuerdo con el historiador y escritor, José N. Iturriaga.
El autor de La cultura del antojito. De tacos, tamales y tortas y Confieso que he comido: de fondas, zaguanes, mercados y banquetas, asegura que el origen de las guajolotas proviene de Puebla.
En esta ciudad se preparaban pambazos con una enchilada dentro.
Fue a partir de eso, que en Puebla se fue adquiriendo este hábito y por eso ahora los poblanos suelen comer este suculento antojito durante las primeras horas del día porque se considera muy pesado, pues consta de maíz, harina y salsa.
Las ‘guajolotas’, se pueden encontrar en cualquier establecimiento o puestecito improvisado, al que le basta una olla humeante para atraer a la clientela cada mañana.
Iturriaga, señala que en cuanto al nombre, aún no hay un argumento claro de por qué llamaron por primera vez “guajolota” a la torta de tamal, pues además se trata de un antojito de más o menos 200 años y su su significado pudo perderse con el tiempo y las costumbres.
En este sentido, el historiador supone que en los ranchos, a los guajolotes los engordan con maíz y precisamente lo que le están metiendo a esos dos panes es el maíz proveniente de enchiladas que originalmente llevaba.