Una de las figuras emblemáticas que se utilizan, primordialmente en Tehuacán, para despedir el año que termina son los “viejitos”.

Figuras de trapo, enfundadas en ropa desgastada con el rostro de adulto mayor, que regularmente portan sombrero o gorra, que simbolizan al año que se va y cede el espacio al año que está a punto de iniciar.

Los “viejitos” rellenos de trapo o aserrín llegan a medir más de un metro con 70 centímetros.

Generalmente, son elaborados de manera artesanal por quien los exhibe, pero también hay quienes los confeccionan para venderlos.

Representan el cierre de una historia de 365 capítulos, que se acaba para comenzar otra.

Y que en medio de la festividad permite hacer evaluaciones sobre lo que aconteció en el año que culmina y obliga a un balance. Ligado de manera natural a los planes y propósitos que se espera concretar a lo largo de los próximos 365 días.

Una más de las costumbres, ritos y tradiciones que trae consigo la llegada de un nuevo año.

Una tradición arraigada primordialmente en la periferia de Tehuacán, en donde se exhibe la figura de un “viejito” para despedir al año que llega a su fin con las 12 campanadas del reloj.  

Los viejitos se comercializan, por ejemplo, en las juntas auxiliares de San Diego Chalma, San Lorenzo Teotipilco y San Nicolás Tetitzintla, donde se les puede apreciar sentados en plena vía, en sillas o bancas, a la espera de ser adquiridos, para acompañar en algún hogar el adiós al año que termina y dar la bienvenida al año que inicia, durante la tradicional nochevieja.

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