Un maar se forma por una explosión de agua subterránea al entrar en contacto con lava caliente. En Puebla, se puede visitar uno de estos fascinantes fenómenos geológicos en la laguna de Aljojuca, un cráter volcánico donde, además, puedes nadar y disfrutar de la naturaleza. Si no sabes cómo llegar, aquí te decimos cómo hacerlo.
Ubicada en el corazón de Puebla, la Laguna de Aljojuca es un impresionante destino ecoturístico que atrae a miles de visitantes cada año. Su nombre proviene del náhuatl, significa “en el agua azul celeste”, un claro reflejo del vibrante color de sus aguas, que pueden adoptar tonalidades azules o esmeraldas dependiendo de la temporada.
Las actividades ecoturísticas son variadas y van desde senderismo y paseos en bicicleta hasta acampadas en sus alrededores. Aunque se permite nadar en sus aguas, las autoridades recomiendan hacerlo con precaución, especialmente por la profundidad, y el uso de chaleco salvavidas es esencial.
Además, en ciertas temporadas se puede pescar, especialmente en invierno, alquilando una lancha para recorrer la laguna.
Las leyendas locales también añaden un aire místico al lugar. Se cuenta que en sus profundidades habita una sirena que hechiza a los hombres, llevándolos hacia la muerte. Además, hay quienes aseguran que por las noches se pueden observar luces fluorescentes que atraen a los incautos hacia el fondo de la laguna.
Desde Puebla, toma la carretera hacia Xalapa, gira a la derecha hacia San Salvador el Seco y continúa hasta llegar a Aljojuca.
La Laguna de Aljojuca es, sin duda, un destino ideal para aquellos que buscan combinar la belleza natural con la riqueza histórica y cultural.
Consejos:
Alrededor de la laguna, el pueblo de Aljojuca ofrece una rica historia cultural. Entre sus monumentos más destacados se encuentra la iglesia de la parroquia, construida en el siglo XVI, y la iglesia del Calvario, que data del siglo XIX y alberga pinturas al óleo que datan de 1907.
Un lugar adicional que no puedes perderte es la Ex Hacienda de Caxcantla, un edificio barroco construido en 1702 por monjes franciscanos y que, según las leyendas locales, podría esconder un valioso tesoro.