Bajo una descripción médica, aportada por el Instituto Mexiquense de la Discapacidad, la neurodiversidad es un término para describir la diferencia en el funcionamiento cerebral de las personas, estableciendo la idea de que no existe una manera correcta en la que esta funciona, dando como resultado un término que engloba, con tendencia a la generalizar, trastornos como la dislexia, dispraxia y el autismo.
Según el INEGI, en 2024 residen más de 723 mil personas neurodiversas en México, con los trastornos más comunes siendo el Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), el Trastorno del Espectro Autista (TEA), y los Trastornos de Aprendizaje.
Debido a la falta de un correcto diagnóstico y tratamiento, resulta común que estos trastornos sean ignorados duranta la infancia de los pacientes, provocando una serie de dificultades sociales y educativas en la adolescencia que pueden resultar en graves afectaciones durante la etapa adulta, donde existe un 54% más de probabilidad de riesgo de suicidio para este sector.
Además, al no haber una divulgación científica y sensibilización hacia el tema, se genera un océano de estereotipos en el que es difícil navegar, especialmente cuando las redes sociales y los medios como el cine y la televisión, alimentan una imagen generalizada y alienada de la experiencia neurodivergente, reduciéndolos a un simple arquetipo.
Es en este escenario donde Itzel Villar Vargas entra con su nuevo cortometraje, donde, como artista y miembro de la comunidad neurodivergente, se plantea como una autora con deseos de expresar y visibilizar la experiencia neurodiversa de un ángulo particular y, en ciertos niveles, personal.
La Falla nos coloca en lo zapatos de Lila, una joven que atraviesa su cotidianeidad acompañada de una doble distorsionada que personifica todas aquellas particularidades emocionales e intelectuales que implican la condición neurodivergente.
“El corto nace a partir de un diagnóstico tardío a los 27 años”, comenta Itzel, ahora de 28 años. “Sentí un alivio muy grande al recibirlo, darme cuenta de lo que sucedía conmigo. Comencé a investigar, leer testimonios, identificar sensaciones, y me di cuenta de lo similar que eran algunas experiencias [sociales, cognitivas, sensoriales], especialmente con la invalidación de mi diagnóstico”.
Itzel atribuye este último punto a la falta de comprensión del espectro neurodivergente, específicamente del espectro autista, el cual describe ha sido encasillado mediáticamente en dos vertientes extremas.
“Como experiencia, es difícil el acceso a la información del autismo. El encasillamiento de los medios, como el cine y la televisión, crea un límite en las personas, no las invita a investigar más a fondo, pues la mayoría de las producciones sólo muestran dos tipos de ángulos: el sujeto que es demasiado aislado, que presenta dificultades sociales, es de uso dramático en las historias y cuenta con colapsos fuertes; y el autista autofuncional, el que es curioso, con altas capacidades, el cual resulta como un mal necesario apenas tolerado por ser brillante. ¿Qué pasa con el punto medio entre estos dos extremos? ¿Dónde están?”.
La Falla nace a partir de esta lucha contra la generalización mediática, de la necesidad por darle voz a experiencias que encuentran su génesis genuino desde el seno de la condición, exhalando una voz que demanda ser escuchada porque existe y es parte de nuestra sociedad.
“No se trata de explicar, sino de expresar una de las tantas formas en cómo se siente. El cortometraje es un método para la sensibilización y la empatía, para evocar las dificultades y sus condiciones a través del arte con una representación digna”.
Con un vínculo emocional tan grande entre autora y proyecto, donde las experiencias son inspiraciones, puede resultar sencillo perder el hilo de la abstracción y convertir el cortometraje en un ejercicio biográfico, razón por la cual Itzel, como guionista, trabajó en no enfocarse quién es Lila como personaje, sino en cómo es, aportándole universalidad al sujeto para funcione como un punto de vista de fácil inserto, donde el objetivo es que la audiencia pueda estar en los zapatos de la experiencia.
“Visibilizar es dar apoyo, y esto aporta a la calidad de vida de los neurodivergentes. No basta con nombrar a las dificultades que atraviesan, pues estas son similares a las de cualquier persona normal, sólo que estas son acentuadas; surge la pregunta ¿cómo explicar verdaderamente la sensación para motivar la empatía?”.
Itzel eligió el cine como método de expresión por su fácil acceso, por naturaleza de dispersión pública, capaz de sembrar la semilla de la curiosidad si su narrativa se germina de manera correcta, y en donde se compactan artes como la pintura, música y fotografía; la suma de los elementos ofrece una representación de la realidad.
Esta empatía, describe, Itzel, se construye a nivel técnico: sensibilidad lumínica extrema con luz blanca para que llegue a ser incómoda; sonidos resaltados, similar a un Autonomous Sensory Meridian Response (ASMR); el uso de encuadres estrechamente vinculados con acercamientos que pasan de lo general al primerísimo primer plano e insertos para simular hiperatención; y el uso de ópticas distorsionadas, como el ojo de pez, que ayuden a construir hiperfocos; todo en favor de la construcción psico neuronal del personaje y de la experiencia neurodivergente.
Un proyecto como este, con un importante peso social que impulsa a la vociferación de aquello que la sociedad suele ignorar, requiere de una casa productora que sepa de la magnitud de lo que proyecta, y es aquí donde entra Ojo de Pez.
Fundada por el licenciado y profesor de comunicación y cinematografía, José de Jesús Moreno Valle Díaz, esta productora, 100 por ciento poblana, nace en 2012 con el deseo de sacar adelante proyectos independientes, ofreciendo apoyo a profesionales, colegas y estudiantes locales con un énfasis en historias que nacen, en su mayoría, desde la otredad, manteniendo una postura firme en el profesionalismo y en el valor del elemento creativo, manteniendo como mantra el hecho de que “Todo tipo de cine es necesario”.
Actualmente, La Falla se encuentra en su proceso de preproducción y financiamiento, apuntando a grabarse en enero 2025. Para más información sobre el proyecto, conocer al equipo detrás de esta pasión, y saber cómo apoyar al cine mexicano, es posible visitar su perfil de Instagram: @lafalla.corto.