A una hora de distancia de la ciudad de Puebla, Acatzingo es un municipio con una amplia riqueza natural e histórica. En principio, está custodiado por el Citlaltépetl y la Malinche, cuya presencia le dota de un horizonte único.
En el plano histórico y arquitectónico, destaca la parroquia de la Virgen de los Dolores. De acuerdo con registros históricos, la capilla se terminó de construir en 1719 y está decorada en estilo churrigueresco con un lujo extraordinario de oro, brocado, ónix y plata maciza.
En su altar se encuentra la pintura anónima de la Virgen de Dolores, cuya adoración data del siglo XVII y, en 1924, fue distinguida con la corona pontificia por el Papa Pío XI.
Acatzingo también cuenta con el ex convento franciscano de San Juan Evangelista, construido entre 1558 y 1580. La iglesia tiene enormes bóvedas de nervaduras en el presbiterio y en la nave. Se trata de una de las construcciones más antiguas del estado de Puebla que data del siglo XVI.
En 1529 se construyó la pila bautismal de arte tequitqui, una producción artística indígena realizada después de la Conquista, que se caracteriza porque los ángeles tienen rasgos indígenas. Un hecho fundamental es que se asegura que es la primera de la Nueva España.
Un sitio histórico es la ex hacienda San Pedro de Ovando, que data de principios del siglo XVIII, edificada por el Marqués Agustín de Ovando. Se ubica a 20 minutos de Acatzingo. Un elemento atractivo para los visitantes son los portales y el centro histórico de Acatzingo, cuya plaza principal cuenta con jardines y un kiosco.
El Portal Hidalgo de Acatzingo fue construido en el siglo XVIII y es el más largo de América Latina, con una longitud de 168 metros y 47 arcos.
Acatzingo vio nacer al capitán Carlos Camacho Espíritu, fundador de Africam Safari, cuyo cuerpo reposa en el camposanto de la iglesia de las Tres Horas.
La leyenda en torno a la Virgen de Dolores cuenta que fue hallada por una posadera en el arcón de un viajero que nunca volvió a buscarlo. Del rostro de la Virgen manaban gotas de agua, por lo que fue trasladada a la iglesia parroquial.
La posadera, al querer conservar la imagen en su casa, la tomó del altar donde estaba colocada, pero al ser descubierta, la arrojó a la fuente. Se dice que las aguas se abrieron para no mojar la imagen, lo que se consideró un prodigio divino.