El volcán Popocatépetl, cuya cima se ubica en el estado de Puebla, representó uno de los retos que durante su estancia en México se planteó Ernesto Guevara de la Serna, mejor conocido como el “Ché” Guevara, asesinado en octubre de 1967 en Bolivia.
Enfermo de asma y estudiante de medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el “Ché” atacó una vez previa, sin éxito, la cumbre del volcán a 5 mil 426 metros de altura sobre el nivel del mar, según relató él mismo en una carta enviada a su madre en Argentina en julio de 1955.
“Tomé el Popo por asalto, pero a pesar de mucho heroísmo, no pude llegar a la cima. Estaba dispuesto a morir por ello, pero mi compañero de escalada cubano me asustó porque se le congelaron dos dedos de los pies… Estuvimos seis horas luchando contra la nieve que nos enterraba hasta la cintura, y con los pies totalmente empapados ya que carecíamos del equipo adecuado.
“El guía se perdió en la niebla bordeando una grieta y estábamos exhaustos por la nieve blanda e interminable. Las patas se me descongelaron al bajar, pero toda la cara y el cuello quemado. Como si hubiera estado un día entero bajo el sol de Mar del Plata. En este momento tengo la cara que parece copia de Frankenstein entre la vaselina que me pongo y el suerito que me sale de las ampollas que se han formado. Además, tengo la lengua en las mismas condiciones porque me di un atracón de nieve…
“Los cubanos no volverán a escalar. Pero yo cuando junte los pesitos necesarios para hacerlo me largo de nuevo al Popo. Sin contar que para septiembre tengo el (Pico de) Orizaba".
Semanas después, Guevara contactó al aficionado al alpinismo León Bessudo, a través de otro médico que era su amigo, David Mitrani.
Con un grupo encabezado por Bessudo, Guevara ascendió a la cima del volcán en octubre de 1955.
Escalando el Popo con el Ché
León Bessudo era amigo personal de David Mitrani, coterráneo de Guevara.
La primera vez que había ascendido el Popo fue cuando tenía 16 años de edad, y en 1955 su amigo argentino David Mitrani le pidió, como un favor personal, llevar a Guevara al cráter del Popocatépetl, donde él quería colocar una bandera que había traído de su país.
En un relato recogido por el diario cubano Granma, Bessudo relató la experiencia de la siguiente manera:
“Accedí al ruego del doctor Mitrani; yo había conocido a Guevara en el laboratorio, pero le pregunté a mi amigo si Ernesto tenía el entrenamiento adecuado, pues el esfuerzo es tremendo. No sabía si tenía ese entrenamiento o no, pero sí tenía la fuerza necesaria y la voluntad al extremo que yo no me enteré en esa oportunidad que el doctor Guevara padecía de asma crónica.
“La subida al cráter es de aproximadamente 12 kilómetros, a partir del sitio donde comienza el ascenso de los alpinistas. La subida en efecto, es extremadamente difícil, y si no se tiene experiencia, es aún más peligrosa. Es importante llevar la ropa y los equipos adecuados, diríamos que imprescindibles, y revisarlos bien antes de partir.
“El Che, o el doctor Guevara no tenía ninguno adecuado y yo le conseguí el suyo en la Universidad; me lo prestaron y se lo facilité a él porque lo veía muy entusiasmado, muy interesado en cubrir esa meta en su vida, ir a esa excursión al cráter.
“Nuestro grupo lo constituían entre 20 y 25 alpinistas. Yo los llevaba todos los años. Así dispuesto todo, se incorporó, ascendió a la cima y llevó su banderita pequeñita que me dijo era una bandera “especial” para él; llegó a la cima con ella, la colocó junto a las demás banderas, le tomé las fotografías que a él le interesaban, incluida esa de la bandera. Yo llevaba la cámara de mi hermano y es posible que el Che llevara la suya, no lo recuerdo, el caso es que le tomé la foto como él quería”, dijo.
Bessudo comentó que en el Popo hay un clima muy variado, si sopla el viento, se congelan hasta los huesos; y si no sopla en absoluto, hay que quitarse la ropa especial, a pesar de que uno está en la nieve, debido a la altura y por la intensidad del sol.
Aquel día, según él, estaba nublado, pero no soplaba mucho viento, se podía subir más fácilmente.
“Ese fue mi único contacto directo con el Che, pero me ha dado mucho gusto haberlo tenido conmigo en ese momento de su ascensión exitosa al Popocatépetl en 1955; ese será siempre un pasaje inolvidable en mi experiencia de alpinista”, relató.