Durante la Semana Santa, también se conmemoran tres milagros que siguen ocurriendo hoy, y de los que la Iglesia invita a los fieles a ser testigos privilegiados.
En los Evangelios de la Biblia, se narra que multitudes seguían a Jesús porque esperaban verlo hacer milagros. En 1917, cuando la Virgen de Fátima anunció que el 13 de octubre ocurriría un milagro, llegaron miles a presenciarlo.
Los milagros que se conmemoran durante la Semana Santa son los siguientes:
En el Evangelio de San Juan se relata el Primer milagro: que Jesús se hace Presente entre nosotros
En el capítulo 6 del Evangelio según san Juan se lee que Jesús anunció a sus oyentes que les daría a comer su Carne y a beber su sangre, y por la forma como lo dijo quedó claro que no estaba usando metáforas, que no hablaba simbólicamente, al grado que muchos al escucharlo se horrorizaron y decidieron alejarse.
El sitio Desde la Fe señala que Jesús no los detuvo, no les aclaró que lo habían entendido mal. Dejó que se fueran, porque no había nada que aclarar. Habían entendido bien, como quedó claro en la Última Cena, cuando Jesús tomó el pan y dijo:
“Éste es Mi Cuerpo”, y del vino en el cáliz dijo: “Ésta es Mi Sangre”, y se los dio a comer y a beber a Sus discípulos, y les dio el mandato y el poder de hacerlo Presente, al consagrar el pan y el vino en el memorial de esa Última Cena, lo que nosotros conocemos como Eucaristía.
Se trata de un un milagro extraordinario, que Dios, quien tal vez en este instante está contemplando, del otro lado del cosmos, cómo un agujero negro engulle una mega nova, se presente pequeñito, minúsculo, escondido bajo la apariencia del pan, en una Hostia Consagrada, para que podiera ser contemplarlo, adorarlo, comulgarlo, ¡entrar en comunión con Dios!
Y es durante el Jueves Santo cuando se conmemora esa primera vez en que el Señor se dio como Pan de vida y Bebida de salvación, y los católicos celebran que ese milagro sigue ocurriendo en cada Misa, no importa en dónde se celebre.
Jesús murió por nosotros, pecadores
San Pablo dice que la prueba de que Jesús nos ama es que siendo pecadores dio su vida por nosotros (ver Rom 5, 6-8).
Si cuando alguien al que ofendimos nos perdona nos sentimos agradecidos, ¡cuánto más debe despertar nuestra gratitud, que ante los pecados, rebeldías, promesas rotas e incontables ofensas del ser humano contra Dios, él no haya reaccionado desapareciéndolo de la tierra, sino haciéndose Hombre, para poder rescatar a la humanidad del pecado y de la muerte!
Y por ello durante el Viernes Santo se recuerda que nos salvó padeciendo los más terribles ultrajes y dando su vida por nosotros pecadores.
Dirá san Pablo: “Me amó, y se entregó por mí” (Gal 2, 20).
Jesús resucitó
Jesús lo anunció y lo cumplió. Si se hubiera quedado muerto, hubiera sido sólo un personaje famoso pero iluso, y sus seguidores, un montón de defraudados.
Sin embargo, las escrituras señalan que resucitó, y por su resurrección, nuestra muerte ya no es trágico final, sino umbral que esperamos atravesar para disfrutar con Dios la eternidad. Y es justo lo que se celebra durante la Pascua.