Una característica innegable de la historia es que a lo largo de los años las mujeres quedaron rezagadas de muchas actividades importantes que forman a la sociedad, incluyendo la democracia. Ejemplo de esto fue la conocida lucha sufragista hasta 1918, cuando tras fervientes esfuerzos las mujeres consiguieron voz y voto en el ejercicio de las elecciones.
Sin embargo, fue hasta muchos años después que la mujer tuvo presencia en la contraparte de esta dinámica: la del poder. Hace poco algo histórico ocurrió en México y es que fue la primera elección en la historia de nuestro país, y de toda Norteamérica, en la que la ganadora es una mujer.
Tanto la excandidata, Xóchitl Gálvez, como la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, incluyeron dentro de sus campañas lo significativo que es tener a una mujer al mando de la nación. Y esta última lo destacó en su primer discurso como ganadora de las elecciones:
“No llego sola, llegamos todas. Con las heroínas que nos dieron patria, nuestras ancestras, nuestras madres, nuestras hijas y nuestras nietas”.
Tras 200 años de presidencias en México con hombres al poder, es hasta este año que una mujer asumirá el cargo. Esto hablando solo dentro del país, pero ¿Cómo ha sido a nivel internacional?
Podemos mencionar a varias gobernantes pioneras, como la primera ministra Margaret Thatcher, pero enfocándonos en el presidencialismo; la primera presidenta electa democráticamente en la historia de la humanidad fue Vigdís Finnbogadóttir de Islandia en el año de 1980.
Vigdís Finnbogadóttir compitió contra tres candidatos masculinos en su elección y tras ganar, con una pequeña diferencia de 1.5 por ciento sobre su rival más cercano, tuvo tanta popularidad que fue reelegida tres veces más hasta que en 1996 decidió abandonar el cargo y una nueva reelección.
Así como en México, si comparamos a nivel internacional:
- El primer presidente masculino del mundo fue George Washington para Estados Unidos en 1789, también casi 200 años antes que la primera mujer presidenta.
- Solo el 36 por ciento de los países han tenido mujeres gobernando.
En México, y el resto del mundo, las mujeres que se han abierto paso en el ámbito político se han enfrentado a la violencia política de género como lo señalan conocedoras del tema como la académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Karolina Gilas, y la Magistrada regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Eva Barrientos.
Las líderes se encuentran obstaculizadas desde varios frentes: en lo económico, cuando no se les da el debido pago o es menor al de compañeros hombres; en la vulneración de derechos laborales, al negarles licencias de maternidad; en la vulneración de su intimidad, al ser objeto de acoso sexual; en lo simbólico y verbal, al enfrentar un escrutinio más severo, desestimación de sus aportaciones, estereotipos que las señalan como poco prudentes o débiles, ridiculización, entre muchas otras cosas que normalmente pasan desapercibidas, ya que se hacen desde un contexto de costumbres respaldadas por la complicidad de quienes las sostienen.
Si bien la Organización de las Naciones Unidas (ONU) registra un aumento de la participación femenina en el ámbito político, también admite que el lento crecimiento está lejos de alcanzar una igualdad de género completa, así como también aplaude y apoya a quienes han logrado tales puestos.
Es importante reconocer y atender las múltiples situaciones que dificultan a la mujer la entrada al ámbito político, ya que, así como lo declara la Unión Parlamentaria: “el concepto de democracia solo tendrá un significado verdadero y dinámico cuando las políticas y la legislación nacional sean decididas conjuntamente por hombres y mujeres y presten una atención equitativa a los intereses y las aptitudes de las dos mitades de la población”.