Estamos a unas semanas de que concluya el gobierno del líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien durante su gestión tuvo algunos diferendos que libró con peculiar sagacidad.
Al paso del tiempo y con mayor detenimiento se verá el aporte y la profundidad que logró. Todo ello cuando se haga el balance de su gestión, pero sobre todo, del modelo que quiso proponer y que en algunas ocasiones para sus adversarios pareció imponer al salir al frente de los poderes fácticos que enfrentaba.
Como sociedad, podremos confirmar entonces que no sólo hay un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen, el cual hace tangible la cuarta transformación y que hoy tiene una ruta clara para crear el segundo piso, en la propuesta de continuidad con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
En el pasado, había expropiaciones y nacionalizaciones, una de éstas fue la que se llevó a cabo en la época del presidente José López Portillo, cuando en 1976 nacionalizó las instituciones bancarias.
Aquel discurso que empleó con un toque de sentimentalismo y defensa apasionada por la nación, en realidad tuvo un alcance muy limitado en el beneficio obtenido en las finanzas nacionales y en la población.
Para dar mayor contraste a la gestión de aquellos presidentes del régimen anterior, hay otro ejemplo: utilizaban un brazo ejecutor, me refiero a lo que en su momento hacía la Procuraduría General de la República. Como dato, tenemos el conocido quinazo, que se llevó a cabo al inicio del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, con un operativo ministerial que terminó en la detención del líder petrolero conocido como: “La Quina”, Joaquín Hernández Galicia.
Otro caso emblemático de aquel estilo efectista del PRI, fue durante la época de Ernesto Zedillo Ponce de León, en el cual Raúl Salinas de Gortari fue detenido y se llevó proceso penal en su contra por el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu, aunque años después éste fue absuelto y, por ende, declarado inocente.
Andrés Manuel López Obrador, utilizó otro procedimiento para informar a la sociedad y ventilar algunos asuntos, lo hacía públicamente rompiendo algunas de las reglas sobre la discrecionalidad y falta de transparencia de sus antecesores. La conferencia mañanera, que también será valorada en su dimensión al hacer el gran balance sexenal en la que exponía casos de corrupción. Además, se debe agregar al análisis la autonomía que hoy existe con la Fiscalía General de la República.
Pero no sólo eso, existió una alternativa, su arma más secreta, diríamos letal que ningún otro mandatario nacional tenía: cerrar la llave del dinero a algunos contratistas o proveedores del gobierno federal, por lo tanto, si no recibían los jugosos contratos, algunos incapaces de adaptarse fueron puestos en una situación económica muy difícil, casi en quiebra.
En lugar de dar “el quinazo”, López Obrador cerró la fuente de los recursos financieros, lo que los ahogó y fue contundente al pegar en el bolsillo que es donde más duele. Por ello, no hubo expropiaciones o nacionalizaciones como vaticinaban desde el inicio de su gestión algunos opositores.
Agregó el sentido común y la defensa de principios de gobierno, que se sumaron a las investigaciones cuando éstas fueron necesarias, para que por primera vez la población pudiera formar su mejor juicio, de aquello que por décadas fue considerado abuso, pero que no se sabía cuál era su funcionamiento.
Así que para dar el tamaño del cambio final, en la balanza del actual periodo presidencial, hay muchos elementos que sopesar, mismos que nos ayudarán a determinar la profundidad en los cambios aplicados en este sexenio.
En ese terreno, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue silencioso, pero eficaz al cerrar la llave del dinero, lo que resultó más letal que algunas investigaciones.
Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales. Autor del libro “Los filósofos en la era tecnológica. Los pitagóricos de hoy”. @UlrichRichterM