En su tercer informe, la Jefa de Gobierno afirmó que “se acabó con la frivolidad como forma de gobierno”.
Pero ¿de qué otro modo se puede llamar a que Claudia Sheinbaum se haya organizado un acto con montones de invitados (por cierto, en un edificio de la UNAM, esa institución a la que el Presidente ha atacado duramente sin que ninguno de sus colaboradores la haya defendido públicamente, incluida ella misma) para contar lo que ha hecho?
Desde mi punto de vista, se trató de un acto cuyo objetivo era promoverse y conseguir aplausos, porque si de informar se trata, hay maneras de hacerlo menos exhibicionistas. De hecho, esto ya venía sucediendo así gracias a la sociedad civil que se opuso a estas celebraciones, hasta que López Obrador regresó el numerito y más todavía, lo convirtió en una costosa fiesta de autoelogios y aplausos de acarreados.
¿Y de qué otro modo se puede llamar a que Sheinbaum haya posado en el edificio del Ayuntamiento para la portada de una revista?
Cuando Angélica Rivera de Peña hizo lo mismo (y las fotografias se tomaron en la Residencia Oficial de Los Pinos), la izquierda no la bajó de frívola y le recordó que ese lugar no era suyo sino propiedad de la nación, y que por lo tanto, no debía usarlo para su promoción personal.
¿Y qué son sus respuestas en las entrevistas que concede a los medios, en las que se empeña en mostrar que no tiene más proyecto ni más agenda que obedecer y seguir al Presidente? Frivolidad dice el diccionario, es tomar las cosas con poca seriedad. Es de no creerse que una mujer pensante y brillante como ella, a la pregunta de ¿no hay diferencias entre ustedes? responda con un “claro que sí, él es de Tabasco y yo chilanga”.
Cuando las primeras damas de los gobiernos anteriores hablaban de sus maridos, era siempre para elogiar lo que hacían. Sheinbaum no es esposa, pero hace lo mismo. Ella es delfina, algo que también fueron o quisieron ser Martha Sahagún de Fox y Margarita Zavala de Calderón, a quienes se acusó de usar su posición para hacerse propaganda. Y ¿qué es lo que hace Claudia?
Por supuesto, ella lo niega, aunque no hay otra explicación para la exhibición de sí misma que está haciendo.
Pero el mayor acto de frivolidad es sin duda, el de hacer lo que han hecho todos los gobiernos que hemos tenido en México, federales, estatales y municipales: decir que han disminuído los delitos. En mi libro País de Mentiras muestro con datos cómo esta afirmación gubernamental se repite sexenio tras sexenio desde hace un cuarto de siglo. Y eso que para tapar el asunto, han dividido a los homicidios en dolosos, imprudenciales, culposos, calificados, feminicidio, a ver si con poner palabras distintas no se nota que son muchos los asesinados. Y también para tapar que, según los estudiosos de estos asuntos, “señalar una reducción en la violencia por la caída solamente de los homicidios, es una verdad a medias, pues mientras que los homicidios se redujeron otros delitos de alto impacto se incrementaron dramáticamente”.
Sheinbaum ha sido en muchos aspectos una gran jefa de gobierno y cuenta con un equipo excepcional. ¿Qué necesidad tiene de estas frivolidades?
Está en lo cierto cuando dice que el triunfo en las urnas del movimiento que encabeza AMLO se debió al deseo de los ciudadanos de romper con el régimen de corrupción y derroche. Pero también, no hay que olvidarlo, con el de simulación.