La complicadísima situación financiera de Petróleos Mexicanos, que lejos de mejorar se agravó en el sexenio de López Obrador, será una de las herencias malditas que recibirá la administración de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. Más allá de la transición “histórica y de terciopelo” que hoy venden como retórica política y en sus melosos recorridos por el país el presidente saliente y la presidenta con “a”, la realidad es que la doctora recibirá unas finanzas públicas muy comprometidas, con un déficit histórico y con bombas de tiempo que le pueden estallar en cualquier momento, y una de esas es la quebrada petrolera nacional.

Difícilmente Sheinbaum Pardo lo reconocerá en público --sobre todo por esa visión idílica y autocomplaciente que comparte con el presidente sobre la situación del país y del gobierno que recibirá-- pero la futura gobernante sabe muy bien y a detalle del desastre financiero que es en estos momentos Pemex y de lo complicado que resultará cualquier programa o ajuste financiero para tratar de salvar a la empresa pública del Estado mexicano. Y no lo sabe necesariamente por la información que le haya proporcionado el cuestionado director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, sino por la investigación y revisión propia que ella le pidió hacer a su amigo, Lázaro Cárdenas Batel, cuando le ofreció que fuera director de la petrolera mexicana.

Porque, como le informamos en julio pasado en este espacio, cuando Sheinbaum buscó a Lázaro para invitarlo a colaborar en su gobierno como director de Pemex, el nieto del general no aceptó de inmediato y le pidió a su amiga que le permitiera primero hacer su propio diagnóstico de la situación real, financiera y administrativa, y acordaron ambos que una vez que lo tuviera, decidirían juntos si él aceptaba dirigir a la empresa pública.

Y resultó que, tras haber analizado los últimos estados financieros de Petróleos Mexicanos y haber revisado el funcionamiento de las áreas estratégicas y de la operación burocrática y administrativa de la petrolera, Lázaro Cárdenas llegó a dos conclusiones que lo llevaron a decir “no” a la invitación para dirigirla: la primera, que Pemex necesitaba de inicio, al comenzar el próximo gobierno, una inyección de dos mil millones de dólares, dinero que no tendrá el gobierno de Sheinbaum y, segunda, que también de arranque, para empezar a sanear a la empresa pública, se requería despedir a 40 mil trabajadores del Sindicato Petrolero de la República Mexicana. Y como ni él -y tal vez tampoco la futura Presidenta- querrían asumir ese enorme costo financiero, político y social, prefería declinar amablemente la invitación. Por eso unas semanas después, la doctora anunció que Cárdenas Batel sería su Jefe de la Oficina de la Presidencia.

Por esa razón Pemex se ha convertido en un acertijo para la doctora, al grado que aún no decide a quién nombrará al frente de la petrolera y se especula que podría pedirle al actual director Romero Oropeza que se quede en el cargo para que lidie con el desastre que él agravó e, incluso dicen algunos analistas, para que dé explicaciones y afronte, si las hay, responsabilidades penales o administrativas.

Así que en la “trancisión de terciopelo” entre López Obrador y Sheinbaum, Pemex es al mismo tiempo una mancha que afea y también un tema que preocupa al equipo de la próxima presidenta. Porque de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) la empresa cerró los primeros seis meses de este año en números rojos, al registrar una pérdida de 251 mil 300 millones de pesos.

Lo increíble es que pese a esa delicada situación financiera y ya en la agonía del sexenio, la petrolera mexicana se prepara para cerrar una polémica compra: la terminal de almacenamiento de la empresa Monterra Energy en Tuxpan, Veracruz, por más de 320 millones de dólares. Las pláticas sobre esa eventual adquisición de la que hay información desde el año pasado están en la recta final, y en el equipo que encabeza la próxima secretaria de Energía, Luz Elena González Escobar, se prendieron los focos rojos porque dicha terminal ha enfrentado cierres regulatorios y registra adeudos legales, por lo cual en caso de que se concrete la compra como lo busca la actual administración, tocará a ellos justificarla y asumir los costos políticos y financieros que implicaría.

En 2021 cuando la Comisión Reguladora de Energía (CRE) con el apoyo de la Guardia Nacional clausuró temporalmente las instalaciones de Monterra Energy en Tuxpan, por deficiencias en las instalaciones, ésta alegó un daño potencial por 667 millones de dólares. Y aunque el caso generó incluso tensiones diplomáticas, las cosas cambiaron cuando se supo que Pemex había iniciado pláticas para adquirir esa terminal que almacena petrolíferos importados.

La pregunta es si la presidenta electa Claudia Sheinbaum dará luz verde a una compra que parece ser una apuesta peligrosa, y que incluso podría representar el primer gran tropiezo para Pemex en su administración, o si se impondrá la cordura para evitar que esta paraestatal continúe inmersa en un espiral sin fondo, ubicada como la petrolera más endeudada del mundo. Así que en el equipo de la doctora ronda una pregunta que aún no encuentra cabal y total respuesta: ¿Qué hacemos con Pemex? y su desastre financiero.

NOTAS INDISCRETAS… Ingenuidad, por decir lo menos, es lo que mostró Enrique Alfaro al haber creído que en el acto con el presidente y con la presidenta electa lo iban a tratar bien o a vitorear los simpatizantes de la 4T. Sobre todo porque, en medio de la tensión que persiste por el resultado final de las elecciones en Jalisco, con Morena atizando la anulación de los comicios para gobernador y alcalde de Guadalajara en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, está claro que Mario Delgado y los perdedores Claudia Delgadillo y José María Martínez, no se están moviendo solos y cuentan con el aval de AMLO y de Sheinbaum Pardo para pelear y tratar de arrebatar en la última instancia la gubernatura jalisciense. Por eso la doctora ha pospuesto y se ha negado a reunirse con el ganador y virtual gobernador electo Pablo Lemus, como ya lo hizo con el resto de los futuros gobernadores que ganaron el pasado 2 de junio. Y no se necesitan más de dos dedos de frente (que por cierto los tiene y más el señor Alfaro) para saber que, por más que él haya pactado con López Obrador y se haya entregado a sus brazos a cambio de recibir apoyos y financiamiento para sus obras estatales, al saliente gobernador emecista finalmente lo culpan y lo señalan los morenistas de Jalisco por una presunta intervención en las recientes elecciones estatales. Así que la rechifla y los humillantes gritos de “rata pelona” y otras linduras que le dijeron los morenistas al gobernador emecista en el acto de inauguración de la Presa del Zapotillo, el pasado sábado, eran más que previsibles, y se las tuvo que tragar el orgulloso mandatario jalisciense. Pero lo más triste del bochornoso momento que pasó Alfaro en el evento presidencial y en su propia tierra, fue ver cómo López Obrador y Sheinbaum, en un acto de apariencia magnánima pero que en el fondo es también un desplante de poder de los vencedores sobre el vencido, tuvieron que salir a defender y a arropar a Alfaro que, si bien siempre fue fiero y hasta grosero con los medios, con las madres buscadoras y con los jaliscienses que cuestionaban su desempeño, en la agonía de su sexenio no es sino un corderito que ya anunció su retiro y necesita de la protección y defensa de la 4T, que lo tiene en un puño y mantiene sobre él la espada de Damocles para decidir si le dejan o le quitan el triunfo en la gubernatura de Jalisco. Así llega Enrique Alfaro al final de su gobierno…Se lanzaron los dados. Cayó Serpiente. La semana pinta difícil.

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