En la “transformación” que sufrió desde que llegó al poder, donde cambió su estilo afable y la sencillez del académico por los desplantes de poder y el autoritarismo, el gobernador Rubén Rocha Moya también sufre de amnesia. Se le olvida, por ejemplo, que él fue quien negoció con el poderoso Cártel de Sinaloa para apoyar no sólo su campaña, sino también la de otros gobernadores de Morena, amigos suyos, a los que también vinculó con los capos de su tierra. Se le olvida que también él, junto con sus amigos, fueron financiados por Sergio Carmona, el asesinado empresario tamaulipeco que fondeaba las campañas morenistas con dinero del huachicol aduanero.

Se le olvidó que la Universidad Autónoma de Sinaloa lleva ese nombre, precisamente, porque las leyes y la Constitución sinaloenses le dan esa autonomía para manejarse tanto en su administración interna, como en la elección de sus rectores y directivos, y en vez de comportarse como un gobernante respetuoso de la autonomía universitaria emprendió una cacería política, con investigaciones judiciales a modo, para destituir al rector Jesús Madueña, acusarlo de presuntos desvíos y acosar a todo el grupo universitario que se defendió legalmente y acusó la intentona del gobernador por someterlos y tomar el control de la Casa de Estudios.

Otro de sus olvidos fue que con Héctor Melesio Cuén lo unía una amistad de años, en la que no sólo fueron parte del mismo grupo universitario, sino que empezaron juntos en las lides políticas, a través de la relación cercana y afectuosa que trabó el asesinado Cuén con Andrés Manuel López Obrador durante sus visitas y recorridos de campaña por Sinaloa. No sólo persiguió a los hijos de Cuén con investigaciones y carpetas judiciales, sino que a su antiguo amigo lo acosó y lo denostó hasta el cansancio aprovechando su investidura, en un rompimiento político que en el fondo ocultaba una feroz disputa por controlar el codiciado botín del millonario presupuesto universitario y controlar a la comunidad académica y educativa.

También se le olvida al gobernador que, de manera por demás extraña, justo cuando estaba enfrentando una persecución desde su gobierno, a Melesio Cuén le retiraron la escolta de protección que tenía asignada por la Guardia Nacional. Esa decisión de dejar al ahora difunto Cuén sin escoltas, solo pudo haber sido tomada a nivel federal, por la orden directa de la comandancia de la Guardia, y sería interesante saber si el gobernador estuvo o no enterado del retiro de los escoltas a su adversario, que fue atacado a balazos y asesinado en una gasolinería de las afueras de Culiacán, justo el mismo día que detuvieron al Mayo Zambada, con quien supuestamente iban a reunirse a el diputado electo y el propio gobernador Rocha Moya.

Bueno, es tanta la desmemoria y la repentina amnesia del morenista que gobierna Sinaloa, que ayer cuando le preguntaron por la plática personal que tuve con él, en septiembre de 2021, siendo gobernador electo, volvió a negarlo todo y a decir que era falso que me hubiera visto, que yo lo hubiera entrevistado en el noticiero del Heraldo Radio, que hubiéramos comido en aquel 14 de septiembre y que me hubiera dicho lo que, en efecto, me dijo cuando en aquella conversación le pregunté cómo se gobernaba teniendo un cártel del narcotráfico tan poderoso en su estado: “Pues mira Salvador, no nos hagamos pendejos. Aquí todo mundo sabe cómo está la cosa. Yo fui y hablé con ellos, los conozco a todos porque soy de Badiraguato, y yo fui a pedirles su apoyo. Quien te diga que quiere gobernar Sinaloa y no tiene el visto bueno de ellos (los narcos), te miente. Así es la cosa aquí, para qué nos hacemos pendejos”, me dijo en aquella fecha el gobernador a bordo de su camioneta.

Repito sus palabras, aunque ahora las niegue y las desconozca, porque no sólo estoy seguro de lo que me dijo, sino que tengo como prueba de nuestra reunión la entrevista que le hice para el noticiero “A la Una”, y que quedó grabada aquel 14 de septiembre en la cabina del Heraldo Radio Culiacán que entonces existía. Cuando terminé el noticiero me esperó afuera y me invitó a comer; abordamos su camioneta y, por sugerencia suya, nos fuimos a comer al restaurante Mar&Sea, en Culiacán, que es propiedad del exgobernador priista del estado, Juan S. Millán. Seguramente si se busca el registro de los comensales que estuvieron en ese día, aparecerán el nombre de Rubén Rocha Moya, el mío y el de mi jefe de Información, José Luis Sánchez, que fue testigo de la comida que ahora el gobernador niega.

En fin, que el gobernador podrá fingir amnesia y decir que no recuerda que siempre tuvo comunicación y contacto con los principales capos de su estado, que a través de ellos ayudó a sus amigos senadores que hoy son gobernadores de Morena, con los que además compartió el apoyo y la relación con el huachicolero tamaulipeco, Sergio Carmona. Unas semanas antes de que lo asesinaran en San Pedro Garza en noviembre del 2021, Carmona comentó con amigos suyos que se había reunido, al menos en dos ocasiones, con Ismael “El Mayo” Zambada, a quien había visto en sus escondites de la sierra sinaloense, para proponerle “un acuerdo de paz” que el empresario decía estar negociando con los principales cárteles de la droga, por instrucciones directas de un alto mando militar del gobierno de la 4T.

Carmona, al que también ya olvidó Rocha Moya, fue el amigo que conectó a Sinaloa con Tamaulipas y en la búsqueda de acuerdos con los capos sinaloenses, el empresario asesinado, llegó a ofrecerle al Mayo Zambada que le entregaban las aduanas de Nuevo Laredo y Reynosa, las dos con más actividad comercial, para que su grupo delictivo las controlara, en un intento por romper la hegemonía del debilitado Cártel del Golfo y llevar a los sinaloenses al multimillonario negocio del contrabando gasolinero y de todo tipo en las aduanas tamaulipecas.

En fin, que ahora que a Rocha Moya se le olvida todo y, con el aval del presidente López Obrador recurre a la vieja táctica de negarlo también todo, harán falta más que dichos, olvidos y desmemorias, para que el gobernador morenista de Sinaloa se quite el golpe que le proporcionó su paisano de Badiraguato, al exhibirlo y desnudarlo como uno de los engranajes que conectan a la política, en este caso desde Morena, con los violentos cárteles de la droga.

NOTAS INDISCRETAS… Con un discurso similar al de Nicolás Maduro, que justificó su fraudulenta reelección hablando de democracia y de resultados oficiales de las instituciones, ayer el reelecto dirigente nacional del PRI, Alito Moreno, celebraba que su permanencia hasta el 2024 al frente del priismo era producto “del voto democrático y libre” de los consejeros nacionales de su partido, a los que él controla y manda, al igual que Maduro con su Comisión Nacional de Elecciones. Pero, además, con la misma furia con la que el dictador venezolano reprime, encarcela y asesina a sus gobernados, ayer Moreno anunció la expulsión del exdirigente Manlio Fabio Beltrones de la próxima bancada priista en el Senado. Con un escueto comunicado, Alito anunció que el senador electo por Sonora no será más parte del grupo parlamentario priista que se instala el 1 de septiembre, y que además está en proceso también la expulsión del PRI de Beltrones, por cuestionar y descalificar su proceso reeleccionista. Alito parece decidido a quedarse él y sus aliados a la franquicia del PRI que pondrá al servicio de Morena o del mejor postor, convirtiendo al viejo partido en un modelo de negocio tan redituable como el PT y el PVEM. Y en ese afán está empezando con la purga de priistas y disidentes incómodos que cuestionen su apropiamiento autoritario del partido…Se baten los dados. Siguen las Escaleras.

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