Más allá de las cifras —que aquí rauda y solícita salió a dar la Jefa de Gobierno— de 1.2 millones de personas que participaron en la oficialmente llamada  “Marcha por la Transformación” o “Marcha del Ego y la Venganza”, como la bautizaron sus opositores, nadie puede negar que la movilización de ayer, convocada por el presidente López Obrador y organizada y financiada por el aparato del Estado y del partido gobernante, fue un éxito total y redondo para los fines para los que se planeó: mostrar, por un lado, que el aparato y el músculo del lopezobradorismo, apoyado en los recursos públicos, está fuerte y puede enfrentar u opacar cualquier marcha de la sociedad; y por el otro arrancar con la figura y arrastre del presidente la campaña de Morena rumbo a la sucesión del 2024.
 
Lo que vimos ayer fue un despliegue de fuerza, casi rudeza innecesaria del gobernante, que quiso retar y humillar a los ciudadanos, que son sus gobernados y que salieron a marchar el pasado 13 de noviembre en defensa del INE y de la democracia. Vimos a un presidente que, surgido de la plaza pública de la marcha callejera, regresó a su origen, a su hábitat natural que son las calles. La imagen de AMLO avanzando por cinco horas en medio de una marea humana en la que todos lo tocan, le gritan, se acercan y empujan, fue un largo y añorado baño de pueblo para el líder callejero que lleva cuatro años metido en la camisa de fuerza de la Presidencia; una inyección de “populina” en altísimas dosis  y un contacto físico y personal con la gente que no cualquiera aguanta y que confirma que hay política de masas y políticos de masas.
 
El que marchó ayer era al mismo tiempo cuatro cosas: un jefe de Estado, que utilizó su poder para alardear de su fuerza y arrastre; un jefe de Gobierno, que permitió que con los recursos públicos y presupuestales se financiara la movilización de personas de toda la República; un jefe político que, ya sin ningún pudor ni límite legal o constitucional, proclamó públicamente la simbiosis entre su partido y el gobierno; y un Jefe de las Fuerzas Armadas que hizo marchar a los soldados y generales vestidos de civiles para que lo acompañaran y cuidaran de su seguridad.
 
 Asistimos en esta movilización histórica al resurgimiento en vivo de aquella figura de los omnipotentes presidentes del viejo régimen priista, pero ahora revestido como 4T y acompañado de una maquinaria 4x4:  Jefe de estado, Jefe de gobierno, Jefe de partido y Jefe de las Fuerzas Armadas, con esa poderosa maquinaria y aparato empezó la campaña para mantenerse y perpetuarse en el poder a través de su movimiento.  
 
 
Quedó más que claro y, más les vale a sus opositores políticos que tomen nota, que el aparato de Estado y de Gobierno viene con todo, recursos públicos incluidos, para la batalla por el 2024. Si la oposición no va junta toda, sin miramientos, pretextos o estrategias partidistas individuales, serán arrasados. Ese fue uno de los mensajes más claros del desfile multitudinario de ayer.
 
Pero también, con este despliegue de fuerza tan prepotente y soberbio, López Obrador y su movimiento están corriendo un gran riesgo: que la gente de la sociedad que está inconforme con su gobierno, no sólo los 500 o 600 mil que salieron a marchar el 13N en toda la República, sino muchos millones más que no se manifestaron, pero disienten de su forma y estilo de gobernar, también pueden tomar nota del reto y del intento de aplastarlos y humillarlos del presidente que, debiendo gobernar por igual para todos, decidió marchar solo con los suyos. Si toda esa gente le responde a AMLO ya no con marchas, sino con votos en contra en 2024, el éxito de ayer se tornará en fracaso.
 
NOTAS INDISCRETAS… Y aunque el protagonista indiscutible de ayer fue el presidente, convocante, cabeza y orador único de su marcha, está también fue la marcha de las corcholatas presidenciales. Al arranque, temprano desde el Ángel de la Independencia —al que por cierto sí les abrieron ayer a los lopezobradoristas, mientras a los ciudadanos que marcharon en el 13N se los tapiaron— el presidente iba flanqueado por Claudia Sheinbaum, Adán Augusto y Marcelo Ebrard, que caminaron junto a él apenas uno o dos kilómetros, porque en cuanto el presidente decidió romper la formación para internarse en la selva caótica de manos, hombros, pies y rostros que se arremolinaban en torno a él, las corcholatas se dispersaron y no pudieron seguirle el paso a López Obrador: Adán Augusto se adelantó y su estatura lo salvaba de los empujones y pisotones que le daban por ejemplo a la secretaria Rosa Icela, pero después de caminar otro par de kilómetros, el secretario de Gobernación tomó una moto y se adelantó al Zócalo para supervisar que todo estuviera en orden; Claudia Sheinbaum se quedó atrás y después de un par de horas se salió de la marcha para irse al Zócalo; mientras que Marcelo Ebrard de plano agarró su propio camino y se internó entre los manifestantes en donde recibió porras, vítores y gritos de “¡Presidente!”, pero al mismo tiempo sufrió la agresión de un sujeto que le lanzó un objeto contundente a la cara; después de ese incidente, Marcelo también salió de la marcha y se dirigió al Zócalo. Para cuando el presidente salió de la marea humana y llegó al inicio de la plancha de concreto de la Plaza de la Constitución, volvieron a aparecer a su lado, como por arte de magia, Sheinbaum y Adán Augusto, que entraron triunfales con él al Zócalo, en lo que parecía una adelanto de la final anunciada para la sucesión en Morena, mientras Marcelo llegó después por su cuenta y, ya más fresco, declaraba a los reporteros que “estamos felices, esto es una fiesta, es nuestra gente, tenemos 20 años trabajando juntos”… Otra estampa interesante de la marcha-desfile-campaña ocurrió cuando los militares, que todo el tiempo vestidos de civil custodiaban al presidente, le dijeron en dos ocasiones que tenía que abandonar la multitud y le acercaron, en dos momentos distintos, dos automóviles para que se subiera y llegara al Zócalo, cosa que rechazó el mandatario en las dos ocasiones…También se juntaron los extremos en esta movilización: de un lado marchaban los ultras y radicales de la 4T, Jesús Ramírez, Rafael Barajas “El Fisgón”, Pedro Miguel y Jesusa Rodríguez –don Epigmenio Ibarra apenas avanzó unos doscientos metros del Ángel y se tuvo que retirar porque se desvaneció--, y del otro lado, no marchando pero sí hicieron presencia, los empresarios del país a los que convocaron para que se presentarán directamente en Palacio Nacional a las 10 de la mañana con motivo del “Informe de los 4 años” del presidente. Ahí estuvieron, aunque nunca fueron tomados en las imágenes de televisión, Daniel Becker, de la ABM, Olegario Vázquez Raña, de Grupo Imagen; el líder de CCE, Paco Cervantes; el ex jefe de la Oficina presidencial, Alfonso Romo; y el tiburón empresarial, Carlos Bremer, entre otros empresarios que escucharon atentos el discurso de López Obrador, aunque eso sí, ellos estuvieron esperando en la sombra, adentro de Palacio Nacional, hasta que llegó el mandatario…La gran ausente de ayer fue la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller. La doctora no marchó ni acompañó a su esposo porque tuvo que salir de la ciudad por un tema familiar relacionado con su hijo menor Jesús Ernesto. Andy fue el único de sus cuatro hijos que desfiló junto a su padre y aunque Beatriz estaba ausente físicamente se hizo presente en el discurso de su marido cuando dijo que su esposa no participaría políticamente “ni aspira a ningun cargo”. Que supiéramos doña Bety no se ha postulado o ha dicho aspirar a nada y dice un dicho que a explicación no pedida, acusación manifiesta. ¿Qué habrá sabido el presidente sobre su señora esposa, qué chisme le habrán contado para que la desmarcara desde ahora y públicamente en el Zócalo de cualquier aspiración o proyecto político?... Y el otro gran ausente fue Ricardo Monreal, cada vez menos corcholata, quien se fue a España a la Reunión Interparlamentaria con el Congreso de aquel país. Y mientras acá los cuatroteístas y las otras corcholatas marchaban, Monreal se juntaba en Madrid con el panista Santiago Creel, también aspirante presidencial autodestapado, para anunciar que recorrerán juntos el país para impulsar un movimiento de "Diálogo y Reconciliación Nacional” que pretende unir y pegar todo lo que AMLO desunió y dividió. Curiosamente Monreal se fue a España a donde suelen reunirse y verse varios de los opositores más férreos de López Obrador, lo mismo Carlos Salinas de Gortari, que Felipe Calderón o el escritor Mario Vargas Llosa, eso por no hablar del Grupo Iberdrola…Finalmente la última estampa de la marcha-desfile-campaña y quizás la más penosa y lamentable de ayer fue la transmisión especial que realizo el Sistema de Radiodifusión del Estado Mexicano o SPR, que agrupa a los principales canales de televisión y radios públicas. Con su director Jenaro Villamil al frente, los medios públicos ofrecieron un penoso e ilegal espectáculo al olvidarse de su carácter público –que significa que pertenecen no al gobierno, sino al Estado y a los mexicanos que los financian con sus impuestos— y convertirse en viles matraqueros, porristas y propagandistas del presidente y de su movimiento político. Rebasando todos los parámetros y violando las leyes que los rigen, Villamil y sus conductores y reporteros utilizaron los recursos públicos para dedicarse,  en más de 6 horas de transmisión ininterrumpida, a quemarle incienso al presidente y a predicar, más que comunicar o informar, con conceptos ideológicos y políticos ni siquiera del gobierno, sino de un movimiento y partido político. ¿Dónde quedó aquel crítico Villamil que cuestionaba el uso de los medios del gobierno para fines políticos y partidistas? Ya no existe, en su lugar hay un fanático propagandista y un funcionario que utiliza su cargo para promover su muy personal ideología política… Los dados mandan Escalera Doble. Bien inicia la semana.

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