La Moratoria se acordó alrededor de una mesa. Presentes, el empresario Claudio X. y los presidentes de los tres partidos de la Oposición. 

La Moratoria: la Oposición no negociaría ni votaría ninguna reforma a la Constitución, de acá al final de los días de esta presidencia. 

La orden bajó a los legisladores opositores, sin ningún debate de por medio. El gerente no tiene por qué debatir sus órdenes con los empleados. 

Lo que sí hicieron los legisladores fue encontrarle a la orden un relato más allá del violento “No, nada con AMLO”. Son personas que se distinguen por el uso largo del idioma. 

“Hay que proteger a la Constitución de reformas”, escribió con gran estilo una abogada en un periódico y varios la secundaron. Eso viniendo de tres partidos que durante los últimos 35 años, los así llamados años neoliberales, reformaron 486 veces la Constitución. 

“Hay que detener la destrucción de la Democracia”, ensayaron otros una explicación. Como si debatir y negociar no fuera la Democracia en movimiento. 

“Es que Morena no admite ni el cambio de una coma a sus reformas”. Eso cuando Morena aceptó 9 de las 12 enmiendas a la Reforma Eléctrica, que de cualquier forma la Oposición mató completa con su voto en contra. 

“Se lo debemos a nuestros electores”, también dijeron por allá algunos legisladores ocurrentes. 

Venían de visitar a sus electores en juntas que fueron muy atendidas y donde la gente gritó a coro y con el puño alzado Moratoria, moratoria, moratoria. Un pandemónium de entusiasmo. 

Bueno, no. Ningún legislador fue a consultar a ningún elector. En la cadena de mando, los electores somos el último escalafón, algo así como los obreros eventuales de una empresa. Hacemos nuestro trabajo —votar en las urnas— y luego se nos despide, hasta que años después nos llamen para volver a votar. 

Nada, nunca, jamás con Morena, fue la orden de arriba y los empleados legisladores se cuadraron. 

—Sí, patrón. 

Bueno, tampoco todos. Hubo una enorme rebelión de tres legisladores, que se acordaron de que fueron contratados por el pueblo para hacer vida parlamentaria, no por Claudio X. 

Y hay otros diez francamente embroncados, pero hasta ahora se han disciplinado. 

Y ya armado el relato de falsas equivalencias (Democracia igual a no negociar, Parar la destrucción igual a cancelar el Congreso), la orden descendió sin disenso a las mesas de análisis de la TV privada, que a menudo parecen extensiones de la Oposición. 

Se ha visto a muchos analistas llamar al voto contra Morena. Se ha visto incluso a una analista decir a cámara: “No se desesperen, si nos organizamos podemos ganar en el 2024”. ¿En serio sabe que todos los telespectadores odian a Morena? 

Y también se ha visto a más de un analista sacar cuentas torturadas de cómo vencer en el 2024 a Morena. Cito, palabras más, palabras menos: 

—Si juntamos los votos de Sinaloa con los de Puebla y los del Hidalgo, y los aglutinamos, porque están dispersos, yo creo que sí ganamos. 

Como si el analista estuviera en el cuarto de guerra de Claudio X. O en su cocina, juntando monedas para el mandado. 

Pero en esta ocasión ni en las mesas de análisis de la TV privada prendió el entusiasmo por cerrar la vida parlamentaria, aunque tampoco hubo, lo antes dicho: disenso, ni alguien señaló la disciplina tipo empresarial con que ha sido impuesta.

Vaya, en la TV comercial de hoy se puede decir cualquier cosa contra el Poder político, pero del Poder económico nada se habla. Nunca se le toma en cuenta. Es como si no existiera: es el gran tabú. 

Me cuentan que don Claudio X. terminó la junta alrededor de la mesa donde surgió la Moratoria con palabras muy ásperas: 

—Bueno, así queda, muchachos. Mañana pasan a cerrarme el Congreso y luego pasan a la tintorería por mi ropa limpia. 

Bueno, no. No sé si eso dijo. Lo que sí, cerró el Congreso. 


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