Al inicio del sexenio, Marcelo era el secretario estrella. El avezado. El sucesor natural de AMLO. Y el más reservado.
Hace dos años ya no era el favorito en las encuestas, lo había rebasado Claudia, porque Claudia trabajaba para perfilar su personalidad y salía cada fin de semana a algún estado de la República, para tejer alianzas con los 22 gobernadores de Morena. Todo a la luz del sol y reportado por la prensa.
Marcelo en cambio seguía reservándose.
En las campañas internas de la Izquierda, lo natural era que Marcelo dejaría de reservarse. Saldría de su concha. Abandonaría sus cenas cupulares. Pisaría los tablados de los mítines. Micrófono en mano, nos contaría de su proyecto de un "México de clases medias" y emocionaría con ese país futuro, que impulsado por los vientos del nearshoring, encontraría la igualdad en la bonanza. Clases medias y pobres deseosos de serlo, lo ovacionarían.
Sorpresa: Marcelo siguió reservándose.
Tuvo pocos mítines y desangelados. Salió al público por los medios de la prensa comercial, unánimemente anti 4T, por Tik Tok e Instagram, y apenas se expresó desde los medios con público de Izquierda, desdeñando a ese electorado y al mismo movimiento de la Transformación.
¿Tejió alianzas? Tal vez, pero en cenas cupulares a puerta cerrada. Y ante el Gran Popolo, el pueblo, no expresó nada nuevo y grande, no acuñó un solo lema entrañable donde cupiera el país.
Y en consecuencia, no emocionó.
“Sonríe, todo estará bien”, fue un lema digno de una aspirina. “Mejor Marcelo”, un lema para refresco. No se perfiló como estadista y su superioridad intelectual quedó en un supuesto no probado.
Bailó, eso sí, ordeñó vacas, cocinó, se volvió caricatura en un videojuego, aconsejado por mercadólogos que lo encasillaron en la estrategia del candidato Rorscharch. “Tú solo muéstrate, sé simpático, que cada quien se imagine quién eres, al fin la tienes ya ganada y al final la gente vota por quien le cae mejor.”
Mala estrategia, porque el electorado de hoy no es el de ayer. Hoy una mayor parte prefiere la enjundia a la simpatía, porque se ha politizado. Cree que su voto vale. Cree que quien gobierna incide en su vida diaria. 35 millones de mexicanos que reciben ayudas económicas pueden testificarlo.
Además, Marcelo hacía dos años que no la tenía “ya ganada”. Qué raro que no lo asumió del todo. Qué raro que sus mercadólogos no lo asumieron para nada. Las encuestas no reservaban ningún secreto: la que a pleno día se la había ya ganado y cada día se la seguía ganando un punto más, era Claudia.
Claudia, que desplegó su tejido con los gobernadores de Morena: los aparatos estatales trabajaron para construirle mítines masivos y en ellos la candidata tal vez no sorprendió con un proyecto deslumbrante, supuestamente presentar proyectos estaba vetado, pero sí inauguró temas, siempre de Izquierda, y los membretó para sí con lemas memorables –“Es tiempo de mujeres”, “La continuidad con sello propio”, “Un Sistema de Cuidados”, “La Derecha va por sus privilegios, nosotros vamos por los derechos”—y sí emocionó, y sí se perfiló más, y sí el movimiento 4T la asumió como su próxima líder, y sí se desgastó en el intento, hasta quedarse ronca y fatigada.
De volverse Marcelo el candidato de Movimiento Ciudadano, será como un caleidoscopio que gira: las piezas políticas caerán en un nuevo acomodo. Y Marcelo tendrá una segunda oportunidad de ser el que viene prometiendo —subliminalmente— ser. El candidato de las Clases Medias y los pobres que quieren dejar de serlo. El estadista avezado. El reconciliador de las clases sociales. El hombre del Centro.
Pero tendrá que despedir a sus mercadólogos y entregarse a la gente para hablarle desde el corazón —y tendrá que entregarnos grandes temas y frases —y un gran proyecto, viable y deseable.
Somos los electores los que ganaríamos con una contienda de ese nivel. Una contienda de ideas y proyectos. Izquierda vs Social Democracia. Claudia vs Marcelo.
Al tiempo.