Un nuevo balance político parece estar a la vista en el país por consecuencia directa de las próximas elecciones, pero también por el alineamiento de otros actores, de manera destacada el sector empresarial y grupos de poder regionales, que según las evidencias disponibles se han desprendido de la medrosa cautela que mostraron en los dos primeros años del actual gobierno.
Debe anticiparse que los escenarios para el gobierno López Obrador han cambiado en grado importante frente a los pronósticos de hace apenas unas semanas. Ello incluye la tendencia de las principales encuestas, que han cerrado las intenciones de voto en la mayor parte de los estados clave de los 15 que renovarán sus gubernaturas. Y en no pocos de ellos la derrota del oficialismo exhibe una alta probabilidad.
La jornada del 6 de junio puede traer a Morena el logro indudable de ganar en Tlaxcala, Nayarit, Colima, Zacatecas, Michoacán y Baja California (su plaza más valiosa en juego). Pero puede adelantarse su derrota en “joyas de la corona” como Nuevo León, Chihuahua, Querétaro o San Luis Potosí, y ya encara un empate en Sonora, Sinaloa, Guerrero, Baja California Sur, incluso Campeche.
Bajo este escenario se asoma una correlación de fuerzas reales, partidistas o no, que puede dotar de solidez y frescura a los equilibrios y contrapesos frente a Palacio Nacional…, o provocar que desde la Presidencia se desate un verano de sobresaltos, confrontación agudizada, crisis poselectorales o reformas legales de última hora.
El presidente López Obrador sigue dando muestras de un agudo olfato político, y es conocido su discurso radical, que lo ha ayudado en toda su trayectoria a negociar en forma pragmática, en privado, cuando ha debido hacerlo. La duda hoy, dentro y fuera de su gobierno, es si en el primer círculo del tabasqueño se impondrán quienes lo pueden acompañar hacia una nueva realidad, con mayor pluralidad, o si los halcones de la autodenominada Cuarta Transformación lo empujarán en los próximos meses hacia una ruta de mayor endurecimiento.
Sin duda el ámbito más delicado para la marcha de la 4T lo constituye el próximo equilibrio de fuerzas en la Cámara de Diputados a raíz de una serie de factores, no solo por el bloqueo a una sobrerrepresentación en ese cuerpo legislativo resuelto por el Instituto Nacional Electoral y avalado posteriormente en el tribunal federal electoral.
La más alta prioridad en las estrategias empeñadas desde todos los frentes se reflejará en San Lázaro, y en este momento ningún ejercicio matemático parece respaldar que Morena y sus aliados vayan a conservar la capacidad de modificar por sí mismos la Constitución. Ello no debe descartar una nueva generación de pactos en la próxima legislatura.
Por otro lado, se antoja imposible que Morena conserve el dominio que exhibe en la mayoría de los Congresos locales, un espacio esencial para la aprobación de reformas constitucionales.
Otro aspecto que cobrará notoriedad según se acerque la cita con las urnas será la amplia participación de empresarios de rango local en numerosas candidaturas. Quizá se concluya que se trató del mayor crecimiento de este tipo desde que José López Portillo nacionalizó la banca, en 1982, y el Partido Acción Nacional experimentó el desembarco de los llamados “neopanistas”, a los que se conoció también como los “bárbaros del norte”. Sería una ingenuidad suponer que esta nueva versión del fenómeno, ahora manifestada en varios partidos nacionales y regionales, no cuenta con el aval de barones del dinero con bolsillos profundos.
La respuesta a estos enigmas está a un mes de distancia. No vivirá mucho quien no lo vea.
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