“La primera vez que lo vi después de estos siete años, me estaba bajando del coche, me tuve que regresar, lloré dos segundos, y luego fue como ¡órale! ¡fuerte! para voltearlo a ver a los ojos. Todo este enojo con ganas de decirle a la esposa ‘es que no estás entendiendo, no estás entendiendo que nos drogaba, se toqueteaba y nos toqueteaba’”. “El doctor Luis Antonio Hernández Robledo nos inyectaba algo y se tocaba y nos tocaba, después de adormecernos en su consultorio”. Este fragmento es parte de la narración de una de las presuntas víctimas del ortopedista acusado de abuso sexual.
El doctor lleva varios meses siendo procesado conforme a derecho. A pesar de lo cansado que ha sido para varias de las mujeres denunciantes, el Ministerio Público ha hecho su trabajo; en primer lugar, creer en sus testimonios; en segundo lugar, investigar, y en tercer lugar judicializar las pruebas y testigos con los que se cuentan. Esto ha permitido que lleve varios meses siendo juzgado en el Tribunal de Enjuiciamiento de Barrientos. Este fin de semana se espera que por fin se dicte sentencia en su contra.
Desde el punto de vista del asesor jurídico de las víctimas, la etapa probatoria concluyó exitosamente. Tiene el convencimiento de que está acreditada la conducta delictiva de abuso sexual. Esto se pudo constatar a través del propio dicho de la víctima que confrontó a su agresor en la audiencia, con peritos en psicología y antropología social que en esencia corroboraron ante el Juez los daños generados a la víctima a nivel psicológico y social.
“Si resulta que la sentencia le declara inocente falta mi carpeta de investigación que tiene que seguir su curso. Si sale culpable, mi carpeta elevaría su condena”. Otra de las víctimas me cuenta que a veces cuando terminan alguna audiencia pública, salen con entusiasmo de que los hechos son contundentes. Pero hay otras veces que se han escuchado barbaridades por parte del acusado y su defensa, como por ejemplo que “por el nivel socioeconómico de las víctimas no hubieran podido presentar un cuadro de abuso o violación”. Nadie ha hablado de violación, pero este tipo de dichos justamente intentan poner en entredicho las denuncias de estas mujeres valientes. ¿Los prejuicios de clase son argumento para desechar las pruebas del abuso?
“Uno de los argumentos de los testigos que lo defienden es que él no administra ninguna medicina que las presuntas víctimas aseguran que les dio y que causó los efectos generados para poder abusar de ellas. Hay testimonios de varias mujeres que han ido con él, cuentan que las inyectó, pero no se acuerdan qué pasó en esos minutos. Cuando te va a administrar la inyección ya la tiene lista, no la prepara frente a ti, no te dice qué es. El día de la audiencia me acompañó el chofer de mis papás, quien fue al hospital aquel día que tuve ‘mi experiencia’ con el doctor, porque no podía ni manejar de cómo me dejó la inyección. Él se acuerda perfecto de mi estado de indefensión, a pesar de que han pasado 10 años”, cuenta una tercera de las presuntas víctimas.
Del fragmento anterior es relevante resaltar algo. La mujer identifica el abuso sufrido como “mi experiencia”. El dolor que causa un abuso sexual llega a ser hasta difícil de nombrar. Lo contundente de los testimonios no está en si debe creérseles a estas mujeres solo por el hecho de serlo, sino por los impactos psicosociales que tuvo esa experiencia en sus vidas. El abogado de las víctimas afirma que “la convicción del actuar del Dr. Luis Antonio N. se da con los resultados de los peritajes que se han presentado. Como dice uno de los principios generales del derecho: a los peritos de un arte, se debe creer”.
“Yo creo que es super evidente para la persona que quiera ver las cosas claras y objetivas que la contraparte está mintiendo. Dicen cosas que no tienen sentido, como que las inyecciones son de infiltración y que no causan esos efectos, pero nadie de las víctimas ha dicho que es una inyección de infiltración sino una inyección que ha causado efectos desconocidos. Yo he salido un poco desilusionada de las audiencias”.
Estas valientes mujeres sufrieron abuso sexual, enfrentaron la mirada de quienes en su círculo se asumen afectados si se hace público, hablaron del tema frente a periodistas, asistieron a la audiencia y enfrentaron al abusador, además de escuchar las mentiras de su defensa y sus testigos. Ahora uno de los casos está en manos del juez Juan José Colón Martínez. Su sentencia del domingo nos dirá si atiende los hechos y procede en favor de la justicia.
@MaiteAzuela