“Cuando ya no haya más sitios en el infierno, los muertos caminarán por la Tierra”.


El acre que invadió a la capital del país el pasado domingo parece una metáfora de nuestra realidad: todo es tan gris, tan áspero, todo es tan amargo, todo es tan tolvanera.

Vivimos un panorama triste, los doscientos mil, que realmente son casi cuatrocientos mil muertos por Covid frente al tono patético de nuestros dirigentes que prefieren culpar a los periódicos por su reflejo, los seis o siete o diez millones más de pobres que engrosan la fila de la miseria, de los desdichados que no pueden ya ni comprar el pan de a diario, los bribones que asustan la inversión con tal de sentirse más “héroes” en una ridícula competencia de testosterona, la violencia, los muertos que se desbordan de la tierra a punta de fosas clandestinas, los feminicidios, los misóginos que habitan Palacio. Todo mal. Todo acre.

La muerte de George Floyd desató una revolución en los Estados Unidos, fue un despertar violento que terminó en las urnas volviendo a dar una oportunidad a la decencia política, sin embargo, aquí en México, parece que la imagen de Victoria, la mujer salvadoreña asesinada por policías municipales de Tulum en un cuadro casi calcado, no producirá el mismo destino.

Victoria, espero equivocarme, pasará a nuestro amplio catálogo de chingaderas que se esfuman frente a una nueva.

Un par de días antes de que Victoria fuese asesinada por la autoridad, en Veracruz un fiscal ordenaba entregar los restos de un cuerpo en una bolsa negra de basura, el fiscal humillaba así a las víctimas, regodeado en su estupidez, arrebujado de su incompetencia se burlaba de la osadía de la familia de Eladio Chable que hizo lo que investigadores que pagan nuestros impuestos no pudieron: encontrar a su ser amado muerto y abandonado.

La noticia de Chable se eclipsó unas horas después frente al caso Victoria, como también se quedó en segundo plano el primer feminicidio de Holbox y otro más a la cuenta de Cancún.

Sí, esa mierda que se respiraba en la Ciudad de México el pasado domingo es, sin duda, consecuencia del combustóleo que se quema en Tula, el mismo que prohíben en casi todo el mundo y que veneramos aquí como el mito de la muerte, pero también es, seguro estoy, la metáfora del cáncer que va ahogando el corazón de nuestra nación.

Y se va a poner peor la cosa, no falta mucho para una nueva atrocidad que nos hará olvidar por un momento a Victoria, puede ser un desastre climático, una debacle económica, una gran masacre, una pataleta autoritaria. El acre nos abraza y nos asfixia poquito a poquito.

¿Qué hace falta para que a los mexicanos nos calen tanto las llamas del infierno como para empezar a extinguir el fuego?

DE COLOFÓN

El tema de la reforma a hidrocarburos ha sido la gota que derramó el vaso en la relación con Estados Unidos, para las próximas semanas podríamos ver las primeras acciones legales de peso contra las ocurrencias de Palacio.

Si pierden, perdemos todos, el pago del castigo será con nuestros impuestos.

@LuisCardenasMX

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