“El derecho de naturaleza es la libertad de cada hombre de usar su propio poder como quiera para la preservación de su propia vida”

-Thomas Hobbes

No estuvo nada mal este primer round. México ha salido airoso y aún tenemos unos 25 días para preparar el segundo asalto.

La Guardia Nacional tiene unos 130 mil elementos. Desplegar 10 mil en la frontera para que Donald Trump presuma un triunfo nos cuesta apenas el 8% de la fuerza que, además, es necesaria para el control de la inmigración ilegal y el combate al crimen organizado, sin importar lo que digan en la Casa Blanca.

Trump no hará nada para reducir el tráfico de armas a México. Primero, porque es un ferviente defensor de la libertad estadounidense para portar armamento. Segundo, porque no es su problema. Nuestros vecinos venden armas como si fueran chocolates; allá es legal, aquí no. Nuestra responsabilidad sería reforzar el control fronterizo con mucho mayor esmero.

Además, el lobby de las armas en EU, con la NRA a la cabeza, es uno de los grupos de presión más poderosos y cercanos a Trump. La venta de armamento es un negocio multimillonario y su base política defiende el derecho a portar armas como un pilar de la identidad estadounidense. Frenar ese comercio iría contra los intereses de la industria y de sus propios votantes, por lo que jamás tomará medidas en su contra.

En estos primeros días de post-negociación, un avión militar estadounidense rondó la península de Baja California en cielos abiertos, sobre aguas internacionales, peligrosamente cerca del espacio aéreo mexicano. Un día después, en el mismo lugar, apareció un portaaviones de los Marines.

Aunque dudo que los hechos estén relacionados, el Wall Street Journal reportó que la CIA podría estar espiando a gobiernos aliados, como el de México, para darle ventaja a Trump en las negociaciones comerciales. A esto se suma la paranoia mediática: los aliados del expresidente, como Fox News, no se cansan de difundir, sin fuente confiable, que los cárteles mexicanos han ordenado a sus miembros atacar a matar a los agentes de la Patrulla Fronteriza. Así refuerzan la narrativa que justifica todo bajo la amenaza de una supuesta invasión de migrantes y narcos.

El escenario parece mucho más complejo que una llamada cordial de 40 minutos entre Sheinbaum y Trump. La negociación que viene es de pronóstico reservado, sobre todo cuando hablamos de un personaje que quiere convertir la Franja de Gaza en un destino turístico, sin importar que dos millones de palestinos sean desplazados, o que exige a Ucrania miles de hectáreas con minerales estratégicos —titanio, litio, berilio, uranio, níquel— a cambio de protección contra Rusia.

Pero, por ahora, lo importante es celebrar el triunfo, dure lo que dure. Convertir a Claudia Sheinbaum en un hito histórico y a la 4T en una nueva historia de bronce. Total, somos expertos en conmemorar nuestros Cinco de Mayos, en celebrar victorias pírricas, en gritar días de gloria, aunque al final perdamos la guerra. Somos buenos pa’l cotorreo y el desmadre.

Del otro lado, no son mejores: regatean los avances, bufan de coraje ante los aciertos del adversario, hablan de “arrinconados” mientras se frotan las manos, ansiosos de que al país se lo lleve el carajo para poder erigirse como sus salvadores. Tristes personitas, hundidas en su propio tártaro.

Aquí estamos, entre la soberbia y la mezquindad. Así llegaremos al segundo round: desgastados entre nosotros.

¿No será esa, precisamente, la estrategia de Trump?

@LuisCardenasMX

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