El tipo tiene un corazón en la mano, aún late un poco, las imágenes impactan desde que empieza el video cuando con un cuchillo el sicario michoacano corta con macabra precisión el pecho de su víctima y literalmente le arranca el corazón. No parece que sea la primera vez, ya no le mellan los gritos del hombre que se sabe muerto, hace mucho que ese verdugo perdió gran parte de humanidad.
El video circuló desde hace unos días, primero entre narcos de Michoacán y luego entre el pueblo, se manda por whatsapp como una especie de morbo mezclado con la advertencia de que la guerra va en serio, de que la plaza es de ellos, de que la ley se dicta por salvajes.
¿Cuántos corazones habrán sacado ya?, ¿cuántos cuerpos habrán decapitado?, ¿cuánto dolor indecible?, ¿cuántos gritos ahogados en el silencio de la impunidad?, ¿cuánta realidad está escondida bajo la alfombra de la farsa en las declaraciones políticas?
No sé si López Obrador habrá visto alguna vez la bestialidad de esos a los que también dice proteger, quién sabe si en el mentado gabinete de seguridad de todas las madrugadas, antes de la mañanera, se muestran esas imágenes entre los más altos mandos del país y quién sabe si les conmueva, si les sensibilice o si están tan acostumbrados que ya no les importa.
Queda claro que la orden presidencial de abrazos y no balazos será la tónica del sexenio y que cuando AMLO termine en 2024 su administración habrá batido el récord de homicidios y desaparecidos, superará al de Calderón y al de Peña Nieto, sin mayor problema. Queda claro, también, que la o el próximo presidente tendrá que cambiar la estrategia o capitular frente al poder de los criminales.
A lo único que tienen derecho los criminales es a un debido proceso, nadie quiere tampoco a un Bukele mexicano, pero frente a la realidad de un país arrebujado en sangre la tentación del discurso autoritario crece día con día.
Por eso, no se entiende al gobierno con su chauvinismo trasnochado y su afán de bravucón de barrio, ¿qué necesidad había de retirar el hangar para el avión de la DEA en Toluca que, por cierto, también era usado por autoridades mexicanas?, ¿qué necesidad de abrir más frentes con quien debemos trabajar en pos de la pacificación?
El sexenio está perdido también en materia de seguridad, habrá más descuartizados, más masacres y más angustia, López Obrador entregará otro fracaso envuelto en pérdidas humanas que costará mucho enderezar.
Pero lo importante, como siempre, es la politiquería, total, ¡que a la realidad, como a las instituciones, se la lleve el carajo!
DE COLOFÓN.- Pues resulta que compramos una refinería que reporta pérdidas desde hace tres años, a eso súmele que el plan antiinflacionario de la 4T parece que no es suficiente ni para tapar una muela y que el hobby de Palacio Nacional es pelearse con nuestro principal socio comercial.
¿Qué podría salir mal?
Y todavía faltan 867 días para que termine el sexenio.
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