Ayer, luego de una reunión en Palacio Nacional donde se entabló una conversación por teleconferencia con el exsenador Christopher J. Dodd, asesor especial de Joe Biden para la Cumbre de las Américas, Marcelo Ebrard fue increpado por supuestos simpatizantes de Claudia Sheinbaum que le gritaron “¡eres neoliberal, Ebrard!”
Lejos de la reunión que, según el canciller, fue todo un éxito, aunque otras versiones extraoficiales apuntan más bien a un tono de tensión por los Estados Unidos, dada la simpatía del presidente por las dictaduras latinoamericanas y lo que ya muchos actores en Washington han considerado una especie de chantaje del presidente López Obrador a la administración de Biden, llamó la atención la afrenta de “fuego amigo” que sufrió el aspirante presidencial.
Para nadie es un secreto que Marcelo Ebrard se ha ganado el apoyo del sector más moderado de la 4T y de millones de ciudadanos, no afines a la 4T, opositores con el camino radical que ha trazado la narrativa presidencial desde el Palacio Nacional.
Hoy, el canciller se percibe como un actor eficiente, quizá el único y verdadero operador en toda la administración, que resuelve los problemas que el presidente crea gratuitamente abriendo frentes sin mucho sentido a los cuatro vientos, pero que, al mismo tiempo, muestra una especie de afinidad ideológica, para muchos más bien fingida, frente al radicalismo de López Obrador.
¿Qué pasó ayer?, ¿fue un seudosimpatizante “sembrado” de Claudia Sheinbaum el que ofendió a Marcelo con la intención de subirle puntos al “victimizarlo”?, ¿o fue realmente uno de los tantos radicales que piensan que la jefa de Gobierno será el títere de López Obrador y garantizará el camino sembrado por el presidente?, ¿fue un jalón de orejas?, ¿fue producto la estrategia de algún funcionario con mucha iniciativa?, ¿o fue una simple anécdota?
Como sea, hay algo de verdad en la arenga de ayer, Marcelo Ebrard sería un presidente muy diferente a López Obrador, el canciller tiene más credenciales de estadista que de caudillo, es un hombre que lo mismo sabe y opera en política internacional que en economía doméstica, que no busca dividir tanto como trabaja en la construcción de un mejor país, que no se fía de los otros datos tanto como percibe la realidad y se ha vuelto experto en apagar incendios, siempre con el resultado de un “justo medio”.
No creo, francamente, que hoy por hoy Marcelo sea el gallo del presidente, no es la corcholata favorita, quizá el hombre que le gritó ayer es un reflejo del pensamiento más profundo de López Obrador: sí, Marcelo hace un gran trabajo; sí, Marcelo sabe; sí, Marcelo soluciona; pero, sí, desgraciadamente, Marcelo también es un neoliberal.
Lo de ayer, sintetiza el país y sus divisiones. Curiosamente el antilopezobradorismo mira en Ebrard a la figura menos peor, al hombre que podría enderezar el camino de desarrollo del país en el concierto global… Aunque los más radicales sólo piensan en él, como lo que hasta ahora ha sido: el bombero más importante de México.
Si ese será el tono de cara a la sucesión de 2024, habrá mucho circo y al menos podremos divertirnos un rato.
Total, los verdaderos problemas no importan mucho en el primer círculo de nuestra denostada clase política.
DE COLOFÓN.- Dijo Ricardo Monreal que no quiere confrontarse con el presidente, pero que él siempre estará del lado de la UNAM, ¿no se habrá dado cuenta ya que son tiempos de definiciones claras y que si busca, realmente, ganarse al ala moderada es momento de fijar posturas de veras y no de tibiezas?
Y todavía faltan 865 días para que termine el sexenio.
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