Hay varios mexicanos varados en el Perú, muchos de ellos son aspiracionistas, clasemedieros, gente a la que gusta viajar y conocer otras culturas, gente que se va formando visión.
A nuestros compatriotas les agarró una revolución en las tierras de la Pachamama, el fallido golpe de Estado que dio Pedro Castillo y que ha puesto al Perú patas pa'rriba, ulltrapolarizado y con actos de violencia que han cobrado ya, al menos, una decena de vidas, los dejó sin posibilidad de un retorno seguro, con varios vuelos cancelados y sin garantías para su seguridad.
¡Qué curioso!, si Pedro Castillo, barato protodictador, hubiese logrado llegar a la embajada, seguramente le habríamos enviado un avión militar, pero a esos clasemedieros ¡que se jodan!
No creo que la crisis política que atraviesa el Perú sea, realmente, comparable a la de México.
Sí, claro, es cierto que López Obrador sería feliz si pudiese disolver al Congreso y también a la Corte y mandar a la oposición al exilio y cerrar los medios de comunicación que no lo alaben hasta el ridículo y desaparecer cualquier otro estorbo para su transformación. Sí, es cierto que nuestro presidente tiene sangre autoritaria por las venas y la muina le gana muchas veces a los atisbos de razón, pero, francamente, AMLO no necesita desaparecer nada, a final de cuentas, lo tiene casi todo controlado, vía libre para destrozar el país a su antojo.
A diferencia del Perú, aquí los contrapesos institucionales han sido relativamente débiles para evitar crisis como la que se sufre en el sector salud y el desabasto de medicamentos o la militarización del país hasta el 2028, pero también relativamente fuertes como para no permitir la eternización del presidente luego de su sexenio o la erosión de capitales privados al grado de la bancarrota por la extrema desconfianza que el caudillismo de palacio genera.
Aunque, lejos de los chocantes comparativos y de la complejidad que representa la situación política del Perú, lo que sí nos deja en un ridículo brutal es la postura que el gobierno mexicano ha mostrado frente al conflicto: Aceptamos al dictador, lo apapachamos, lo reconocemos. ¿Doctrina Estrada?, ¡sí cómo no!
DE COLOFÓN.- La resistencia de los empresarios medianos y pequeños peruanos ante el gobierno de Pedro Castillo en Perú, mucho tiene que ver con la pobreza estructural de ese régimen para darle continuidad a los esquemas para el desarrollo de Pymes, la mayoría de ellas nacidas del gran éxodo de las montañas a la Capital por el “terror”.
Y todavía faltan 655 días para que termine el sexenio.
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