He hablado desde hace tiempo con varias mujeres -la mayoría de izquierda, pero no todas- para saber si les gustaría que México fuera gobernado por una mujer. Todas son de distintas clases sociales. Yo esperaba que me respondieran afirmativamente, pero para mi sorpresa no fue así: la mayoría puso la misma apostilla:
“Sí, pero… depende: ¿qué mujer?”
¿Qué representaría esa mujer? ¿Qué políticas públicas tendría?, me cuestionaron.
“No se trata nada más de que sea mujer, o ¿quieres a Layda Sansores?”, me espetó una dama medio fifí.
“¿Y si es una mujer pro vida, misógina y facha?”, me interpeló otra amiga, muy pejista ella. “¿Una mujer ultra conservadora y homofóbica, en contra de los derechos de las personas del mismo sexo que deciden acompañarse mutuamente a lo largo de sus vidas?”, agregó.
Y entonces esas mujeres me hicieron un retrato mínimo de los elementos fundamentales que debería tener esa mujer en la Presidencia de la República…
-Una mujer independiente, políticamente independiente aunque milite en un partido. Una mujer que no responda a las órdenes de ninguna otra líder, y mucho menos de un caudillo (X).
-Una mujer absolutamente autónoma de las iglesias.
-Una mujer que sea capaz de promover sin ambigüedades que en todo México, en cada una de las 32 entidades, sea legal el derecho a abortar, el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y a determinar sus procesos de reproducción.
-Una mujer que se comprometa a impulsar las reformas legislativas pertinentes para que las personas del mismo sexo puedan tener los mismos derechos legales que cualquier matrimonio heterosexual en absolutamente todo el país.
-Una mujer que acompañe a los movimientos feministas, independientemente de que en éstos pudiera haber grupúsculos infiltrados dedicados a generar violencia para estigmatizar a las mujeres que se movilizan y desviar la atención de sus agendas (X).
-Una presidenta que nunca le vuelva a dar la razón a un gobernante macho que, desde la ignorancia más supina, descalifica al feminismo porque… no le rinde pleitesía y es contestatario (X).
-Una mujer que no tolere absolutamente el menor desplante de corrupción, conflicto de intereses y ostentación entre sus colaboradores. Ni uno. Una mujer que de verdad diseñe mecanismos más allá del voluntarismo para acabar con esa lacra que persiste en todos los niveles de gobierno.
-Una mujer que respete la libertad de expresión. Que de verdad entienda que los medios de comunicación, los periodistas y comentaristas, independientemente de que algunos hayan sido serviles y sumisos con otros regímenes, tienen como misión auscultar todo y criticar todo, tal como les plazca. Los lectores saben diferenciar entre quienes sustentan la información y entre quienes son personeros furiosos porque perdieron los embutes prianistas, así que no hace falta una presidenta en guerra permanente con cualquier medio. Una presidenta ideal es la que, si un medio o columnista miente, da los datos correctos (prohibido ese abstracto de “tengo otros datos”) con sobriedad y eso basta para que la gente juzgue, no hace falta un tribunal semanal de la picaresca (X).
-Una presidenta que no sea tóxica, que no contamine el ambiente político cada mañana (o cada tarde, o cada noche, o una vez a la semana) con sus filias y fobias (X).
-Una presidenta que, independientemente del asistencialismo que evita hambrunas (junto con el dinero de los migrantes), impulse decididamente desarrollos regionales considerando las características de los municipios, y que tenga tal liderazgo que convenza a gobernadores y empresarios para invertir en esas regiones a fin de crear empleos bien remunerados.
-Una presidenta que entienda que el presente y el futuro de este país están en el turismo, en la inversión en hoteles, restaurantes, bares, centros de diversión turística, ya que el turismo es un gran detonador de empleos gracias a la enorme gama de servicios que están ligados al sector. Eso, en vez de hacer obras faraónicas (X).
-Una presidenta que comprenda que el presente y el futuro del país (y el mundo) está en las energías renovables y la movilidad ecológica, no en los combustibles fósiles (X).
-Una presidenta que acepte que no hay forma de resolver las guerras narcas, pero que el Estado tiene que poner todos los recursos necesarios para crear policías eficientes y muy bien pagadas (no menos de $40 mil pesos un policía certificado) en cada entidad, a fin de que reduzcan al mínimo los delitos que dañan a la ciudadanía, que son los del capitalismo de hamaca: extorsiones, secuestros y robos (transporte público, coche, transeúnte, negocio, casa) (X).
-Una presidenta que una, no que polarice: que sea más estadista que líder de movimiento (X).
Al final, me dijeron que esa mujer solo puede ser Claudia Sheinbaum, que hoy en día tiene un respaldo de seis de cada diez en Ciudad de México, y apenas una desaprobación de dos de cada diez, y yo coincido, pero… ella tiene un pequeño problema: cuente usted los taches en esta columna, que son sus taches: nueve de catorce.
Claudia tendría que cambiar muchas actitudes y conceptos políticas, correrse a la izquierda de un Presidente profundamente conservador para tener una victoria amplísima, y dudo que eso vaya a suceder, que se mueva a la izquierda de forma rotunda…
BAJO FONDO
Marcelo Ebrard está contento y confiado, según me dice gente que está cerca de él, porque según sus análisis Claudia Sheinbaum tendría mucho que cambiar para poder ser Presidenta, para no verse como la hija que deja el padre en sus silla, y todo ese cambio pasa por romper el cordón umbilical con su líder, lo cual nunca ocurrirá, ya que ella se siente realmente ungida desde ahora. Del lado de Ebrard perciben que eso les favorece porque no habrá manera de distinguirlos, ella sería una especie de fantasma, “de regenta política del Presidente”, con un leve problema para ella en las urnas: “Ella no es Andrés Manuel López Obrador y eso podría costarle votos a la 4T”. Por tanto, creen en los andadores de Ebrard, al final el Presidente optará por él.
Eso también dudo que vaya a suceder…
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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