El Presidente miente mucho. Existe una contabilidad de sus inexactitudes, tergiversaciones y falsedades durante sus primeros cuatro años de gobierno: un estudio, hecho por SPIN-Taller de Comunicación Política, halló que a lo largo de mil mañaneras Andrés Manuel López Obrador dijo 101 mil 155 mentiras. Como referencia, en un lapso de tiempo similar Donald Trump acumuló 30 mil 573 afirmaciones falsas, engañosas o que no se podían probar cuando era presidente, de acuerdo al periódico The Washington Post (https://goo.su/idgiHt).

Émulos de él, y como malos políticos que son (o buenos políticos, depende de la moral priista de cada quien), los aspirantes presidenciales de Morena (y también aquellos de la estridente oposición) van a mentir a sus anchas durante sus ante-campañas, precampañas y campañas. Es decir, desde ahora y hasta el 2024. Van a mentir sin saciedad con sus falacias pero también con sus irrealizables promesas y con las guerras sucias que les orquestarán a sus contrincantes. Tizna, que algo manchado quedará.

No tienen principios, no tienen límites. La codicia por arribar al poder (o por conservarlo) saca lo peor de sus personalidades y son capaces de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos, tal como lo hicieron los priistas durante el siglo pasado y los panistas y neopriistas en este siglo. Con poquísimas excepciones, los políticos mexicanos son iguales todos: falsarios.

¿Y los periodistas? Muchos periodistas y absolutamente todos los seudoperiodistas (esos lúgubres personajes que en realidad son propagandistas y golpeadores) harán lo mismo: mentir. De hecho llevan meses, qué digo meses, ya llevan cinco años mintiendo, calumniando, difamando.

¿Qué se puede hacer para contrarrestarlos? Poco y mucho.

Poco, porque carecen de ética y seguirán golpeando a quienes sus amos les ordenen atacar. Entre ellos, perro sí come perro. No son perros de pelea, son de ataque, y con dos o tres huesos les basta para lanzar dentelladas a quien sea. Algunos se han medio refinando (es un decir) y ladran exigiendo huesos con retazos, pero lo suyo no es tanto el dinero manchado (que sí lo es, por supuesto) como el hecho de figurar, de ser mencionados en una mañanera, ese teatro que los libera del depresivo anonimato de sus pasquines.

¿Qué sí se puede hacer? Exhibirlos. Desmentirlos con datos duros, con documentos, con videos, con hechos. Una vez desenmascarados, hagan lo que hagan el descrédito no se lo podrán quitar nunca. Es verdad que a varios mitómanos muy conocidos los han desmentido chorrocientos mil veces y no se inmutan: su cinismo les permite seguir volando las notas y corromperse como si nada, pero el que es mostrado fehacientemente como ladrón sigue siendo ladrón, tal como un secuestrador continuará siendo secuestrador aunque le hagan diez documentales enamorados, y una plagiaria no dejará de ser pirata por el resto de sus días aunque compre o coopte mil voluntades.

Así las cosas, publico -actualizado- el tercer volumen de lo que nunca deber hacer un periodista, de acuerdo a lo que me inculcaron y a lo que he aprendido en cuarenta años de ejercer este oficio: 1.- Mentir. 2.- Calumniar. 3.- Difamar. 4.- Ocultar información. 5.- Dar información incompleta. 6.- Distorsionar hechos. 7.- Sesgar acontecimientos. 8.- Tergiversar información. 9.- Sacar de contexto información. 10.- Manipular información. 11.- Venderse. Vender económica o moralmente una columna, una nota, una entrevista, una crónica, un reportaje para que alguien mienta con el fin de difamar, calumniar, ensuciar con mentiras a un tercero. 12.- Ser un sicario de la información. Primo hermano del anterior, es deleznable ofrecer espacios para deslegitimar reputaciones, o de plano tratar de aniquilarlas a punta de teclazos. 13.- Ser marchante, comerciante de silencios: ofrecer guardar información por dinero o conveniencia para proteger corruptos o criminales.

Por si ocupan allá, en perrolandia.

Bajo fondo

Ahora recupero y actualizo también la mínima lista de lo que sí debemos hacer e interiorizar los periodistas:

-Cotejar la información. Aunque alguien te diga que cierta información es fidedigna, tú duda de todos, de absolutamente todos, y ve a cotejar lo que te dijeron. Si te dicen que te mentaron la madre, checa la fuente. No confíes en NADIE.

-Verificar la información. Luego de que cotejaste, ve a verificar la información. Y vuelve a dudar de los que te cotejaron la información.

-Reconfirmar la información. Luego de cotejar y verificar, duda de todos los cotejadores y verificadores y ve a reconfirmar la información con una tercera o sexta fuente, sobre todo documental.

Al fondo

Los básicos:

-Más vale perder diez notas que ganar un soberano desmentido. ¿Quién te quita el cachetadón público de un sonoro desmentido? ¿Quién te libera del estigma de ser un maldito volador de notas?

-Hay que saber contestar el teléfono (y el WhatsApp) para decir NO. Cuando te presionan por teléfono o vía mensaje para que publiques algo, sospecha de inmediato del emisor y niégate. Si aceptas una vez, ya te jodiste: te pedirán favores permanentemente.

-Hay que saber ignorar. Cada vez que políticos, empresarios, funcionarios, jueces, activistas sociales, criminales y jerarcas religiosos te pidan que no publiques o transmitas algo, ignora tal petición. Si aceptas una ocasión, ya te jodiste, porque querrán lo mismo una y otra vez: censurarte.

-Hay que entender que los periodistas no somos el cuarto ni el séptimo poder. Eso es un invento del priismo para cortejar y adular personeros de la tecla, la radio y la televisión, oscura profesión perfeccionada ahora durante la reencarnación priista en el morenismo de hoy en día.

-Hay que asimilar que tampoco somos comité de salud pública para determinar quién es respetable o tolerable y quién no. Eso se llama fascismo.

-Los periodistas no tenemos poder, acaso tenemos influencia, a veces, para ayudar a que cambien algunas cosas. Los poderosos nos pueden usar haciéndonos creer que tenemos poder, es decir, seduciéndonos a través del vicio favorito del diablo: la vanidad de los ególatras.

-Si simulas y sirves a algún gobierno siendo periodista, todo para atacar o denigrar a alguien desde la trinchera del periodismo, no eres periodista: eres otro funcionario (corrupto) disfrazado de periodista. Eres un hitman de la quinta tecla.

-Si recibes embutes, chayos, dinero ajeno a tu empresa periodística, no eres periodista, eres un mercenario aunque te hagas pasar por “líder de opinión” o comentócrata.

-Si sirves a algún poder haciéndote pasar por periodista, no eres periodista, eres un lacayo.

-Si eres vocero de algún gobierno, no eres periodista, eres un propagandista.

-Si eres activista de algún movimiento social, no eres periodista: has perdido el equilibrio periodístico.

-No tengas “amigos” políticos. Salvo excepciones, los funcionarios no son tus amigos, son personas con intereses propagandísticos o de comunicación, sean oficialistas u opositores, y son amigos de tu puesto o espacio periodístico, no tuyos.

-Si incitas a la violencia y al odio, si haces apología del delito, no eres periodista, eres un delincuente, o al menos un burdo cómplice de la delincuencia.

-Si te filtran información, no eres periodista, eres una coladera. Mejor reportea, obtén información, y ponte a verificarla.

-Si eres un volador de notas y por ello no te las publica ningún diario serio, y entonces te vas a hacer libros (o dizque documentales) para plasmar los delirios que se te ocurran y hacerlos pasar como reportajotes, no eres periodista ni escritor, eres un truhan engaña bobos con dieciocho clubs de fans que te han santificado.

Trasfondo

Lo indomesticable viene de los avernos vistos.

jp.becerra.acosta.m@gmail.com

Twitter: @jpbecerraacosta

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