Publicado cada cinco años, el último informe de la UNESCO sobre la ciencia ofrece una radiografía detallada de la investigación mundial. Sólo el 20% de los países invierten más de 1% de su PIB en la investigación científica. México se encuentra, por desgracia, entre los que forman el 80% y tenemos la cifra bajísima de 260 investigadores por millón de habitantes. Corea del Sur, campeona, tiene 7,980. Nova Zelandia: 5,600; Japón: 5,534 y Alemania también. Francia e Inglaterra: 4,700. Estados Unidos y Canadá: 4,400. Rusia: 2,800 y China, 1,307. Los Emiratos Árabes: 2,400 e Irán, 1,500, mientras que Argentina tiene 1,200 y Brasil 900. ¡Pobre México tan lejos de la ciencia y tan cerca de Conacyt!

En el mundo, las inversiones en las ciencias han progresado un 20% en cinco años anteriores a la pandemia y podemos pensar que la alarma provocada por Covid-19 habrá empujado en ese sentido. La perspectiva de nuevas pandemias inevitables y la lucha contra la malaria estimulan el sector de la biología aplicada. Sin embargo, casi la mitad del aumento se debe a China, EEUU y Europa. ¿En México? Muchas gracias, la austeridad republicana es primero.

En la notable aceleración científica de China vale la pena notar su interés en las tecnologías que tienen que ver con el futuro de los hidrocarburos y del carbón: las energías fósiles tan caras para nuestro gobierno que rema a contracorriente. Que investiguen los otros y gozaremos de sus descubrimientos, especialmente en la captura y almacenamiento subterráneo del carbono emitido por la petroquímica, las termoeléctricas, etc. Lo que está en juego en este sector es vital para frenar el cambio climático y México está ausente tanto en la investigación como en la política energética de su gobierno.

Estados Unidos y China son líderes en este dominio; lo notable es que, en los últimos cinco años, las publicaciones científicas chinas casi empatan con las norteamericanas: 2,049 y 2,098 artículos. Si uno suma todas las inversiones en las ciencias, esas dos grandes potencias vuelven a empatar, alrededor de 450 mil millones de dólares. China es campeón del mundo en patentes en el sector de la inteligencia artificial e invierte masivamente en investigaciones sobre las baterías, la energía producida a partir del hidrógeno y la tarificación del carbono, todo a favor de energías limpias. ¡Triple hurra para el Imperio de en Medio!

Sí y no. ¿Por qué no? Porque la ofensiva de Beizhing contra las libertades académicas, si no es sorprendente a la hora del emperador Xi, no deja de ser muy preocupante. El gobierno chino ha multiplicado las presiones contra los universitarios y las publicaciones especializadas para que se alineen sobre la famosa “Agenda del Estado”. Así, a fines de 2019, a la hora inicial de la pandemia, los estudiantes de la prestigiosa universidad Fudan de Shanghai protestaron contra la abolición, en los estatutos de la universidad, de los artículos sobre “la independencia académica y la libertad de pensar”. En su lugar, se introdujo “el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo chino en la nueva era” y la afirmación del papel dirigente del Partido comunista. Su protesta hizo a los dirigentes “lo que el viento a Juárez” y las otras universidades conocieron la misma reforma.

Incluso China interviene abiertamente contra universitarios europeos y sus centros, cuando no le parece lo que publican. Beizhing sancionó en 2021 el principal instituto alemán, el “Mercator Institute for China Studies”. Las Prensas Universitarias de Cambridge aceptaron, bajo semejante presión, censurar 315 artículos de la versión china de su China Quarterly; eso provocó tal escándalo, que tuvieron que cancelar la censura, pero… “a buen entendedor, pocas palabras”.

El gobierno chino no es el único en amenazar las libertades académicas, la libertad de la investigación científica. Por desgracia.

Historiador

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