El PAN está viviendo una racha comunicacional atípica, por no decir terrible. Empezó la semana pasada, con su aún presidente nacional, el senador Marko Cortés, pidiendo la intervención de Donald Trump y su gobierno para combatir el narcoterrorismo en México, por lo que, desde el gobierno federal, hasta en los cartones de toda la prensa, lo tacharon de vendepatrias.

Después, el fin de semana, en Querétaro hubo un atentado en un bar que dejó al menos 10 personas muertas y nueve heridas. Las imágenes son brutales: se ve llegar a cuatro gatilleros con rifles de asalto y empiezan a disparar a mansalva, desde la calle y luego desde el interior, a todos los asistentes. Pero el alcalde, Felipe Fernando Macias, declara que los gatilleros iban sobre delincuentes. Salvo que todos los asistentes, decenas de ellos, fueran delincuentes, no se justifica esa declaración ante un acto de terrorismo.

Y en la misma disparatada línea de comunicación, el alcalde de Querétaro, quien es un experimentado abogado, dice que como medida de contención hará un programa de supervisión en bares y antros “principalmente destinado a operadores foráneos”. ¿Esto qué es? ¿Van a discriminar entre dueños de establecimientos que no sean queretanos? La última vez que revisé la Constitución, en México no se podía hacer este tipo de diferencias. Todos somos mexicanos. Mejor debería de aceptar —luego de dos ataques a antros el fin de semana— que ha empezado el “cobro de piso” en Querétaro.

Y, ayer, el recién electo presidente del PAN, el diputado Jorge Romero, quien reemplazará en cuatro días a Marko Cortés, se estrenó con una declaración, en el noticiero radiofónico de Ciro Gómez Leyva, señalando que “por primera y única vez” extendía su mano al gobierno federal para un diálogo. No pasó ni una hora de su declaración cuando la presidenta Claudia Sheinbaum había descartado cualquier diálogo y contraatacó recordando que Romero era “el jefe del cártel inmobiliario”.

¿No ha contado a sus legisladores federales el PAN ni se ha dado cuenta de que el gobierno federal no los necesita? Cómo estrenarse como presidente del partido con una propuesta amenazante que, a todas luces, la iba a rechazar el gobierno. Con ese tino el panismo va a escoger sus batallas.

Los tres ejemplos arriba citados dan cuenta de cómo el PAN improvisa comunicacionalmente y de los altos costos que pagan ante las críticas en medios y redes sociales, pero también ante su desconexión con el electorado.

El panismo, si se quiere volver relevante, tiene que cuidar lo que sus liderazgos declaran. La situación parece haberla entendido mejor el dirigente priista, Alejandro Moreno, quien, entre declaraciones mediáticas y discusiones acaloradas con los morenistas, se ha venido instalando como opositor.

Igual de importante, el PAN tiene que entender que en un México y en un mundo polarizado, irse al “centro”, pidiendo diálogo, no le va a servir de nada. Eso intentó hacer, por ejemplo, Kamala Harris, pero Donald Trump y los republicanos les dieron una tunda a ella y a todos los candidatos demócratas, mientras que Trump entendió perfectamente el uso de medios y de plataformas con un discurso para polarizar hasta el último momento del proceso electoral. El PAN tiene que reinventarse y, por lo visto, no tiene ni idea de por dónde empezar.

CAMBIANDO DE TEMA. En el gobierno federal y en el Congreso de la Unión deben ser escrupulosos con lo que legislativa y regulatoriamente van a aprobar. Desde Estados Unidos van a buscar elementos para presionarnos por violaciones al T-MEC. Hay varios temas en los que México se ha excedido. ¿Quién va a hacer, desde el gobierno, la revisión de estos delicados temas? ¿La Consejería Jurídica? ¿La Secretaría de Economía? Por lo pronto, una buena señal es que la prisión preventiva oficiosa por presuntos delitos fiscales es algo que se corregirá y no será incluida en la Constitución.

X: @JTejado

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