Una serie de avances en materia social comienzan a verse reflejados en datos cada vez más palpables. No son todos del tamaño que algunos quisiéramos, pero son importantes, especialmente si consideramos que en medio atravesamos una pandemia.
A partir de los datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), que dio a conocer recientemente el INEGI, Coneval presentará su informe de medición de la pobreza, donde será evidente una reducción sin precedentes.
Es probable que veamos entonces, según distintas estimaciones, que 5 millones de personas habrán dejado la pobreza en este sexenio, e incluso que la pobreza extrema será la más reducida desde que hay registro.
Varios datos de la ENIGH 2022 ya muestran que para los pobres las cosas sí han cambiado en México: Para muestra, el primer decil de la distribución del ingreso (el de más abajo) incrementó en este sexenio casi en un 20 por ciento sus ingresos.
El Coeficiente de Gini, la medida más comúnmente utilizada para medir la desigualdad de ingresos, tuvo una reducción del 0.426 al 0.402 entre 2018 y 2022, aunque seguimos sin saber qué ocurre en el 1% más rico de la población.
Algunos de los grupos sociales comúnmente más afectados por la pobreza han incrementado de forma importante sus percepciones. En el ámbito rural, el ingreso corriente promedio por hogar creció por encima del 30%, entre la población indígena fue más del 43% y entre las mujeres 40%.
Buena parte de estos avances tienen que ver con los programas sociales que hoy benefician al 36% de las familias —cosa nunca antes vista— y con el hecho de que las transferencias monetarias prácticamente duplicaron su valor, como ya observó Viri Ríos.
Seguramente otro de los datos importantes que Coneval dará a conocer es una reducción significativa de la pobreza entre los adultos mayores, quienes se han beneficiado del más ambicioso programa social de esta administración.
Pero no hay que perder de vista que los avances no solo están asociados a los programas sociales. También tienen que ver con lo que ha venido ocurriendo en el mundo del trabajo. En primer lugar, está el aumento del salario mínimo, que ha crecido un 90% desde el inicio de la administración. El segundo es que se crearon durante el sexenio 5.2 millones de empleos, 1 millón más que con Peña Nieto y con Calderón, pero que además ganan hoy un 12% más.
Otro, muy importante, es la reforma al outsourcing, pues ha permitido que 2.9 millones de trabajadores migraran de una empresa prestadora de servicios a ser reconocidos por la empresa en la que realmente trabajaban.
Este grupo, según información de la Subsecretaría de Hacienda, se ha beneficiado de un incremento del 27.4% en el salario base de cotización y les ha permitido acceder a beneficios sociales como el reparto de utilidades, el aumento en las cotizaciones en la seguridad social y otras prestaciones de las que habían estado injustamente privados.
Gracias en buena medida a los cambios que la 4T impulsó en el mundo del trabajo la pobreza laboral se redujo en tres puntos porcentuales, con lo que 1.7 millones de personas con trabajo dejaron de ser pobres. Nada de esto es poca cosa.
A pesar de estas buenas noticias, hay al menos tres problemas evidentes (como ya apuntaba Gerardo Esquivel): la baja cobertura en los servicios de salud (reflejo del fracaso del INSABI), la baja cobertura de programas sociales en zonas donde predomina la pobreza extrema, donde la focalización no ha sido la más adecuada, y la todavía muy elevada brecha de género.