Confieso que no me convence el Plan B ni la necesidad de una reforma electoral aprobada sin el consenso de los principales jugadores. Este no es un tema más en el que una fuerza pueda imponer su mayoría sobre las demás.

No entiendo la necesidad de modificar en este momento las leyes electorales, y generar una sombra de duda o incertidumbre –por mínima que sea— ante una elección que Morena y el obradorismo ganarán holgadamente en 2024.

Al enfrascarse en este asunto AMLO habilita a un conjunto de sujetos impresentables dentro del PRIANRD, sin la menor autoridad moral y política, para llenarse hipócritamente la boca y presentarse como grandes demócratas.

Pero AMLO también empodera y enaltece a sujetos que carecen de cualquier representatividad social, que nunca han ganado una elección popular ni para presidir su salón de clases.

Tal es el caso de Lorenzo Córdova, quien a partir de falacias, falsedades y exageraciones, ha buscado presentarse como un paladín de la defensa democrática.

Quítense las máscaras, ¿cuánto de la diatriba cordovista es genuina “defensa de la democracia” y cuánto la reacción de un grupo de interés que ha hecho de lo electoral un modo de vida?

Señalo al menos cinco elementos que retratan a Lorenzo y los suyos de cuerpo entero:

1. La renuencia a bajarse sus insultantes sueldos. Todos los consejeros, salvo dos, se ampararon en su momento para no ganar menos que el presidente; justificaron esa acción como “defensa de la autonomía” y el “Estado de derecho”. Esto les restó autoridad moral y política. En abril, cuando Lorenzo se retire, se irá a casa con unos 9 millones de pesos. Esto es un robo a la nación, sin importar cuán legal sea (aunque la institución lo ha negado, claro, la institución que él preside).

2. Convertir el INE en un instrumento para el protagonismo y la promoción política personal, un vehículo para hacer oposición al Ejecutivo Federal. En ningún lado está escrito que el papel del árbitro electoral o de los consejeros sea ese. Lorenzo, sin embargo, se ha dedicado a desplegar un activismo opositor muy cómodo, pues lo ha hecho al amparo del presupuesto público.

3. Sesgar discursivamente a la institución en contra del gobierno en la discusión de la reforma electoral: Una muestra de tantas: en las 168 páginas del análisis que sobre ésta elaboró el INE, como lo hizo notar Viri Ríos, solo se concentró en los puntos negativos del Plan B, no destacó uno solo positivo. ¿Por qué una institución pública que se financia con el impuesto de todos los mexicanos haría algo así? Porque actúa como un partido político, el partido del INE.

4. Conducirse con parcialidad al emitir sanciones. El golpe que se le ha dado a la institución se lo ganaron a pulso desde el día en que, a partir de minucias legales y prácticas en las que incurren todos los partidos, cancelaron las candidaturas a Raúl Morón y Félix Salgado, ambos candidatos de Morena. La letra legal facultaba a hacerlo, sí, pero se debiera aplicar a todos por igual o no aplicarse para nadie.

5. Eternizar al secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo, quien este año cumplió 14 en su puesto y le faltaban tres. El argumento: que no se trataba de una reelección porque antes la institución se llamaba IFE y ahora INE. ¡Vaya maroma! Gracioso, ¿no? Cuando se trata de defender a sus cuates, el compromiso de estos señores con la democracia liberal y el republicanismo brilla por su ausencia y terminan por comportarse cual caciques.

¿De verdad pueden ellos enarbolar la defensa del INE y de la democracia?

@HernanGomezB

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