A diferencia de lo que ocurrirá a nivel federal en la elección de 2024, el resultado de la disputa para jefe de gobierno en la capital no está tan definido. La CDMX lleva 27 años gobernada por la izquierda. Sería un error confiarse y creer que el triunfo está asegurado.
Para retener la capital, el oficialismo necesitará de un candidato competitivo. El tema de fondo es definir la estrategia:
¿Qué es un candidato competitivo en la ciudad? ¿Uno(a) que concite gran entusiasmo entre los obradoristas para que salgan a votar masivamente o uno(a) que permita interpelar a la clase media urbana –más numerosa aquí que en otras partes—, y crecientemente apartada de la 4T?
Si de lo que se trata es apelar con firmeza ante los convencidos —y lograr que llenen las casillas como logró hacerlo exitosamente la oposición en 2021 en muchas alcaldías— se necesitará una figura capaz de movilizar a la base obradorista.
En esa vertiente la ventaja la tienen dos mujeres: Clara Brugada, la alcaldesa de Iztapalapa —con una buena e imaginativa gestión de gobierno—, y Ariadna Montiel, secretaria de Bienestar, al frente de uno de los mayores éxitos de este gobierno: los programas sociales.
Tanto Clara como Ariadna son fundadoras de Morena, con trabajo territorial, conocen la ciudad, tienen capacidad de operación política, son inteligentes y leales al presidente. De las dos, sin embargo, la secretaria de Bienestar podría ser percibida como menos radical y sectaria, aunque tiene la desventaja mediática de su pasado bejaranista.
En la vertiente izquierdista está también Martí Batres, que a pesar de ser un morenista de la primera hora y tener una formación de izquierda, no es hoy muy cercano al presidente ni goza del apoyo de ciertos grupos en el partido. Su mejor apuesta sería quedarse como jefe de gobierno interino cuando Sheinbaum pida licencia.
Si de lo que se trata es de recuperar a la clase media perdida, a través de un candidato sin los negativos que puede traer el discurso obradorista duro, perfiles como el de Omar García Harfuch, se antojan útiles.
Tiene alto nivel de conocimiento, buena presencia pública, ha logrado modificar la percepción de inseguridad en la ciudad y goza del apoyo de algunos medios hegemónicos y del establishment. No es un hombre de izquierda, pero eso cae bien en un sector. En una vertiente similar podría estar Ricardo Monreal, aunque hoy está debilitado.
En una zona gris está Mario Delgado, defensor de una “izquierda de resultados”. Por su origen y formación podría ser un candidato aceptable para la clase media (su perfil de economista e itamita caen bien), pero esos rasgos han quedado desdibujados como presidente de Morena.
En una zona más gris aún se sitúa Rosa Icela Rodríguez. La secretaria de seguridad es una política eficaz, lista y profesional. Pero la ideología para ella es algo secundario: Lo mismo ha sido obradorista, que marcelista o mancerista. La candidata que más promueve Julio Scherer no es precisamente una figura carismática. De tener a Xóchitl Gálvez como contrincante, podría perder la contienda.
A varios les ha generado extrañeza que se hayan tapizado bardas de la ciudad con pintas de “#ESROSAICELA”. ¿Cómo es que la secretaria se sube al mismo slogan de Sheinbaum (#ESCLAUDIA), cuando es sabido que apoya al secretario de Gobernación? Bien raro...
Así las cosas, Morena necesitará en la ciudad una definición política: primero la estrategia, después el candidato(a).